(Foto: Diego Ele, Facebook David Lebón)
El Design Suites es tan, pero tan cheto, que cuando La Renga se instaló allí en julio, uno de los primeros comentarios que surgió fue sobre el excesivo lujo que ostentan sus instalaciones. El coqueto hotel, ubicado en pleno centro de la ciudad, albergó a casi todos los músicos de rock que llegaron en los últimos meses. Por ahí estuvieron Fito Páez, Willy Crook, Divididos y Nito Mestre, entre otros. Jamás el Indio Solari, que tiene su búnker sobre los cerros, en la Presidencial del Sheraton.
En el bar del hotel está David Lebón, durante la tarde del 30 de mayo de 2012, antes de tocar en un Teatro Provincial repleto de gente que pagará apenas $15 por pera, gracias al ciclo Cultura da la Nota; uno de los pocos proyectos del gobierno provincial (¿el único?) que fue aplaudido por la mayoría. Lebón, de casi 60 años (los cumple en octubre), volvió a Salta tras un lustro de ausencia.
Vestido de blanco, como el viejo embebido por la cultura hippie que es, pero sin llegar al mensaje de autoayuda zen que alguna vez popularizó Piero (¡Piero!); Lebón se acerca, pide una Coca Cola, saluda y dice: “Cuando se fue Luis (N. de la R: Spinetta, se entiende), me di cuenta de lo que era la historia. La historia que tuvimos nosotros dos. Aunque parezca que no, compartí mucho con él. Aprendí, aprendimos, y así con cada uno, o sea que no tuve mucho tiempo de pavear”.
A pesar de estar identificado a muerte con la guitarra, David Lebón pasó por todos los puestos de la formación clásica del rock en las distintas bandas en las que participó, y al menos durante los setenta, no tuvo tiempo de pavear. Fue baterista en Color Humano, bajista en Pappo’s Blues y Pescado Rabioso; guitarrista en Seru Giran, Polifemo, La Pesada y Seleste; y hasta tecladista en Espíritu. Un verdadero hombre orquesta que, encima, es capaz de cantar con una de las voces más dulces y profundas de la escena nacional. Como prueba está el megahit “Seminare”, un tema de Charly García que pertenece a Lebón por peso interpretativo. “A ‘Seminare’ lo siento mío –dice, en el hotel. Es más, Charly me lo regaló. Menos la parte de SADAIC (risas).”
A pesar de haber estado presente en bandas clave y tener un prontuario que asombra, Lebón no es ídolo ni un artista convocante. El último éxito comercial del que formó parte fue la canción “Mundo agradable”, del criticado Seru 92. Es respetado, en cambio, por sus pares y la prensa. Al igual que con ciertos trabajos de Litto Nebbia, su primer disco solista (David Lebón, de 1973) es cada vez más reivindicado por la patria indie folk hipster argenta. Ariel Minimal grabó una versión de la magnífica “Hombre de mala sangre” en su álbum Un hombre solo no puede hacer nada, de 2004. “Sí, estoy de acuerdo con vos. Pasó eso con varios artistas. Con Pedro (Aznar) grabé un disco en Estados Unidos que se llama Nuevas mañanas y Sony lo sacó una semana antes de Seru 92. ¿Quién iba a comprar un disco solista cuando podría comprar uno de los cuatro? Así que uno de los planes que tenemos es grabar versiones antiguas, hechas ahora. Otro es un disco nuevo. Y tengo temas grabados en inglés, que son temas que a mí me gustaban cuando yo era chico y que los grabé yo solo para probar, pero quedaron cosas muy buenas, así que me parece que también lo vamos a sacar. Va a estar bueno”, dice, antes de partir hacia la prueba de sonido en el teatro.
La prueba estaba pautada para las 17. A las 17.01, Lebón comienza a tocar y a zapar con sus músicos, entre los que se encuentra Daniel Colombres, uno de los bateristas de sesión más reconocidos del ambiente. Al grupo lo completan Leandro Bulacio en teclados, Gustavo Lozano en guitarra y Roberto Seitz en bajo. David, toca pedacitos de canciones, ajusta detalles que no están del todo claros y caga a pedos en joda, haciéndose el perfeccionista exigente mala onda (“¡Esto es en si bemol!”). Mientras tanto, Colombres tira consejos y sugerencias al operador del monitoreo, ubicado al costado del escenario. Se nota que el baterista tiene peso en la banda. Después de Lebón, es el más experimentado, y sus formas y opiniones lo hacen saber. El resto de los integrantes son pibes jóvenes, de menos de 35 años, que disfrutan del momento. “La banda es nueva, los chicos son divinos. Ayer subieron a la combi y empezaron a hablar todos juntos, y me hizo acordar a mi época de 17 años. Me puso muy contento, porque los grupos que están juntos hace mucho nunca hablan (risas).”
Tras la prueba, Lebón, Colombres y el manager Patricio Pucci caminan de vuelta hacia el Design. En el trayecto, que incluye la plaza 9 de Julio y la Avenida Belgrano; nadie detiene al músico con pedidos de autógrafos, fotos o comentarios. Tampoco con balazos en el abdomen, como en el recordado sketch protagonizado por los Pescado Rabioso en la película Rock hasta que se ponga el sol. Apenas una promotora vestida de poncho, bombachas y sombrero le ofrece el volante de un restaurant de comidas regionales. David lo rechaza diciendo que no con la cabeza. En la plaza Belgrano, cerca de los baños públicos inaugurados por Miguel Isa que le restan glamour al hotel (ni hablar de la Jefatura de Policía que está al frente, gor) se produce el siguiente diálogo:
- Daniel, ¿vas a tocar en la gira por los veinte años de El amor después del amor?
- Colombres: No, no voy a estar.
- Pero vos tocaste en el disco.
- C: Yo grabé todos los temas del disco.
- Lebón: Está gordo.
En dos palabras, David muestra su humor, esa manera que tiene de tirar chistes o comentarios ácidos sin reírse. Simplemente se queda serio y deja flotando una frase con los puntos suspensivos más notorios del mundo. Esta vez, hace alusión a la polémica Fito – Claudia Puyó. En 2007, mientras él y todo el Teatro del Huerto esperaban que un esforzado Aznar afinara su bajo una y otra vez; decía “es la altura, es la altura”, y provocaba las risas en todos.
Una vez de regreso, con Adele sonando de fondo (es el Design, ¿qué querés que suene? ¿Superuva?) y más Coca; Lebón, junto a toda la banda; dice: “Yo no sé en qué formato va a terminar la música. No sé lo que va a pasar. La música es como el agua, no la podés agarrar. Hace lo que quiere”. También habla de Seru Giran: “Lo que me gusta de Seru es que no hubo ningún grupo que lo pudo copiar. Por ejemplo, la onda, con todo respeto, eh; la onda Soda, viene de The Cure, y así. Era una onda. Seru eran cuatro tipos que no se sabían bien de dónde venían, que cada uno componía sus temas y ponía sus cosas. Y funcionó bastante bien.”
También habla sobre lo que dejó el rock argentino de los setenta, cuando él fue uno de los principales protagonistas, y cómo actúan los músicos de hoy; en un país y en una escena que cambiaron prácticamente por completo: “Mi sueño era que los grandes de hoy hubiesen aprovechado toda la historia que nos sucedió a nosotros y que al final ganamos. Pudimos tener radios, equipos nacionales. Y eso (su sueño) no ha sucedido del todo. Entonces yo me siento un poco: ‘Puta madre, ¿cuántas veces me han picaneado para que otro esté gritándole al micrófono?’. Que está bien, porque todos desde los 14 hasta los 25 van a ser rebeldes. Eso va a existir siempre, no se salva nadie. Lo que pasa es que la música, a partir de Los Beatles, acercó mucho a los padres con los hijos. Como a nosotros no nos pasó con el tango, que los viejos nos decían (pone voz de viejo porteño y soberbio): ‘¿De dónde venís?’, ‘De laburar’, ‘¡Ja! Laburaaaar, ¿pero por qué no te cortás el pelo y te dejás de joder?’.”
“Yo estoy de acuerdo con el cantante de los Foo Fighters: Coldplay, ¿para qué? Si ya estuvieron Los Beatles, Los Hollies, Los Beach Boys; los verdaderos que inventaron esto. Hay temas lindos, claro, pero la onda, toda la misma cosa. Yo no quiero volver para atrás, yo prefiero a los chicos que vienen ahora y que me vuelen el mate con algo distinto”, dice Lebón, que paradójicamente toca sus canciones más conocidas ante un público que siempre quiere escucharlas. O quizás no sea una contradicción, quizás su aporte ya esté hecho y ahora sólo quede disfrutar. Como cuando participó del recital de Spinetta y las Bandas Eternas, en 2009. Esa noche de diciembre, Pescado Rabioso volvió a tocar después de ¡36 años! y Lebón estaba feliz. “Eso fue inolvidable –recuerda, no hay forma de explicarlo. Yo antes de eso ya tenía ganas de juntar Pescado, y después quería seguir. Yo les dije a los chicos: ‘Sigamos (se ríe), no volvamos más cada uno a su grupo. Sigamos con esto’, porque nos sentimos muy bien”. En aquella oportunidad, David cantó “Despiértate, nena” y “Mañana o pasado”, la primera canción a la que le puso su voz. También tocó la guitarra y dejó el bajo en manos de Guillermo Vadalá. “No tenemos violero, ahora, eh”, dijo Spinetta, después de una soberbia versión de “Credulidad”.
- ¿Hay alguna canción vieja o un clásico que hace mucho que no tocás y tengas ganas de hacer?
- L: Vos me dijiste una y me gustaría hacerla.
- ¿“Mañana o pasado”?
- L: Esa, sí.
- C: ¿Cuál es esa?
David le canta la canción al baterista, y le cuenta que es de la época de Pescado. Colombres, dice “ah” y opina que los grandes temas no tienen tiempo. “Si la gente pide las canciones, ¿por qué no las vas a tocar? Si no las hacés es como que dejás a la gente garpando.”
Lebón opina que una diferencia entre la juventud de estos años y la de los sesenta es que antes “había algo para cambiar verdaderamente”. Ahora, prefiere divertirse. “Nosotros estamos con esto, que es como un juego. Yo juego, por eso me gusta la palabra ‘play’, en vez de ‘tocar’. Y zapemos, que no esté tan ordenado. Si no, pongo la maquinita y chau.”
- C: A Fito Páez le pasa eso, les exige a los músicos tocar lo mismo todas las noches. Pero lo mismo, literalmente: ni un golpe más, ni un golpe menos. El mismo break, el plato en el mismo lugar. Y vos vas a ver a Fito Páez y decís ‘mierda, cómo suena’, pero al cuarto show que ves decís…
“Que está gordo”, interrumpe Lebón, y mientras todos se ríen, saluda y se va su habitación hasta la hora del show.
Nota publicada en el número 11 de la revista Rock Salta, de agosto/septiembre de 2012.
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