martes, 30 de agosto de 2016

Para defenderse en la vida


En octubre de 1980, Pipo Lernoud asistió a un concierto de Atahualpa Yupanqui en el Teatro Broadway. Cuando llegó a su casa, escribió: “Yo no soy quién para comentar este recital”.

La reseña “Confesiones de un cronista ignorante” apareció en el número de noviembre de la revista Expreso Imaginario y se convirtió en el sólo sé que no sé nada del periodismo cultural argentino.

“Me avergüenzo de mi ignorancia”, reconocía Pipo en el texto. “Mi vida ha transcurrido casi enteramente en algunos de esos compartimientos estancos en que se ha separado nuestra cultura, y estuve más cerca de Charly Parker, Jimmy Hendrix o Bob Dylan que de mi vecino Atahualpa”, decía, a modo de introducción culposa.


Pipo describía a Yupanqui como un “poeta de pocas palabras, cantor de las cosas reales, hacedor de metáforas luminosas” que pertenecía a un mundo de cielo abierto “que los citadinos casi no conocemos, y que Atahualpa conserva vivo en sí”. “Hay que escuchar esas verdades universales dichas en idioma local, fundidas en el idioma cotidiano de un enorme pedazo de país que está olvidado, al que le hemos dado la espalda”, agregaba.

El impacto fue tan grande que Lernoud, por entonces director editorial de la Expreso, no perdió tiempo. Entrevistó a Yupanqui días después del concierto y lo puso en la tapa del número de diciembre. El título que eligió para esa portada resumió la charla y la idea que se había iniciado en la crónica avergonzada: “Atahualpa, con el país adentro”.

“Así se hacía el Expreso. Nosotros íbamos de descubrimiento en descubrimiento”, dice Pipo Lernoud hoy, después de dos meses de notas, conferencias y eventos sobre la revista que le aceitaron los recuerdos. “Descubrimos a (Egberto) Gismonti y lo pusimos en tapa. Descubrimos a Hermeto (Pascoal) y lo pusimos en tapa. Cada cosa y cada golpe de viento que nos descubriera un mundo nuevo lo seguíamos, como cuando puse a OPA en tapa”, completa.

Este mes se cumplen cuarenta años de la aparición de Expreso Imaginario, reconocida como referente de la contracultura argentina. Al repasar los 78 números aparecidos entre 1976 y 1983 se percibe que la revista trascendió porque impulsó una manera de comunicar diferente, encontró un lugar dónde pararse. Realizó un periodismo sin cinismo que hoy no produciría el mismo impacto. Fue capaz de esquivar los mandatos de lo que debía ser y propuso una publicación abierta, capaz de mostrar un mundo en el que convivían Piazzolla, Spinetta, Frank Zappa, Gismonti, Yupanqui y Charly García con crónicas sobre Latinoamérica, textos que incentivaban la vida autosustentable, y hacían foco en el cuidado del medio ambiente y las culturas de los pueblos originarios.

Alfredo Rosso formaba parte del staff. Con más de cuarenta años en el periodismo musical, todavía disfruta de recorrer recitales under donde están las bandas que alimentan la escena actual. Rosso siempre encuentra tiempo para escuchar lo que suena hoy. También para explicar en profundidad la personalidad de Expreso Imaginario: “El lugar desde donde pararse lo tenía bien claro su creador y co-director, Jorge Pistocchi, y fue compartido por todo el núcleo de redacción, incluyendo a Pipo Lernoud, a Claudio Kleiman, a Horacio Fontova, a Fernando Basabru, a José Luis D’Amato y a mí, entre otros, sin descartar tampoco a Alberto Ohanián, quien además de plata luchó para allanar las muchas dificultades de una publicación que desplegaba sus alas en días tan oscuros”.

jueves, 25 de agosto de 2016

Bailando hasta que se vaya la noche

(Karma Sudaca en el escenario)

Qué buenos que están los festivales como el Tucumán Que Sea Rock que se hizo en el club Argentinos del Norte. Tocan un montón de bandas por un precio ridículo (cincuenta pesos, cuarenta las anticipadas) con canciones que no suenan en las radios y la mayoría está muy bien. Además, no  hay sectores VIP, la hamburguesa cuesta veinte mangos y viene con lechuga y tomate (esto último parece una boludez hasta que pedis una en cualquier festival pro y pensás en Capusotto diciendo uy, nos rompieron el orto). No se te va la vida en la birra. El merchandising no es de una franquicia rockera, sino de  pibes y pibas que pintan remeras, hacen artesanías, tatuajes, fanzines, discos y libros.

En estos eventos hay un clima súper agradable, nadie rompe las pelotas con “acá no se puede pasar”, los músicos dan todas las notas que uno necesita (muchos de ellos se acercan a hablar sin que los llamen) y se percibe un paisaje de entrecasa, de estamos acá porque nos gusta y no porque los medios nos están diciendo que tenemos que venir. Viejas al lado de los parlantes, sostenidas con el bastón, mirando al nieto. Chicas y chicos de Humanidades, familias enteras bailando en la cancha de básquet convertida en predio del palo.

Claro  que  también  hay  infiltrados, personajes de la eterna novela todavía en construcción llamada “No trascienden por pajeros”, la historia de músicos under que se comieron la del rock and roll por el lado equivocado y piensan más en joda que en el laburo.

Situación vivida en el festival que ejemplifica lo anteriormente mencionado: Hugo Maza, creador del sitio web Tucumán Que Sea Rock, que hoy celebra su quinto aniversario, está en la improvisada boletería del lugar, cortando los tickets. A último momento, el predio de la Usina del Norte, donde el evento estaba planificado desde un principio, no pudo albergar a las bandas. A contrarreloj, los organizadores debieron conseguir un nuevo espacio. Apareció el Argentinos del Norte, donde se hizo el recordado y desastroso Rock del Valle 2011. Los muchachos de TQSR gastaron más guita de la que pensaban por esta maniobra y ahora ruegan una buena convocatoria para poder empatar los costos.

En eso está Hugo, a las nueve de la noche, cuando aparece el baterista de Delirados, grupo stone que tocó al comienzo, cerca de las cinco de la tarde. Hugo y los dos muchachotes de seguridad especialmente contratados para abarajar barriletes en la puerta le piden que abra la mochila y descubren un par de envases de vino en su interior. “Te dije que no pasaras con vino, sabés que están los inspectores de la Muni vigilando. Te lo dije hace diez minutos y los intentás pasar igual”, dice Hugo, indignado. El batero le tira un ruego; dale, son unos vinitos nomás, para los pibes. No hay caso, no lo dejan pasar.

lunes, 22 de agosto de 2016


Si ingresan a este link van a poder bajar en PDF todos los números de la revista Rock Salta. Desde el humilde número 1, con 16 páginas inexpertas, hasta los laburos que sacamos entre 2014 y 2015, que para mí son muy buenos y estuvieron a la altura de cualquier revista especializada de estos años.

Logramos sacar notas buenísimas. La que se mandó Pablo Choke sobre la recorrida de Cerati en el noroeste fue una. O los rescates históricos sobre el rock salteño que hizo Diego Maita, que comprobó que en Salta hay rock por lo menos desde 1965. Hay un montón de cosas para rescatar.

La idea surgió en el verano de 2011. Lo que inicialmente iba a ser una hoja semanal impresa con las mejores notas de la web se convirtió en una revista mensual con notas originales que hablaban de todo lo que tenía que ver con el rock en Salta. Sacamos 8 números durante ese primer año, de mayo a diciembre.

En 2012 la empezamos a sacar cada dos meses, una regularidad que se respetó hasta 2014. Nunca dejamos de crecer y terminamos con 80 páginas que ya no cubrían solamente Salta sino que apuntaban al rock de las provincias y a intentar una agenda algo distinta a la de los medios principales.

El número 22, que preparamos pero nunca pudimos sacar, iba a tener a Valle de Muñecas en la tapa, además de notas sobre bandas de Santa Fe, Misiones, Jujuy, Córdoba, Tucumán, La Rioja y ya no me acuerdo qué más. En la etapa que quedó trunca, mi idea era empezar a convocar a periodistas que pudieran aportar a ese camino desde distintas ciudades, algo que ya habíamos empezado a ampliar con Lucas Canalda en Rosario, Eduardo Marcé en Tucumán y Alejandro Wierna en Córdoba.

Para mí los días de cierre eran agotadores y hermosos. Edité, corregí y escribí la revista en todos los lugares posibles: en el departamento que tenía en la zona norte de Salta, en una piecita diminuta de una pensión porteña, en lo de mi vieja en Entre Ríos (que me cocinaba, algo muy bueno), en un hostal, en telecentros, en una empresa de colectivos del conurbano bonaerense donde laburaba de lavador y hacía de sereno los domingos, y en la gloriosa redacción, que era, básicamente, la casa de Bubu, nuestro enorme diseñador. Yo quedaba tan manija que inmediatamente empezaba a pensar en el número siguiente. La falta de guita nos impidió seguir publicándola, pero quedó un buen trabajo, siempre de la mano de mis amigos Santiago, Pece, Diego, Pablo, Bernardo y Rodrigo.

viernes, 19 de agosto de 2016

Es menester

(La foto no es mía, la saqué de acá)

Esta tarde tengo que hacer al menos tres notas que suman unos 18 mil caracteres, pero acá estoy, escribiendo sobre lo que siento que necesito escribir. No sé si les pasará: aparece una idea y la única manera de quitarla de la mente es decirla. Una vez estuve armando un texto hasta las dos o tres de la mañana. Quería terminarlo en ese momento pero ya no aguantaba, estaba muy cansado, así que me fui a dormir. A las cinco de la mañana me desperté después de haber soñado con lo que me faltaba escribir. Fue como si el texto me dijera “dale, puto, terminá”. Y me levanté, no me quedaba más opción. Otra vez me colgué con la reseña de un disco que nadie me pidió, que solamente apareció en este blog. Mientras lo escribía iba pateando al editor de una revista, que me preguntaba si ya tenía el artículo que me había pedido para ese día. Le decía “ya casi lo tengo” y escribía el otro texto. Al final, sobre la hora, terminé las dos cosas.

Hoy me levanté y lo primero que leí fue un lindo texto de Martín Pérez que contaba sobre la musicalización de una visita médica y se preguntaba qué había sido de Los Redondos, que hoy suenan en todos lados, en el barrio y en el country. Se preguntaba si la música había triunfado o si había sido apropiada. Eso que siempre nos preguntamos, porque nos da miedo pensar que lo que nos formó y lo que amamos se convirtió en instrumento del sistema, ese fantasma que nos espanta porque somos de izquierda, leídos y políticamente correctos, aunque nunca dejemos de convivir y usufructuar lo que cuestionamos.

Yo creo que los Redondos ganaron porque sus ideas trascendieron. Consiguieron lo que buscaban. ¿Qué es más importante? ¿Las peleas del Indio y Skay por los famosos videos o haber sido educado por esa coherencia que hoy es cliché? A la hora de revisar la historia, cuando mis nietos se enteren de que su abuelo se ponía a revolear birra en los bares cuando sonaban las canciones de Patricio, lo que se va a recordar no es el guiño del Indio a 678 ni el barro de Gualeguaychú. Lo que se va a decir es que los Redondos tomaron el ejemplo de MIA, el grupo independiente de la familia Vitale, y lo llevó a lo máximo. Saltó los decorados del rock, como decía la famosa premisa de la banda. Eso significó no estar dentro de la maquinaria de sponsoreos, prensa, festivales, rotación y promoción que engloba a todo el rock “profesional” de estos días.