martes, 12 de mayo de 2020

Si yo pudiera como ayer querer sin presentir


Hace veinte años Las Pelotas era una banda de rock que nadie cuestionaba. Poseía una mugre que la convertía en el sujeto a respetar de la reunión, un vértigo suburbano que se alimentaba de la falta de esperanzas. Sus discos gritaban que todo era difícil. La displicencia social de Germán Daffunchio, herencia del Luca Prodan que en 1987 presagiaba su propio final, era una de las caras visibles del grupo. La otra era la de Alejandro Sokol, el frontman cachivache existencial que tenía la elegancia de un Gacel 88 estacionado en la puerta de un kiosco y era capaz de transformar heridas en canciones sin perder el sentido del humor.

La salida de Sokol en 2008 consolidó un rumbo introspectivo que siempre había formado parte de la banda y se acentuaba desde mediados de los 2000. Con el tiempo el grupo cambió de sonido y conceptos. Hoy Las Pelotas ya casi no musicaliza sus reflexiones con guitarras sino que flota sobre colchones de teclados climáticos que carecen de rudeza. Como las reuniones de ex compañeros de la secundaria que se tienen que ir temprano porque al otro día trabajan, la banda arrastra el recuerdo de vivencias salvajes y mantiene un presente de comodidad elegida que le sienta muy bien a sus aspiraciones. Por ese camino transita Es así, el nuevo disco.

Algunas letras de este trabajo flamante podrían haber formado parte de la mayoría de los álbumes anteriores, residuos de una época que no se borra del todo. “Es así como quisieron que estemos hoy”, canta Daffunchio en “Nadie fue”, uno de los cortes de difusión. Unos versos más adelante dice que la verdad está en los hechos y luego repite un lánguido “si ya sé, todo bien, es igual, nadie fue”, que está más cerca de la abulia grunge del “oh well, whatever, never mind” de Kurt Cobain en 1991 que de la postura centennial agrietada de estos días.

El mismo año en que Nirvana trascendía con “Smells Like Teen Spirit” Las Pelotas presentaba su disco debut. “Llévanos adonde no haya dolor”, cantaba Sokol y resumía la súplica de los ingenuos corderitos que estaban listos para dejarse arrastrar por el rayo privatizador del menemismo. Daffunchio aún piensa de esa manera. Cree que una mano invisible nos domina a través del consumo y las decisiones de los gobernantes, una característica que se plasmó de manera explícita en Máscaras de sal, el segundo álbum de la banda, con la ironía al máximo. En La clave del éxito (1997) todo fue más directo: “La clave del éxito es mantenernos dormidos, comiendo basura en paquetes, deshojando margaritas, llorando la novelita”.

Las Pelotas nunca perdió la mirada escéptica hacia la sociedad argentina y su clase política. Jamás acompañó las etapas de comunión entre los funcionarios y la gente y siempre anticipó una oscuridad inevitable para todos. “Cuando asumió De la Rúa hicimos un tema que se llamaba ‘Solito vas’, que era un tema que decía que te rompieron el culo de vuelta. Y los medios nos decían ‘¿Cómo pueden ser tan pesimistas? ¿Cómo no tiran buena onda?’”, recuerda Daffunchio desde su casa de Traslasierra, donde está encerrado mientras espera que la cuarentena se termine. “Hay una parte nuestra que siempre fue así. Hay un montón de canciones que están dirigidas para esos lados”, agrega.

En la línea histórica de sus discos, “Nadie fue” está reforzada con un videoclip en el que todos los gobiernos que tuvo la Argentina van a parar a la misma bolsa. Ese mensaje, en tiempos de militancia explícita, muestra que la banda no sintoniza más con la juventud maravillosa. El precio que Las Pelotas tiene que pagar por su coherencia es el de ya no ser un referente.

                  

“A mí me chupa un recontra huevo lo que digan de mí: tibio, frío, caliente. No me interesa en lo más mínimo. Yo sé lo que viví, lo que llevo vivido. Y sé que a mí el Estado jamás me dio nada y siempre padecí las políticas económicas de este país con el cuento de que ‘ahora sí’. Siempre mostrando una cosa que a mí me pasaba por el costado porque nunca lo vi”, dice Daffunchio. “No tiene nada que ver con una cosa partidaria -aclara-. Hoy en día se estudia mucho más la mente humana, tenés asesores de imagen, te arman un cuento que vos te lo comés doblado. Menem, cuando asumió en este país, había prometido una revolución productiva. Lo que menos hubo en la Argentina fue una revolución productiva. Al contrario, se vendió todo. Fue el principio del fin, la destrucción total de Argentina. Y sin embargo nadie se hizo cargo nunca jamás. Nadie. ¿Dónde estaban? Muchos eran los padres de muchos políticos que ahora están en el Congreso o por ahí eran ellos mismos, que levantaron la mano cuando dijeron de privatizar YPF. ¿Qué estaban pensando cuando la privatizaron? ¿Qué pensaron? Y después decimos ‘combatiendo al capital’. No sé quién combate al capital en este momento”.

La actitud “todo está perdido” en Las Pelotas siempre dejó un pequeño espacio para la ilusión que asomaba en las advertencias que hacía la banda en aquellas canciones. Señalar que todo estaba mal era aspirar a un cambio. En el nuevo disco esa intención está ausente casi por completo. Como en el tango, el grupo no puede querer sin presentir.

“Al principio vos salís con una guitarra a hacer una revolución. Entonces es todo para afuera: (canta) ‘la clave del éxitoooo’. ‘Oveeeejaaas’. Y en un momento me pasó, o quizás le pasa a todo el mundo, que empecé a mirar para adentro, porque afuera no hay nada. Afuera solamente hay caos”, explica Daffunchio.

“Empezó una búsqueda interna porque estamos atrapados. Esto de vivir para trabajar y trabajar para gastar, para tener -sigue-. ¿Quién es el que consume? ¿Qué es lo que consumís? ¿Qué es lo que a vos te gusta realmente? ¿Qué es lo que te impusieron y qué es lo que vos realmente necesitás? Es muy gracioso cuando ves las propagandas de hace veinte, treinta años atrás, lo que ofrecían como confort. Me recuerda a mis padres desesperados para comprar la cafetera automática y meterse en créditos para tener una cosa que en realidad no servía para tres pijas”.

En el balance, Es así suma un nuevo eslabón a ese AOR del rock chabón que comenzó con Despierta, Cerca de las nubes y Brindando por nada, los discos post Sokol del grupo. El álbum dispara preguntas y mira hacia adentro ya desde la tapa, que muestra el abrazo típico que se dan los músicos antes de cada concierto.

“La foto de tapa es espontánea, no fue posada. Estábamos saliendo a tocar”, dice Germán. “El abrazo tiene mucho que ver porque la música de Las Pelotas es una combinación de todos. Trabajamos todos en la música. Tratamos de evitar el gran conflicto que hay siempre en las bandas, que es la composición. Nos gusta mucho trabajar y componer juntos”, dice.

La composición es grupal, pero está muy apoyada en el aporte del tecladista Sebastián Schachtel. El sonido pop de “Díselo”, “Es así”, “Hasta que el sol” o “Ve atrás” marca el estándar del estilo pelotero actual. Hay una búsqueda de oscuridad climática y melancólica, como si por momentos la banda quisiera sumergirse en una pileta repleta de Disintegration. A veces hay luz, como en “Hasta que el sol”, que tiene un comienzo a lo Diego Rapoport en “Quedándote o yéndote” de Spinetta y cuerdas que iluminan el campo de dudas que ofrece Daffunchio (“Hasta que el sol limpie mi mente no te diré qué es lo que siento”). El reggae, una de las herencias más pesadas de Sumo que era otra marca de la casa, quedó definitivamente de lado.

“Mira”, “Ya lo sabés” y “Dando vueltas” son muestras sonoras del pasado de la banda con la guitarra como protagonista. “Dando vueltas” tiene, incluso, una voz más intensa, algo que las canciones más relajadas o dramáticas del disco en general no poseen. Es un formato que a Las Pelotas le sigue funcionando; no están acabados esos días. Sería interesante escuchar un futuro disco que los devuelva a ese camino.

“Ale se murió hace diez años y en Las Pelotas hay una cosa que cambió. Lo siento como la evolución natural de la vida. En mí hay muchísimas cosas que están más firmes que nunca, pero la música es un canal para descargar la vida, y la vida está en constante movimiento”, dice Daffunchio y asegura que, en el fondo, las estructuras de las canciones no significan mucho: “El tema puede salir con una guitarra o con cualquier cosa. Después está cómo lo vestís, cómo lo coloreás. Es parte de la diversión. Podés hacer un tema que sea nada más que una batería y un acordeón, cualquier cosa, pero la vuelta melódica y la vuelta armónica siempre es la misma. Eso es el trabajo. Ése es el desafío al hacer música a través de los años”.

Si Las Pelotas trascendió y se mantiene como una de las bandas más representativas del rock argentino de los últimos 25 años es porque consiguió autenticidad, sonido propio y la suerte de resonar en los oídos y cuerpos de muchas personas, algo que no es un mérito sino la combinación de azar, estar en el lugar correcto en el momento justo y la capacidad de aguantar cuando todo parecía decaer. Daffunchio sabe que lo que le pasa a la gente con sus canciones ya no le pertenece: “Es tan loco el arte, es tan loca la música. Vos por ahí hacés un tema por esto, por lo otro, y por ahí la persona que lo escucha lo hace en una circunstancia que ni siquiera le está prestando atención a la letra. Pero por ahí se está echando el polvo de su vida y le va a quedar grabado, no se olvida más de ese tema”.

Hoy Daffunchio espera y vive el encierro con ansiedad. El grupo debió cancelar una presentación en el Hipódromo de Palermo y una gira por España. Sin escenarios sólo queda componer. “Estamos haciendo eso, cada uno está tocando por su lado desesperadamente”, cuenta, y revela que pasa las horas intentando combatir el síndrome de abstinencia porque salir a tocar para ellos “es casi una necesidad sanguínea”. “Así es nuestra vida”, dice, y agrega en broma que en cualquier momento lo vamos a ver en algún subte, o alguna estación de tren, tocando y cantando en una carpa transparente. “Lo más probable es que me dedique a la agricultura, a tratar de sobrevivir. Si la cosa va a ser así, hay que empezar a tratar de producir la propia comida”, dice finalmente, siempre con la esperanza escondida detrás de la resignación.

Nota publicada en La Agenda

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