martes, 11 de noviembre de 2025

Confesiones de invierno

(Foto: Nora Lezano)

Hay algo en Nito Mestre que luce como un don y una condena. Hace menos de un mes cumplió 73 años y todavía posee una voz que conecta sin obstáculos con los tiempos de Sui Generis, la banda que lo volvió inmortal. Cuando interpreta el repertorio del dúo que integraba con Charly García, es capaz de provocar un regreso a la adolescencia en las personas que lo escuchan. Como si tuviera el secreto de la juventud eterna. Sin embargo, ese talento también es un límite. Porque puede cantar las canciones más maravillosas, pero sabe que serán siempre las mismas.

Esta semana, Mestre subirá al escenario del Teatro Opera y volverá a cantar esos viejos temas que todos le piden. Será el viernes 5, el día que se cumplirán cincuenta años exactos del Adiós Sui Generis. El show, que ya tiene entradas agotadas, se presenta como un homenaje a la legendaria despedida en el Luna Park. Mestre promete un concierto con sorpresas e invitados que se niega a revelar. Y dice que durará casi como las dos funciones sumadas que se hicieron aquella noche de viernes de 1975.

A Mestre no le molesta la repetición. Aunque no se reconoce nostálgico, suele hacer espectáculos temáticos para celebrar algún aniversario de su etapa más recordada. En los últimos años realizó shows por el medio siglo de los discos Vida y Confesiones de invierno. Si lo invitan, como en 2024 durante el show de Milo J en el estadio de Deportivo Morón, es para cantar “una que sepamos todos”. Y si bien no ha dejado de publicar material inédito, a partir de la década del noventa se volvió un artista pragmático que entiende que competir contra el gusto popular es una tarea imposible.

Hoy trabaja de clásico. Quizás ese rol tenga que ver con el orden que le dio a su vida. Sobrio desde 1997, Mestre se aleja de todos los problemas. Dice que en el escenario siempre tiene un Plan B, e incluso un Plan C. Pero esa actitud también parece parte inseparable de su forma de ser. Como si hiciera de la previsibilidad el mejor destino. Por eso es extraño que prometa sorpresas para este viernes. ¿Hay algo más detrás de esas canciones de toda la vida?

FORMAL Y CORTÉS

Flota en el aire una sensación de revancha en este show de repaso al Adiós Sui Generis. Mestre se dispone a ofrecer el recital que él cree que el grupo tendría que haber brindado hace cincuenta años. Con canciones populares y sin tanto despliegue individual de los músicos. Lo contrario a lo que ocurría en la etapa final de la banda, que para 1975 ya no era el dúo que ablandaba la milanesa, como decía Pappo, sino un cuarteto eléctrico que completaban el bajista Rinaldo Rafanelli y el baterista Juan Rodríguez.

“Va a haber temas que sí estuvieron y temas que debieran haber estado y que no los tocamos. Lo que pasa es que en esa época había una tendencia instrumental, pero que no era solamente de Sui. Era mundial. Vos escuchabas a King Crimson, Yes, y los temas duraban, qué sé yo, diez minutos, un lado entero. Ahora si no llegás al estribillo en menos de un minuto, se empiezan a poner nerviosos y toman calmantes. Sacan el celular”, dice Mestre, sentado junto a la mesa de un bar vacío de Palermo que abrió sus puertas sólo para él. “Los temas se pueden arreglar. ¿Para qué hacer seis compases para llegar a tal lugar? Ese tipo de cosas de la época se pueden abreviar o adaptar”.

Aquella formación de Sui Generis tenía una dinámica que por momentos dejaba a Mestre afuera, literalmente. “Cuando tocábamos ‘Un hada, un cisne’ yo me iba a tomar un té, directamente. Pero había que dejar explayar a los muchachos. No le podía decir a Rinaldo ‘¿Me podés hacer un solo más corto?’. No había eso de ‘Vamos a ponernos del lado del público, a ver qué le pasa’”, dice, y agrega que piezas tan extensas como esa canción, que en el disco Adiós Sui Generis alcanza los 27 minutos, provocaban un gran aburrimiento. No sólo en él. 

“Yo me iba a tomar un té, pero la gente también se iba. O se ponían a hablar, a hacer cualquier cosa. Está bien, a Jaco Pastorius se lo perdonás. ¿Pero cuánto dura un solo de Jaco Pastorius? Dura poco, no mucho. Algo lógico”, dice. El resto de la historia es demasiado conocida. Sui Generis llenó dos veces el Luna Park en una sola noche. De allí salió un disco que Sony Music está a punto de reeditar en un box set de tres vinilos. También se filmó una película, dirigida por Bebe Kamin, que en 2024 tuvo un reestreno en el Bafici con una copia restaurada.

Lo que no todos recuerdan es que al momento de la despedida, Sui Generis también grababa un disco nuevo que nunca fue terminado. Se iba a llamar Ha sido, un juego de palabras que remitía al ácido lisérgico. Pero las cintas de ese trabajo se perdieron. Hoy flotan en ese gran Triángulo de las Bermudas que es el destino de los archivos en Argentina. Sin embargo, algunos rastros quedaron. Muchas de las canciones de Ha sido fueron a parar a los trabajos siguientes de Mestre y Charly García. Además, algunas fueron tocadas en vivo durante el Adiós Sui Generis. Una de ellas era “Nena”, que en 1978 fue grabada por Serú Girán bajo el nombre de “Eiti-Leda”.

“Para mí siempre fue un tema de Sui”, dice Mestre, que a la hora de hablar de esa canción la nombra con su título original y no con el que logró trascender. Entonces, es probable que “Nena” suene en el Teatro Opera. “No sé si entero. En una de esas voy a hacer un medley. Lo vamos a probar”, advierte.

Luego del Luna Park, Sui Generis realizó algunos conciertos más. El último fue en Caleta Olivia, frente a muy pocas personas. Tras el show, el grupo sufrió tantos percances (accidentes, robos, choques) que sus integrantes decidieron acatar las señales y separar a la banda hasta nuevo aviso.

Y LAS AVES VUELAN

También en 1975, Mestre y Charly García grabaron el disco de Porsuigieco, el supergrupo que completaban León Gieco, Raúl Porchetto y María Rosa Yorio. Ese trabajo está a punto de ser relanzado en vinilo y CD por el Instituto Nacional de la Música (INAMU) en una edición remasterizada que sorprendió hasta a sus propios autores.

Pero esa banda no duró demasiado. En 1976, Mestre creó su proyecto más personal: Los Desconocidos de Siempre, un grupo folk con un gran despliegue vocal que fue una de las bandas más importantes de la segunda mitad de los setenta. Debutó en septiembre de 1976 en el Teatro Estrellas, en Riobamba y Sarmiento. Mestre había creado los primeros demos con el ex Los Gatos Alfredo Toth. Pronto se sumaron María Rosa Yorio (ex pareja de García y pronto pareja de Mestre), Rodolfo Gorosito, Osvaldo Caló y Francisco “Paco” Prati.

“Yo con Los Desconocidos de Siempre empecé trabajando mucho más que con Sui Generis. Eso la gente no lo sabía. Y también me prohibieron más algunas cosas que con Sui Generis. Como ‘Y las aves vuelan’, el primer simple”, recuerda Mestre. La censura llegó luego de que Los Desconocidos aceptaran participar de una publicidad de jeans Kansas. “Iban a hacer una campaña en el ’76. Entonces elegimos ‘Y las aves vuelan’, que ya lo teníamos grabado. Teníamos que hacer un video con ese tema. Lo largaron y duró tres días. Porque vinieron los milicos y sacaron todo. Claro, se iba a desmadrar. ‘Y las aves vuelan’ hablaba de la libertad. Olvidate”, dice. Esa canción es la que abre el disco debut homónimo del grupo, publicado en 1977. Un trabajo que merece una reivindicación pero hasta ahora no ha formado parte de ningún revival del rock nacional. “No le puedo meter un revolver a la cabeza a la gente”, dice Mestre. “Escribí vos y reivindicámelo vos”, agrega, y se ríe, como si un mayor reconocimiento no le interesara en lo más mínimo porque ya tiene demasiado.

Con sólo ocho canciones, Nito Mestre y Los Desconocidos de Siempre es un disco de escucha ineludible para cualquier fan del rock argentino. Tiene clásicos como “Fabricante de mentiras”, de García, un tema que podría haber formado parte de Ha sido. El álbum repasa el folk acústico vocal más puro, y también se sumerge en momentos de explícito rock de los setenta, con Gorosito en gran forma con su guitarra eléctrica. Los problemas empezaron después. Para el segundo disco, también homónimo, el grupo había sufrido cambios. Habían ingresado Ciro Fogliatta en teclados y un joven Mono Fontana en batería. Pero las cosas no salieron muy bien. El álbum fue grabado mitad en Buenos Aires y mitad en Brasil a mediados de 1978. Mestre todavía hoy se muestra incrédulo e indignado al recordar que Gorosito y Fogliatta no quisieron viajar. Tenían entradas para los partidos del mundial de fútbol que se jugaba en Argentina.

“Vos te quejás a veces de las cosas”, le dice Mestre a su mánager, Horacio Nieto, que escucha la entrevista en una mesa cercana de este bar. “Les digo ‘¿Cómo que no van a venir? Vamos a Brasil a grabar, nos quedamos un mes’. ‘¿Pero en el mes del mundial?’. ‘Sí, ¿qué tiene? En Brasil lo van a pasar en televisión, en colores’. Y no fueron. ‘No voy’, ‘No voy’. Entonces grabamos ciertas cosas en la Argentina”, sigue. Mestre había viajado impulsado por Billy Bond, que ese mismo año llevó a Brasil a los flamantes Serú Girán. Pero a diferencia de la feliz experiencia comunitaria de García con David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro, Mestre debió ver cómo su propio disco se le escapaba de las manos.

“Me acuerdo que llegué a Brasil solo. Me encontré con Billy, vamos al estudio el primer día, que jugaba Brasil con alguien. Vamos al estudio, empezaron, pusieron las cintas. ‘Ah, empieza el fútbol’. Pin, pararon todo”, dice. La mezcla tampoco fue buena. “Cuando me trajeron la cinta terminada me dijeron ‘Es esto’. Les digo ‘Pero esto tendría que ser diferente’. ‘No, ya está’. Eso es lo que no me gustó. Tiene esas fallas el disco”, agrega.

Los Desconocidos de Siempre publicaron un disco más. Saltaba sobre las nubes, de 1979, un trabajo que Mestre recuerda con más cariño. Aunque en ese momento el grupo estaba muy cerca de la separación. Después de la publicación del álbum, Ciro Fogliatta abandonó la banda. En su lugar ingresó Claudio Martínez en batería para que el Mono Fontana pasara a ocuparse de los teclados.

“Fue un desastre. Íbamos dos en tren, el otro en micro. Parábamos otro en un piso, otro en otro. Estábamos en cualquiera. Había motivos románticos en el medio que se habían cortado también. Y hubo cruce de gente. Era un quilombo”, dice Mestre, que recuerda que a esa altura su vínculo con Yorio “estaba congelado”.

“María Rosa empezó a salir con Claudio Martínez. Teníamos que estar todos conviviendo y era un quilombo. Y algunos tomaban partido para un lado y otros para el otro”, sigue. Además, Mestre recibió quejas por el reparto de las ganancias. “El último show lo hicimos en el Bauen, que me acuerdo el comentario de Charly, que vino antes de empezar y me dijo: ‘¿Qué ponés Nito Mestre y Los Desconocidos de Siempre? Poné Nito Mestre solo’ (risas). Y le dije: ‘Boludo, vos pusiste García y La Máquina de Hacer Pájaros’. Porque él tuvo algo parecido. Tuvo un pequeño quilombo también”, recuerda, sobre aquel desenlace temprano de La Máquina de Hacer Pájaros, que se disolvió luego de que Charly García decidiera retirarse del proyecto. El propio García resumió su ánimo en “Separata”, una canción del primer disco de Serú Girán: “Y tal vez/ No tuve ganas/ De verlos/ De estar con ustedes”.

TAMBIÉN TU NUMERACIÓN

Tras la separación de Sui Generis, los caminos de Mestre y García se separaron, pero no tanto. Siempre se mantuvieron cerca. Así fue que ambos participaron de los primeros discos solistas del otro. García invitó a Mestre en Yendo de la cama al living (1982), y Mestre hizo lo propio para 20/10 (1981). Por entonces, Mestre era tan popular que su teléfono no paraba de sonar. Fanáticos y fanáticas de sus canciones llamaban a toda hora para intentar contactarlo. Y él no daba más. Descolgaba el tubo por las noches para poder dormir pero el resto del día estaba obligado a atender. Y todo por su culpa.

“Yo vivía solo en Caballito, Malvinas y Rivadavia. En un departamento que me había dejado mi vieja. Y sonaba el teléfono cada dos segundos”, cuenta. El motivo era simple y ridículo. El título de su debut solista revelaba el número casi completo. No pasó mucho tiempo hasta que sus fans lo adivinaron: 631-2010. Mestre fue a Entel a pedir que le asignaran otro número. Mientras tanto, algunas de las canciones de 20/10 formaban parte de la banda de sonido de la vida cotidiana. Una era “Afuera de la ciudad”, de Charly García, un hit casi desconocido para las generaciones que vinieron después.

Tras un exitoso disco en vivo en 1982, al año siguiente Mestre publicó Escondo mis ojos al sol. Ese trabajo quizás haya sido la primera señal de que las cosas cambiaban. “Pelo Aprile retiró apoyo. Me acuerdo de la primera escucha, que dijo ‘¿Y dónde está el hit?’. Cantó Mercedes Sosa ahí. Hay un tema que hicimos con Spinetta. Era un disco para músicos, no para la gente. Era un disco para decir mirá, yo puedo cantar esto. Había temas de cinco minutos, cuatro y pico. Y no lo pasaban. La grabadora reculó y dijo chau. Y cuando te pasa eso, es complicado”, cuenta.

Ese falta de apoyo empezó a convertir a Mestre en un clásico. Desde entonces, sus discos dejaron de ser de escucha obligada. Es probable que la revolución ochentosa en el rock argentino también haya provocado que pasara a ser un actor secundario de la escena. Pero en 1986 hizo un esfuerzo por actualizarse. El resultado fue Nito, un disco producido por Cachorro López que a Mestre hoy no lo convence. Sin embargo, podría llevarse una sorpresa, ya que ese álbum no está muy lejos del sonido que buscan las bandas en 2025.

EL DÍA DEL AMIGO

La década del noventa fue caótica para Mestre. Luchó y cayó varias veces en su adicción al alcohol. Llegó a pensar que su muerte era cuestión de tiempo. Cuando comenzó la recuperación definitiva, en mayo de 1997, se aferró a la música. León Gieco, en pleno éxito del disco Orozco, lo llevó de gira por todo el país. Cerca del 2000 sufrió un accidente de tránsito. El periodista Sergio Marchi relató en su libro No digas nada que nunca vio a Charly García tan preocupado por alguien como ese día.

Los dos amigos se reunieron ese año para el regreso de Sui Generis. Grabaron un disco, Sinfonías para adolescentes, tocaron para miles de personas y se distanciaron tras el agotador proceso del álbum doble Sí (Detrás de las paredes), de 2001. Pero, como siempre, con el tiempo volvieron a verse y a cantar juntos. “Si te muestro el mensaje que me mandó anteayer... Que no nos veamos a menudo es porque todo el mundo sabe cómo está. Pero lo voy a ver un día de estos, porque me mandó un mensaje súper amoroso el otro día y yo lo llamé para el Día del amigo”, cuenta.

“Algunos me preguntan: ¿Charly va a venir a tocar al Opera?”, dice Mestre con un tono de hartazgo por algunas de las preguntas que está obligado a contestar en cada reportaje. No parece molestarle hablar una vez más de las anécdotas de Sui Generis. Podría contar sin problemas la historia de la cárcel en Uruguay o repasar de nuevo la grabación del primer disco del dúo. Pero no tiene ganas de escuchar cosas obvias.

Cómo no va a estar invitado Charly García, dice. “Somos compañeros de colegio”, sigue, como para que se entienda el vínculo profundo y lejano que mantienen, por si quedaban dudas. Invitado está, confirma.

Y remarca, como para que quede claro, que hay preguntas que no se hacen.


Publicado en Radar en agosto de 2025.

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