lunes, 30 de diciembre de 2013

El final es en donde partí


“No podemos permitir nunca más una bengala”. La declaración, acertada pero tardía, con 194 muertos encima, fue una de las tantas que se dijeron inmediatamente después de la tragedia de República Cromañón. Fue pronunciada por Gustavo Nápoli. Chizzo para el mundo, el cantante de La Renga para los menos avispados en cultura rockera argentina de los últimos veinte años. El rock de nuestro país olvidó tan rápido una de sus máximas más recientes que hizo repensar todo de nuevo, innecesariamente. ¿O acaso tenía que morir alguien más para volver a intentar entrar en razón?

En lugar de iluminar y hacer que se venga el día en los corazones de las miles de personas que poblaban el Autódromo de la ciudad de La Plata, el bengalazo certero que impactó de lleno en el cuello de Miguel Ramírez aquel 30 de abril de 2011 provocó silencio, desazón, tristeza e incertidumbre en todo un movimiento. En ese fatídico 30 vivimos un revival del otro, el de diciembre de 2004. Una noche igual de catastrófica a la de ese fin de año pero menos famosa, con menor rating por falta de cuerpos acumulados.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Década ganada

(Foto: Florche Duré)

Pampa Cadabra es el más reciente lanzamiento de Pampa Yakuza, el grupo liderado por el cantante Hernán Saravia, que hace más de diez años viene creciendo en la escena argentina. Con su mezcla de folclore, reggae, rock, ska y alguna vez hasta cuarteto, Pampa se ubica como un producto típico de la época. Un grupo independiente que viene conquistando ciudades y provincias con esfuerzo y shows constantes.

Unas horas antes de ir a Vorterix a presentar el video de “En vida” (otra cosa muy de estos años: ir a una radio a mostrar imágenes), el guitarrista Luciano Katz habló de la nueva etapa del grupo, de sus letras, de la distancia entre músicos que crecen y un público que se mantiene en edad y sobre la postura política que Pampa Yakuza adopta como propia.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Un viaje del Señor con LSD


¿Qué hacemos cuando nos damos cuenta de que lo que deseábamos para nuestra vida es imposible de lograr? ¿Adónde depositamos todos los objetivos? ¿Qué nos motiva cuando ya no hay vuelta, cuando hicimos todo lo posible y aún así no conseguimos lo que queríamos? O, peor aún: ¿qué hacemos cuando lo que conseguimos se va y no hay manera de recuperarlo?

Los pares progresan, los que llegan mejoran lo hecho hasta el momento. Vos te quedás estancado en un par de recuerdos. Stuck in a moment, cantó Bono. ¿Está mal tener expectativas altas? Cuando el disco de U2 que trae esa canción fue publicado, Arthur Kane ya llevaba dos años trabajando en el Centro Histórico de Familia de Los Angeles, una biblioteca de datos que servía de asistencia para personas que intentaban rastrear a sus antepasados. El lugar dependía de la iglesia mormona, la fe que Arthur había abrazado después de tocar fondo con el alcoholismo, los intentos de suicidio y las frustraciones. Antes, Kane había visto en una ventana abierta su única salida. Por allí se había arrojado, desde un tercer piso. Internado por las heridas, se topó con la fe. Su revelación fue tan grande que dijo que fue lo más parecido “a un viaje del Señor con LSD”.

En 2004, Arthur se tomaba todos los días el colectivo 4 para llegar a su trabajo. A pesar de sus 55 años, era uno de los más jóvenes del Centro. Vivía solo y tenía un pasado que siempre volvía a su mente. Alguna vez había sido grande, como su físico. Seguía siéndolo para miles de personas, pero ninguno lo sabía. Ni él. Arthur era más conocido como Killer Kane, bajo de los New York Dolls, banda legendaria que sentó bases punks cuando todo era rock progresivo, aburrido y pretencioso. Tras la separación del grupo, el asesino de las cuatro cuerdas se perdió. Solo, sin David Johansen ni Johnny Thunders, Arthur se topó con la realidad: a nadie le interesaba el bajista de un grupo de culto.

sábado, 14 de diciembre de 2013

¿Qué se puede hacer?

(Clic para agrandar)

En 1977, mientras la dictadura de Videla, Massera y Agosti hundía al país en los años más oscuros de su historia y el aparato represor combatía a todas las expresiones que atentaban contra la “moral occidental y cristiana”, Charly García editaba uno de los discos más politizados de su carrera.

Acostumbrado a camuflar sus letras desde la época de Sui Géneris, García grabó Películas, el segundo álbum de La Máquina de Hacer Pájaros. En él, las letras reflejaban claramente la época, mostrando una Buenos Aires siniestra y atemorizante (“Esto no es un juego, loco, estamos atrapados”), que perseguía a sus habitantes desde todos sus frentes (“Déjenme en paz, no quiero más, no hay esperanzas en la ciudad”) y que invitaba a manejarse con cuidado y sin ser notado (“La paranoia es quizás nuestro peor enemigo”, “¿Qué se puede hacer, salvo ver películas?”).

jueves, 12 de diciembre de 2013

La música de todos

(Foto: Facebook Babasonicos)

Como si fuera un chute heroinómano, escuchar música en mp3 tiene algo de ritual adictivo imparable. Todos los días nos destrozamos los tímpanos con la música al palo. Lo sabemos, pero no podemos dejar de hacerlo. El celular es la extensión del brazo, que espera impaciente el impacto, clavar la aguja en el lugar correcto, enchufar los auriculares de manera precisa. Una penetración seca y contundente, que excita porque significa que el momento del goce está a punto de llegar. El cable rodea y atrapa. Después play y si es random mejor, para también sorprendernos.

Y si esta canción fuera narcótica no acabaría, sería la música de todos. Eso canta Adrián Dárgelos en “Los burócratas del amor”, una de las piezas más pegadizas de Romantisísmico, el nuevo disco de Babasonicos. El grupo volvió a entregar una serie de temas irresistibles, imposibles de despegar de los oídos, del karaoke improvisado. Opciones > Repetir lista completa. No acaba, es la música de todos. Esto es droga.