domingo, 10 de septiembre de 2017

Los días poderosos

(La Feria del Centro reunió a distintos sellos y editoriales. Foto: Facebook Discos del Saladillo)

Jueves 7 de septiembre

Empiezo el taller “Cómo encontrar poesía en el motor de un auto”, dictado por Fabián Casas en la Biblioteca Nacional. Una actividad gratuita que convocó aproximadamente a 300 aspirantes que nos inscribimos online durante el mes de agosto. Finalmente, quedamos unas cincuenta personas seleccionadas por orden de llegada virtual. Algunas, según cuentan durante la presentación general, ya participaron en ediciones anteriores del taller y ahora reinciden. Casas aprovecha su experiencia para pedirles que cuenten un poco de qué se trata todo esto que nos reúne.

Casas escribe como habla. O habla como escribe. Usa las mismas palabras y expresiones que luego vuelca en los textos. Su manera de llegar a la cuestión es ejemplificar, recordar episodios y películas, comparar la escritura con todo tipo de actividades y tirar nombres de escritores como un kiosquero con Rapipago cobra las boletas durante la primera semana de cada mes. No para. En una hora y media habla de Ricardo Zelarayán, James Joyce, Tolstoi, Martín Rejtman, Borges, Arlt y más. Nos alienta a liberarnos de la influencia. A romper con el mandato. A usar la escritura en función de lo que queremos contar. Al final nos da una consigna para la próxima clase y nos recita poemas de Mariano Blatt y Daniel Durand. El de Durand me encanta. Se llama “Nunca escribiré un poema sobre Los Beatles”:

Un día un amigo me contó
que los Beatles tenían tanta plata
que podían comprarse una ciudad como Concordia
con todo lo que había adentro.
Dos noches estuve sin poder dormir
pensando que en cualquier momento se venían los Beatles
a comprar la ciudad con todo lo que había adentro.

Viernes 8  

Son las 7.30 de la mañana y estoy en la terminal de Retiro. Hace cinco minutos tendría que haber empezado el viaje hacia Rosario pero los trabajadores la UTA están de paro desde las doce de la noche. Tengo que viajar para participar de la primera Feria del Centro, que se realiza desde ayer y se extenderá hasta el domingo 10. Cuatro jornadas en las que se unen las industrias culturales de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. Pero no hay bondis. Me cabe por vivir en país macrista.

Para el mediodía la cosa ya está solucionada. Viajo en auto con dos rosarinos que me cuentan los entretelones de la escena del rock de Rosario. Nada nuevo: grandes bandas que se separan, internas boludas regidas por el ego que divide a los que podrían hacer cosas juntos, falta de lugares para tocar, público que prefiere ver bandas tributo, productores inescrupulosos y garcas, gente vendehumo. La escena rosarina carga con las mismas taras que las de las demás ciudades del país. Al menos en este viaje.

Llegamos a las tres de la tarde. A las cuatro tiene que arrancar la charla "El rol del periodismo en las escenas locales", una actividad en la que tengo que comentar mi experiencia como periodista que cubre el rock de ciudades que no tienen una industria montada alrededor. También van a participar los periodistas Lucas Canalda, ex Rock & Pop y Radio Metro de Rosario, actual hacedor del excelente sitio Rapto; y el cordobés Rodrigo Piedra, de Indie Hoy. Va a coordinar todo Andrés Conti, del sello rosarino Discos del Saladillo. Conti, también periodista, escribió hace poco un artículo en el que analiza la actualidad del rock rosarino y llega a esas conclusiones comunes que me habían comentado en el auto.

La charla finalmente arranca a las cinco. Somos más o menos veinte personas hablando de lo que ya veníamos hablando hace rato. De lo mismo que vamos a seguir charlando después de terminar. Qué falta, qué se hace mal. Que los periodistas no toman en serio a las bandas locales. Que no las escuchan y preguntan siempre las mismas cosas básicas como “¿Y por qué se llaman así?”. Que los músicos no te mandan una gacetilla ni locos y que no son capaces de escucharse entre ellos. Que son pocos los que conocen las canciones de las demás bandas que conforman la escena. Que falta una visión común, de objetivo unificado aunque los intereses sean diferentes. Que no hay una mística creada alrededor de la escena, como puede ser que tenga La Plata. Que hay que armarla aunque sea puro humo. Que nadie se sabe vender, en el sentido no comercial de la palabra. Que los medios locales tenemos que generar una agenda propia porque allí está la posibilidad de lograr un desarrollo periodístico de la escena. Que no podemos esperar que los grandes medios se hagan cargo de eso.

En la feria hay varios stands de sellos independientes. Me dan discos de Mi Nave, Aguas Tónicas, Ovnitorrincos, Mariano Conti, Kif Kroker y Alucinaria. También Mañana, el tributo a Los Gatos en el que participan Matilda, Pol Nada, Päl Das Shutter, Nausicaa, Juani y la Paz Ciencia, entre otros. En el puesto del sello cordobés Lo-Fi Records ligo el compilado 4, de 2013, que tiene canciones de Fonez, Juan Gris, El Poncho de Clint Eastwood, Piquillín, Ultrasuave y más.

Me pongo a charlar con el santafesino Juan Curto, que lleva adelante el ciclo audiovisual 2 Canciones, del que ya participaron, entre otros, El mató a un policía motorizado, Anticasper, Bestia Bebé, Billordo, Mariana Paraway, Prima Limón y Los Reyes del Falsete. “La idea es que estos compositores y sus canciones sean vistos y escuchados en todos los medios posibles, contribuyendo a la construcción de una red de circulación nacional de música independiente y autogestiva”, dice el flyer que me acerca.
 
                     

A las nueve de la noche, los empleados estatales empiezan a tirar el clásico “vamos saliendo” que clausura todas las reuniones que se quieren extender. Encaramos a una pizzería y vemos la cartelera del diario La Capital. “Nada bueno va a aparecer ahí”, nos dicen los locales. Nos llevan a El Diablito, un ex cabaret devenido en bar pequeño y oscuro que no tiene música porque los vecinos se la tienen jurada. La leyenda cuenta que los integrantes de Queen estuvieron acá en el 81. Incluso está marcado el rincón en el que se habría sentado Freddie Mercury. Me siento ahí y me pido un fernet. Me lo cobran cien pesos, pero está bien. El lugar es muy lindo.

A la una de la mañana caminamos un par de cuadras hasta Downtown, una casona antigua devenida en bar recontra cheto donde hoy tocan The Puñeters, Mi Primo Fosforescente y Gay Gay Guys. Hay que decir que está buenísimo y que el escenario suena fenómeno. Llegamos durante el set de Mi Primo, que me recuerda a Soda, Cerati, Café Tacvba y alguna cosa más. Está bien, pero no me dice demasiado. GGG es otra cosa. Transmiten más. Son más intensos, irónicos y cínicos por momentos. A veces cándidos y hasta ingenuos. Su cantante, que en medio de las canciones exagera la ambigüedad sexual, en los baches habla como un integrante de grupo de rocanrol. Está vestido con la 10 de Maradona del homenaje de 2001 y un short de Rosario Central. Dice que si el rock sirve para algo es para combatir y pide por Santiago Maldonado. Suenan al rock alternativo noventoso y a todo lo que derive de allí. Al final se ponen en sintonía con los Ratones Paranoicos.

                      

Volvemos al Diablito, hasta las cuatro. Nos ubicamos en una mesa que todavía tiene los restos de los comensales anteriores. Vasos vacíos, papeles y dos entradas cortadas del recital que Fito Páez dio hace unas horas en el teatro Astengo. Un show de solo piano que a cada uno de nuestros predecesores de bar les costó 950 pesos. Hay un piano al fondo del Diablito. ¿Lo tocará Fito de vez en cuando? ¿Vendrá Fito? ¿Se habrá sentado acá Freddie? ¿El Diego lo habrá hecho cerrar durante su etapa leprosa?

Sábado 9

Me levanto media hora antes de que se termine el lapso habilitado para el desayuno en este hotel céntrico. Mientras me bajo un café con dos sánguches de jamón y queso leo la reseña del recital de Fito que publica La Capital. “Quizás sería pueril y hasta superfluo realizar la crónica de un nuevo show de un artista rosarino que, con más de 30 años de trayectoria, docenas de discos, múltiples galardones y cinco Grammy Latinos, vuelve a su ciudad natal. Sin embargo, Fito Páez siempre se reinventa”, arranca la crónica de Hernán Osuna. En las redes, Fito sube un video del concierto. Se lo ve en plena arenga al público durante “Y dale alegría a mi corazón”. Un éxito.

Una publicación compartida de Fito Páez (@fitopaezmusica) el

Otro diario, Perfil. Columna de Fabián Casas: “Mariano Blatt, el Pibe de Oro”. El texto es, básicamente, un resumen de mucho de lo que nos dijo el jueves. “Hay algo similar entre los grandes poetas y los grandes maestros de ajedrez. Un gran maestro del juego ciencia suele tener en su cabeza toda la información de casi todas las grandes jugadas del mundo y cuando juega contra otro gran maestro durante un larga partida suele saber los movimientos que va a hacer el otro. Hasta que uno de los dos hace la jugada inesperada. Con los poetas suele pasar lo mismo”, dice.

Antes de ir a la Feria voy hasta Balcarce al 600, la cuadra donde vivía Fito con su familia antes de mudarse a Buenos Aires. Quiero ver si puedo encontrar algunos detalles descriptivos que me ayuden a contar un artículo larguísimo que estoy preparando desde febrero sobre él y que quiero terminar de una vez pero no puedo porque, básicamente, Páez no me responde los pedidos de entrevista. Son esas cosas que no le pasan a Claudio Kleiman o a Simon Reynolds. La casa chorizo no está más. La tiraron abajo más o menos en el 90, después de que estuviera casi cuatro años abandonada y solitaria. La vida allí se terminó en noviembre del 86, cuando dos tipos asesinaron a las abuelas de Fito y a la mujer que trabajaba como doméstica. Hoy hay un centro médico. Al frente todavía está el estacionamiento en el que la jueza Alejandra Rodenas, hoy candidata a diputada nacional, observó a su amigo una madrugada, mientras el músico miraba desde afuera y lloraba contando recuerdos.

Hablando de Simon Reynolds, salió en La Agenda la entrevista que le hice por mail para promocionar sus charlas en Córdoba y Buenos Aires. Me respondió mucho más de lo que finalmente quedó en la nota. Voy a tener que postearla completa en este blog.

En la Feria está el stand de El Qubil, donde se promociona el ciclo “Rosario: 50 años de rock en castellano”, que desde hace un par de temporadas viene homenajeando a la escena local. El 17 de septiembre se va a hacer una nueva fecha. En el teatro Vorterix de esta ciudad van a tocar Mamita Peyote, Los Sucesores de la Bestia, Zona 84, Sistole, Ismael Torres y más. También están los stands de Polvo Bureau, Santa Fe Recording, Rompe, Basura! Discos, Audio Buró, Planeta X, Fluorescente Discos, Yovizna Discos y más. Además hay puestos de libros regionales, stands de productos artesanales, videojuegos, sala de exposiciones, un pequeño escenario para shows en vivo y un food truck que vende cerveza artesanal desde una heladerita. Todo de cara al inmenso Río Paraná y en diagonal al Monumento a la Bandera, que está en refacciones.

A las siete de la tarde, mientras entrevisto al periodista Horacio Vargas para mi nota sobre Fito, se larga una tormenta demencial. Vargas, autor de la biografía de Fontanarrosa, escribió el libro “La vida después de la vida”, un ejemplar que se puede conseguir usado por Mercado Libre y que es un excelente compendio de los primeros años de Páez. Vargas además participa de la feria con el stand de su sello jazzero BlueArt.

En una pausa de la tormenta aprovechamos para ir hasta la Sala Lavardén, donde hoy se va a presentar Rodar, el disco en colaboración entre Litto Nebbia y Pez. El lugar es hermoso. No quiero ser insistente, pero tengo que volver a mencionar a Fito y decir que en este teatro grabó Circo Beat. Lo hizo acondicionar especialmente para captar la esencia rosarina que quería plasmar en el álbum, algo así como el Sgt. Pepper’s del rock argentino, conceptualmente hablando, claro. Me pongo a charlar con un periodista que me cuenta que hace algunos años trabajó en la Sala, que ahora es una plataforma multidisciplinaria en la que se pueden encontrar, por ejemplo, roperos que llevan a otros lugares.

Cerca de las diez de la noche se abre el telón. Los Pez rodean a Litto, que está sentado frente a un teclado al medio del escenario y tiene auriculares negros y anteojos al tono. Empiezan con “Rodar (sin celular)”, la primera canción del disco. Después siguen “Mujer de carbón”, “El rey lloró”, “Rock de la mujer perdida”, la excelente “Cadenas y moneda”, “Lágrimas de María”, “Hogar”, “Soy de cualquier lugar” y más. Suenan mucho más poderosos que en el disco. La unión musical es muy sólida, no es para nada forzada. Litto canta con un aplomo extraordinario y no falla una. Los Pez se apoderan del sonido de manera mucho más profunda que en el disco. Y todo suena mejor. Desde 1970 que Nebbia no sonaba tan rockero y toca como si no hubiesen pasado los años. Como si esto fuera lo que ensaya todas las semanas. Además, hacen canciones que no están en el disco, como “Sólo se trata de vivir”. Los Pez hacen solos “Para las almas sensibles”, con Litto en el escenario escuchando atento. Juntos hacen “De la vieja escuela del amor”, una canción que está en Rock Nacional, el disco de Pez de 2016. Cuando terminan, Ariel Sanzo dice “¿Sabés lo que es que Nebbia te cante una canción?”.

Afuera llueve como si fuera la última vez. Hacemos tiempo hasta que los empleados del lugar sacan a relucir el “vamos saliendo”. Entonces caminamos bajo la tormenta hasta la zona de la Plaza del Che, donde hay un bar repleto de gente guarecida que nos ve entrar con horror. Pedimos cerveza y unos sánguches tremendos recomendados por la moza que, me cuentan, es estadounidense y vive acá desde hace diez años.

La lluvia es una lástima porque nos arruina los planes. Teníamos toda una agenda programada que incluía el recital de Nebbia y Pez, Viva Elástico en un lugar cerca de la Feria, grupos rosarinos en McNamara y otras bandas en una casona que todavía no sé dónde queda. Hay que empezar a descartar. VIva Elástico olvidate, me dicen, debe estar toda inundada la zona. Vamos a McNamara. Tocan Valle, el grupo de los ex integrantes de Alucinaria; junto con Riel y Prepizza. El lugar está lleno, no podemos pasar. Sólo queda ir hasta Puerto de Ideas, “un bar donde no hay agua, cerveza nomás”.

Puerto de Ideas es una casa chorizo convertida en bar under parecido al Antro Mágico porteño. ¿Todavía está el Antro Mágico? Hace años que no paso por ahí. En Puerto de Ideas la cerveza cuesta sesenta pesos. La pizza, ochenta. Y en una pieza está tocando Korben Dallas, un excelente grupo instrumental que tiene un disco en el que posan lookeados como si fueran Los Chalchaleros.

                                        

Pero la noche está rota. Somos pocas personas. Como ya no llueve, encaramos otra vez para El Diablito. Otra vez al rincón de Freddie Mercury hasta que el de la puerta decida que es hora de salir.

Domingo 10

No para de llover pero ya no hay paro de la UTA. Aprovecho el desayuno y pregunto hasta qué hora puedo extender el check out. “Hoy hasta las 15, señor”. Mi colectivo sale a las 17. No puedo hacer mucho más que esperar, encerrarme e intentar liberarme para poder escribir.

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