martes, 9 de diciembre de 2014

Pedal a fondo, tierra adentro


Viernes, 2 de diciembre de 2011, Estación de Servicio Shell Terminal Salta, 00.20 hs.

Alejandro está a diez cuadras del lugar, llegando en su Chevrolet Vectra color bordó. Trae en el baúl una carpa, una parrilla, dos sillas plegables, dos colchonetas, una conservadora grande con capacidad para 34 litros y la incertidumbre absoluta sobre quiénes serán sus compañeros de viaje hasta Tandil, provincia de Buenos Aires, a casi dos mil kilómetros de distancia.

Es una noche apenas fresca, una muestra gratis del frío del día anterior, cuando el gris se había apoderado de la ciudad, cubriéndola de agua, oscuridad y un viento que no se correspondía con el comienzo del último mes del año. A esta hora, el cielo ya se despejó, dejando que las nubes le den paso a una incipiente luna llena.

Hoy, el Servicio Meteorológico anunció un clima agradable para el fin de semana en Tandil, con temperaturas que no deberían pasar los 25 °C.

Aún quedan muchas horas por transitar antes de que comience el último recital del año del Indio Solari, pero ya es hora de partir. Los miles de kilómetros que separan ambas ciudades obligan a pedir días libres en el laburo, cargar varias mudas de ropa y tener el dinero suficiente como para sobrevivir, al menos, tres jornadas fuera de casa.

Tres meses después de su último show, en Junín, el Indio volvió a convocar a sus seguidores para la que será la última presentación de El Perfume de la Tempestad, su tercer disco solista. Para muchos ricoteros, el viaje implica una experiencia ya vivida antes que mantiene la expectativa por su intensidad. No se trata sólo de un concierto. Es un retiro espiritual inverso: acá no habrá tranquilidad ni introspección, sino todo lo contrario. El sentimiento de los verdaderos fanáticos saldrá a la calle a emocionarse y decir que cada concierto puede significar una de las cosas más importantes que existen en su vida.

Desde que se volvieron masivos, a mediados de la década del noventa, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se convirtió en el grupo más importante de la historia del rock argentino, el que más paredes tiene a su favor, el que más seguidores posee, a pesar de llevar más de diez años de inactividad. Solari, la estampita, se quedó con la mística del folclore ricotero: el viaje, los shows masivos y la grandilocuencia. Algo que muchos acusan de ser apenas un cúmulo de infradesarrollados cantando ebrios, fumados, merqueados y desaforados letras que no terminan de entender, escritas por un burgués que la va de popular.