jueves, 26 de marzo de 2015

Caos mental y comenzar de nuevo

(Foto: Ignacio Arnedo)

En 1998, una pancreatitis está a punto de matar a Diego Arnedo. La enfermedad obliga al bajista a bajar muchos cambios y a Divididos a replantear su carrera, por entonces incierta después del autoboicot por el éxito de La era de la boludez. Ese año aparece Gol de mujer, un compilado de lugares comunes del grupo. Un penal fuerte y al medio.

En febrero de 2000, el Suplemento Sí! pone en tapa a un Ricardo Mollo flaco que contrasta con el gordo que se comía las cuerdas de sus guitarras. El impactante cambio es “la consecuencia visible de una fuerte transformación interior”. “No sé qué hacer con mi pasado, con mi presente y mucho menos con mi futuro”, dice, contento con su incertidumbre existencial porque la ve como un nuevo comienzo. Ese año empieza a tomar clases de canto. El tipo que gritaba y roncaba despierto en la aplanadora noventosa comienza a dejarle el micrófono a un cantante limpio y profundo.

Divididos madura hasta posicionar esa revolución del ser en el lugar más importante de su motor creativo. Convierte a Ricardo Mollo en el gran protagonista de los últimos quince años de la banda. Narigón del siglo, yo te dejo perfumado en la esquina para siempre, publicado a principios de 2000, es la primera señal del cambio.