lunes, 22 de agosto de 2016


Si ingresan a este link van a poder bajar en PDF todos los números de la revista Rock Salta. Desde el humilde número 1, con 16 páginas inexpertas, hasta los laburos que sacamos entre 2014 y 2015, que para mí son muy buenos y estuvieron a la altura de cualquier revista especializada de estos años.

Logramos sacar notas buenísimas. La que se mandó Pablo Choke sobre la recorrida de Cerati en el noroeste fue una. O los rescates históricos sobre el rock salteño que hizo Diego Maita, que comprobó que en Salta hay rock por lo menos desde 1965. Hay un montón de cosas para rescatar.

La idea surgió en el verano de 2011. Lo que inicialmente iba a ser una hoja semanal impresa con las mejores notas de la web se convirtió en una revista mensual con notas originales que hablaban de todo lo que tenía que ver con el rock en Salta. Sacamos 8 números durante ese primer año, de mayo a diciembre.

En 2012 la empezamos a sacar cada dos meses, una regularidad que se respetó hasta 2014. Nunca dejamos de crecer y terminamos con 80 páginas que ya no cubrían solamente Salta sino que apuntaban al rock de las provincias y a intentar una agenda algo distinta a la de los medios principales.

El número 22, que preparamos pero nunca pudimos sacar, iba a tener a Valle de Muñecas en la tapa, además de notas sobre bandas de Santa Fe, Misiones, Jujuy, Córdoba, Tucumán, La Rioja y ya no me acuerdo qué más. En la etapa que quedó trunca, mi idea era empezar a convocar a periodistas que pudieran aportar a ese camino desde distintas ciudades, algo que ya habíamos empezado a ampliar con Lucas Canalda en Rosario, Eduardo Marcé en Tucumán y Alejandro Wierna en Córdoba.

Para mí los días de cierre eran agotadores y hermosos. Edité, corregí y escribí la revista en todos los lugares posibles: en el departamento que tenía en la zona norte de Salta, en una piecita diminuta de una pensión porteña, en lo de mi vieja en Entre Ríos (que me cocinaba, algo muy bueno), en un hostal, en telecentros, en una empresa de colectivos del conurbano bonaerense donde laburaba de lavador y hacía de sereno los domingos, y en la gloriosa redacción, que era, básicamente, la casa de Bubu, nuestro enorme diseñador. Yo quedaba tan manija que inmediatamente empezaba a pensar en el número siguiente. La falta de guita nos impidió seguir publicándola, pero quedó un buen trabajo, siempre de la mano de mis amigos Santiago, Pece, Diego, Pablo, Bernardo y Rodrigo.

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