lunes, 30 de septiembre de 2013

Simon Reynolds, la crítica musical, sus alcances, el post punk y los títulos académicos larguísimos que le dan más chapa a las notas

(Foto: Vito Rivelli, Facebook Filba) 

A mediados de los 90, el suplemento Sí empezó a hablar de un periodista que la tenía clarísima a la hora de analizar la cultura pop anglo. Era Simon Reynolds. Las notas que lo mencionaban venían siempre firmadas por Pablo Schanton. Él es el responsable principal de haber colocado al inglés en este lugar del mundo. Por eso, no sorprendió que varios años después, Schanton, coautor de “Morrissey”, el hit de Leo García que hablaba de Björk, Bowie y Beck, fuera uno de los involucrados en las ediciones argentinas de los libros Después del rock (2010), Retromanía (2012) y Romper todo y empezar de nuevo (2013).

La primera impresión sobre el trabajo de Simon Reynolds es la de estar frente a apuntes universitarios del palo. Sus libros deberían venir fotocopiados y subrayados previamente. Con títulos como “Ono, Eno, Arto: no-músicos y la emergencia del ‘rock conceptual’”, “Situacionismo y pop” o “Psicodelia digital. Sampleo y paisaje sonoro”; Reynolds construyó una manera de erudición crítica en el mundo del rock que pocos alcanzaron con tanta expansión. Pablo Schanton y libros como Rockología, de Eduardo Berti, son algunos de sus pares locales, que en los últimos años han comenzado a aparecer en mayor número, también gracias a las publicaciones de los trabajos del alemán Diedrich Diederichsen y Greil Marcus, entre otros.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Canciones con fe


En diciembre de 2001, Fede Cabral vio con sus propios ojos cómo intentaban prender fuego la puerta de la Casa Rosada. Habitante de San Telmo durante una década, sintió que todo lo que conocía se incendiaba y se precipitaba hacia un pozo que no mostraba fondo. No se sabía cuánto se podía caer. Con ese panorama, su banda Sancamaleón no podía editar otra cosa que Cancionero para niños sin fe. Ese primer trabajo discográfico fue compuesto y grabado en medio del caos argentino de principios de siglo. Era un disco que destilaba furia contenida, desencanto generacional de tipos de veintipico que no veían chance de progreso. “No nos jodan porque somos violentos”, cantaba Fede en una de las canciones emblemáticas del álbum, entre guitarras filosas y una fuerte marca del rock latino de los 90.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Hombre orquesta


(Foto: Edgardo Kevorkian, Facebook Gillespi)

Músico, hombre de radio, escritor de libros, productor televisivo, trompetista invitado de Sumo, ex miembro estable de Las Pelotas, humorista. Todo eso y más es Marcelo Rodríguez. Gillespi es el tipo que sale de su programa diario de Nacional Rock (Burundanga, de lunes a viernes a las 19) y apenas tiene tiempo para comer algo y relajarse un rato, antes de acompañar a Alejandro Dolina en La Venganza Será Terrible (de lunes a viernes a la medianoche, por Radio del Plata). Además tiene que acomodarse para poder ensayar para sus conciertos y empezar a prepararse para ser el anfitrión oficial del festival internacional Buenos Aires Jazz, en noviembre.

A fines de junio, Gillespi viajó a Salta para participar con su banda del ciclo Cultura da la Nota y se llevó una buena impresión. El público respondió a su música. “Sí, no te digo que soy el flautista de Hamelin y la gente me siguió caminando como zombis hasta el hotel. No, me aplaudieron, me pidieron un bis, no es que me sacaron en andas. El público estaba feliz, nosotros también. Se dio esa magia”, recuerda.

No es poca cosa que alguien que se dedica a la música instrumental llene un teatro en Salta, aunque la dificultad para lograrlo sea más o menos la misma en todos lados. “En su momento, las músicas del mundo eran instrumentales. Un tipo tocaba una flauta de caña, otro tocaba un tambor en África. Después empezó como el juglarismo: un tipo iba a un pueblo con un instrumento a cantar algo más parecido a la canción actual: ‘el rey se murió, todo el mundo está triste’. Ahora, cuando vos te ponés a estudiar un instrumento como la trompeta, ya de entrada no podés cantar porque te ocupa la boca. Ya te volcás sí o sí a la cuestión instrumental, que es el desafío de tratar de cautivar a la audiencia con la música, con los elementos que tenés”, cuenta Gillespi, antes de meterse de lleno en una charla que transitará por los caminos que él considera importantes para desarrollar una vida plena, sin frustraciones y sin necesidad de estar atento a los comentarios malignos de los resentidos de siempre.

sábado, 21 de septiembre de 2013

El tesoro de los inocentes

(Cuchuly, en Rock Zone)

El gallo se pasea sin ningún tipo de pudor por las plataformas de la terminal de Tartagal. Rodeándolo, unas diez gallinas picotean aquí y allá. No se le perdieron a nadie, no se escaparon de ningún lugar. Simplemente están, logrando una extraña imagen para el que sólo ve pollos al horno o a la parrilla. Es lo rural ganándole por goleada al cemento. El temor de todo bicho de ciudad argento, malacostumbrado, tuitero y caprichoso, que mide el progreso según la cantidad de sucursales de McDonald’s. A las siete de la mañana ya hay unas cincuenta personas esperando viajar. Aún así, el canto soberbio del pajarraco se impone, porque la gente no dice nada. Apenas dialogan dos hombres. El más joven, rondando los cuarenta años, le cuenta al otro, ya anciano; que vino desde Orán “a bailar nomás”. “¿De tan lejos?”, pregunta el viejo. “¿Por qué no fuiste a Aguaray? Ahí está la fiesta.”

La escena también muestra hasta qué punto es un desafío encontrar rock en esta ciudad, la de las inundaciones y la estafa de Schoklender. La localidad que tiene un (cuestionadísimo) intendente, Sergio Leavy, viviendo en cuarteles militares por temor a represalias. La que fue noticia central en todo el país por el alud que la arrasó en 2009. Una ciudad agobiada por la precariedad provincial, el calor, los mosquitos, la pobreza y la falta de recursos. De movida, parece ser un buen caldo de cultivo para bandas ultra extremas, de denuncia total. Tartagal podría ser el lugar ideal para que existan grupos que dejen a Las Manos de Filippi como unos caretas sin aguante, poperos superficiales amigos de Tan Biónica. Pero no es tan así. Los intentos no prosperaron aún. Una banda punk de nombre genial, Cementerio de Tucas, alguna vez le escribió una canción al dengue, que copaba la ciudad tras el alud. No tuvieron trascendencia: el tartagalense promedio no le da bola al rock.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Ataca de nuevo


Madrugada de invierno en la ciudad de Quilmes: el Club Tucumán está repleto con doscientas personas que ya sintieron las piñas de El Perrodiablo y Fútbol, dos de las mejores bandas emergentes del nuevo rock argentino. Entre calor, humedad y precios considerablemente más bajos que en Capital Federal, los minutos pasan hasta que por una pequeña escalera descienden los cinco protagonistas principales de la noche. El Siempreterno está por dar unos de sus escasos shows anuales, sin probar sonido. Ariel Minimal se cuelga la guitarra, vestido con una remera de Crosby Stills & Nash, semioculto con una gorra de Off!, el grupo hardcore del ex cantante de Black Flag. Fernando Ricciardi se sienta y comienza a acompañar levemente con su batería a Minimal y al bajista Álvaro “Ruso” Sánchez. Mientras tanto, en el medio del escenario, una afiebrada Mimi Maura dosifica sus energías para poder cantar esta noche y volver a hacerlo mañana en Niceto. El que no dosifica un carajo es Sergio Rotman, que está eufórico. Arenga, pregunta qué tal, saluda y presenta al grupo. Inmediatamente comienza una hora de lo más parecido a una noche under ochentosa de rock furioso. Todo lo que leíste en los libros y revistas, todo lo que escuchaste en entrevistas y viste en documentales se siente en Quilmes. Acá hay una escuela prolongada de punk, post punk, Luca Prodan, Cemento, Morrissey, Velvet Underground, el Café Einstein, Todos Tus Muertos, Bowie, Massacre y varios más. El Siempreterno es el hijo directo de Cienfuegos, la banda de culto que en los noventa supo canalizar la angustia y la bronca que Rotman no podía plasmar en su papel de saxofonista de Los Fabulosos Cadillacs. Verlos en vivo es inolvidable porque se notan esas influencias, se percibe el background sonoro pegándote en el pecho, te recuerda en zumbidos matinales posteriores que no te vas a librar tan fácil de su impronta. Presenciar cómo Rotman le grita al micrófono, inclinado contra los bordes de un escenario que es invadido todo el tiempo por dos, tres, cuatro pibes eufóricos y sacados, es una de las mayores experiencias que se pueden vivir en el rock argentino actual. No importa si suena mal, importa que “Moonage Daydream” se convierta en una reactualización de Roberto Quenedi, con palabras como “amanaligueitor”. Después de una hora de Siempreterno no vas a poder ir a ver más bandas punks under. No les vas a creer a ninguna. Como Pappo, los vas a mandar a buscarse un trabajo honesto.

martes, 17 de septiembre de 2013

Siempre igual


Cubierto con un buzo de The Who, lentes y un gorro que lo hacía parecer una mezcla de El Chavo del 8 con un aviador japonés de la Segunda Guerra Mundial, el Indio Solari reapareció en un escenario después de casi dos años. Fue en el autódromo Jorge Ángel Pena, en San Martín, a 43 kilometros de la capital mendocina. Un lugar que se vio copado por 130 mil personas. Mientras los ricoteros revivían “la experiencia”, las familias locales sacaban fotos desde las puertas de sus casas, aprovechaban para vender comida y bebidas, guardar mochilas o usar sus patios como campings improvisados.

Junto con el concierto salteño del 19 de septiembre de 2009, este show mendocino fue como el regreso de Soda Stereo: una burbuja en el tiempo, un momento sin presentación de disco que sirvió para contentar a la mayoría. Es muy obvio que los que van a escuchar canciones de Patricio Rey son los que dominan los conciertos de Solari. Distinta sería la historia si el Indio decidiera, como Skay, hacer pocas referencias a su ex banda. De este modo, al igual que en Salta, el recital tuvo 18 canciones de Los Redondos.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Taragüi Rock: día 3


El domingo fue el día de mayor concurrencia en el anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola. Alrededor de 18 mil personas se dieron cita para escuchar principalmente a Kapanga y a Ciro y Los Persas, que cerraron un festival que tuvo sus puntos más sobresalientes en el sonido, la puntualidad y en la oportunidad para grupos emergentes.

Una pregunta necesaria: ¿por qué se le da tanto espacio a La Que Faltaba? La banda de Micky Rodríguez (ex bajista de Los Piojos) se formó el año pasado, no tiene ni un solo tema conocido y en vivo son una banda de covers de la mencionada agrupación pediculosa. Pero, inexplicablemente, tienen lugar en los escenarios principales de los festivales argentinos. Ya ocurrió en Cosquín Rock, se repitió anoche en Corrientes. ¿Ciro exige en su contrato la incorporación de La Que Faltaba? ¿No sería mejor aprovechar los cincuenta minutos de escenario para un grupo más interesante?

Taragüi Rock: día 2


La segunda fecha del Taragüi Rock 2013 tuvo como protagonistas excluyentes a los Carajo. Por ley nacional debería estar prohibido tocar después de ellos. No es justo para los demás grupos. Le disputan seriamente a Divididos la denominación de aplanadora. El trío fue lo mejor del festival hasta el momento, tocó poco más de una hora y anunció la salida de Frente a Frente, un disco doble que se editará a fin de mes.

Antes, los locales Cabo Verde, encabezados por un cantante mezcla de Pablito Molina y Walter Olmos, metieron groove jamaiquino con un reggae ska muy interesante. También estuvieron los heavy correntinos Matriz, que alzaron la voz para pedir “que esto no se corte por un cambio de gobierno”. El Taragüi Rock está bancado por Cultura de Corrientes y en estos dos días sirvió más para dar buen sonido y escenario a grupos emergentes que habitualmente no tienen esta posibilidad. Quizás ése sea el mayor acierto del festival.

Taragüi Rock: día 1


A las cinco de la tarde del viernes 6 de septiembre, con treinta grados  y ni una nube, empieza  la cuarta edición del Taragüi Rock, antes conocido como Corrientes Rock. El anfiteatro Cocomarola recibe a "las mejores bandas del país", según informa el suplemento especial que preparó el diario Época. Un concepto un poco dudoso y que inclina la cancha para el lado de los organizadores, que quieren posicionar al festival como uno de los más importantes.

Hasta ahora, con la grilla encabezada por Ciro y Los Persas, Pastillas del Abuelo, Bersuit, Salta La Banca, La Vela Puerca, Kapanga y Pericos, se puede decir que el Taragüi Rock busca ser uno más de los tantos eventos que presentan a las mismos grupos de siempre: los más populares actualmente, hijos del rock de estadios de los noventa. Se deja de lado a muchísimas otras bandas que renovaron la escena argentina desde un lugar mucho más pesado que el generacional: el del sonido. Taragüi Rock (y Jesús María Rock, Vivo Entre Rock y tantos otros) acompañan al escucha desinformado que consume lo más popular y asegura que el rock argentino actual no tiene nada para ofrecer. Con estos grupos de la grilla es fácil sostener esa teoría. Por esa razón, quizás la mejor decisión sea llegar temprano para poder escuchar y conocer a los grupos emergentes.