viernes, 29 de mayo de 2015

Todavía sirve, todavía sirve


Una vez le dije a mi ex: “Como Los Beatles, juntos funcionábamos mejor”. Era un intento ñoño de recuperarla. Ella era Lennon yéndose a la mierda. Yo el desesperado Paul intentando juntar al grupo para vivir, al menos, una última etapa memorable. No hubo caso.

Ella getbackeó a donde pertenecía y se unió a otras bandas que sonaban mejor, con gente que sí le despertaba ganas de compartir melodías. Paul también vivió algo parecido. Se quedó solo después de la separación de los Fab. Sacó pocos discos extraordinarios y en los ochenta entró en el abismo temible del AOR, esa música que suena en efe emes que quieren ser como The Rain, la radio con la que querían reemplazar al dial rockero que los Lone Rangers tomaron con pistolas de agua.

Macca perdió tanto el rumbo en su etapa solista que hoy uno de sus mayores clásicos está relacionado con un chancho muerto volando con una manzana en la boca y las patas atadas. A Lennon se lo recuerda más por su adicción a la heroína (como Kurt, como Luca), por sus luchas sociales, por su ostracismo proto-ricotero lleno de misterio y por canciones demasiado sinceras y autobiográficas que le daban un perfil “crudo”, “visceral”, y cosas por el estilo. No importa que después se haya convertido en un amasador de pan que hacía lo que la jermu le dictaba, o escribiera temas pollerudos como “Woman”. Eso quedó tapado por todo lo anterior y fue tachado definitivamente por los cinco balazos inspirados en Salinger.

John será para siempre el rebelde innovador. McCartney el estancado conformista hacedor de hits para señoras. Pero permítanme adjuntar a este texto unos versos de Ximena Sariñana que dicen “Las cosas salen mal/Y no voy a pensar/Que todo es culpa mía”. Paul no fue el único responsable del ocaso beatle. Casi que habría que decir que la separación ocurrió a pesar de él. Sólo hay que leer entrevistas y biografías para enterarse de la verdad: Lennon era un genio pero también un flor de pajero sin mucha motivación. El que se quedaba solo tocando hasta tarde en Abbey Road, a lo Chilavert practicando tiros libres, era Paul McCartney. Mientras los otros tres ya se habían ido a disfrutar su vida de amos del Swinging London, ese supuesto blando para los cánones rockeros se instalaba al lado de Geoff Emerick y aportaba maravillas como el bajo de “Penny Lane”. En la última etapa de la banda, rompía las pelotas para grabar y salir de gira, quería seguir.  

Todo siguió igual hasta hace diez años. En 2005, Paul se juntó con Nigel Godrich, famoso por ser el productor de Radiohead desde The Bends y haber trabajado con Beck en Sea Change. En Abbey Road empezaron a cranear lo que sería Chaos & Creation In The Backyard, el mejor disco de McCartney desde Band On The Run o, quizás, desde The Beatles.

Godrich obligó a McCartney a tocar todos los instrumentos. Lo sacó de la comodidad de la banda de apoyo y también se animó a decirle lo que pensaba de los demos que escuchaba. “Eso es una mierda”, opinó de la primera versión de “Riding To Vanity Fair”. Paul se enojó, se fue del estudio sin grabar una sola nota, pero al otro día volvió, aceptó el desafío y se encaminó hacia una nueva etapa. El resultado es extraordinario. En el disco, McCartney suena maduro y genial, melancólico y elegante. Esperanzado a pesar de reconocer los tropiezos. Lo dice en “How Kind Of You”.

La tapa es Paul adolescente tocando la viola en el patio de la casita de los viejos. Un tipo que aún tenía todo por vivir. Ese fue el espíritu que recuperó para el disco y se nota. Aparece al comienzo en “Fine Line”: “Volvé a casa, todo está perdonado”, canta. En “Jenny Wren” se roba a sí mismo y linkea directo con el White Album. Se reconcilia con su mejor versión. “Friends To Go” es puro George Harrison, alegría y tristeza a la vez. Algo similar ocurre con “Too Much Rain”, el momento del álbum. “Riding To Vanity Fair” termina siendo una canción inquietante, inevitablemente Radiohead. Quizás Paul se dejó aplastar demasiado por la opinión lapidaria de Godrich. Pero de eso también están hechas las nuevas etapas. De la influencia de los que llegan para mostrarnos que hay opciones diferentes.

Con Chaos & Creation In The Backyard, Paul McCartney recuperó la inspiración con alguien nuevo y saldó cuentas de años. Cumplió el sueño de todos los decepcionados y volvió a estar a la altura de la felicidad perdida.

9 comentarios:

Keith Moonaguillo dijo...

Ajá, se...

¿Viven Willy Ruano y Mac Phantom todavía?

Anónimo dijo...

Lástima que en vivo Paul hace otra cosa, horrible por cierto.

Fede dijo...

Nunca lo vi en vivo. Pero creo que si hace "Hey Jude" y puedo cantar "naaaaa naaaaa naaaaaa nanananaaaaaa nanana naaaaaaaa", me infarto de felicidad.

Ruso Negro dijo...

Un cariñoso recuerdo al extinto blog EspirituRock del gran Nicolas Igarzabal, cuyo primer post era el pianito de Fine Line y esta foto. Salud!

Fede dijo...

Salud Roberto y un saludo a Espíritu Rock. Que vuelvan los blogs (?).

fer salas dijo...

Buena metáfora, Paul!

Federico Anzardi dijo...

Gracias!

actemin dijo...

el articulo es buenisimo, pero en realidad, los otros tres no eran amos del swinging london: por el contrario, estaban todos en casas de campo viviendo al lado de los asesores financieros que les habian recomendado meter a su compania editorial a la bolsa para ahorrar guita en impuestos de capital....el unico que permanecio en el swinging london fue macca, y fue el que se empapo de todas las tendencias vanguardistas que fueron apareciendo en los discos (la historia tristemente le adjudica ese papel a lennon que empezo con yoko mucho despues)...hasta que conocio a linda y por la batalla de negocios de apple, se rajo al campo escoces

Federico Anzardi dijo...

Gracias, Actemin. Es cierto, elegí una figura incorrecta. Lo que quise decir es que los otros estaban en cualquiera mientras Paul le ponía huevos a la cosa.

Gracias por leer, perdón si a veces tardo en responder los comentarios. A algunos los veo mucho después de publicados.

Saludos!