(Pappo en su último show en Salta. Foto de Bernardo Rodríguez Berri)
El plan a mediano plazo era posicionarlo en el circuito blusero estadounidense, y de ahí al mundo, un objetivo que había estado cerca de concretarse más de una vez, pero, como cuenta Sergio Marchi en el fundamental libro El hombre suburbano (2011), la inconstancia y la tendencia a la autodestrucción que poseía Pappo lo habían impedido.
Esta vez parecía distinto. Pappo había versionado clásicos del género (“Rock Me Baby”, “The Thrill is Gone”, “Little Red Rooster”) cantado en inglés. Buscando un amor era un disco claramente profesional. Nada de álbumes de trinchera para las huestes como El auto rojo (1999). El Carpo hasta había aceptado las cuerdas en “Katmandú” y los caños arreglados por Javier Malosetti después de cierta negativa casi obligada para mantener el personaje.
Pappo necesitaba y quería que se lo reconociera como la leyenda que era. El disco doble autohomenaje publicado en 2000 (Pappo y Amigos) había sido el primer paso. En noviembre de 2004 realizó presentaciones en conjunto con el baterista estadounidense Tony Coleman en Buenos Aires: el Tributo a B.B. King era otro eslabón en la cadena. Poco más de un mes después, el miércoles 22 de diciembre, Pappo se tomaba un avión en Aeroparque y dos horas y media después aterrizaba en el Aeropuerto Martín Miguel de Güemes de Salta, donde el 23 debía realizar un concierto en el microestadio Delmi.