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lunes, 31 de octubre de 2016

Daddy Issues



Pablo Reyero cuenta tres historias “de verdaderos marginados” en Dársena Sur, un documental de 1997 que resulta insoportable por la crudeza que transmite. Aunque hayan pasado casi veinte años, hay que mirarlo. ¿Qué será de sus protagonistas? ¿Vivirán? Busqué a los tres personajes principales por Facebook. No encontré a ninguno. Atención, editores y periodistas freelance: averigüen qué pasó con esa gente, ahí hay una buena nota.

Diez años después, Reyero dirigió Ángeles Caídos, otro documental con una estructura similar: cuenta las historias de tres jóvenes de sectores marginales de la Ciudad de Buenos Aires. La diferencia es que al final se abre la puerta hacia una mínima esperanza.

Una de las historias es la de María Ángela, una adolescente que toca el cello en la orquesta de Lugano. Vive con su mamá, que tiene un kiosco en la villa. El padre no está. Se fue hace tiempo. Ángela dice que no tiene recuerdos del tipo ni ganas de reencuentros. “Ojalá que este año no venga mi papá”, dice.

“Mi papá no estuvo en mi primer día de la primaria ni la secundaria, pero mi mamá sí. Yo le debo por todo lo que ella hizo por mí cuando yo era chica. Ahora yo tengo que trabajar para ella. Quisiera que llevara una mejor vida, que se aleje de las cosas malas. La primera cosa mala es mi papá, porque se ve que la hizo sufrir mucho”, cuenta, rodeada de estatuas de vírgenes.

“Es muy triste si sentís que un padre no está con vos en los años que lo necesitabas. Yo estaba muerta y sobreviví. Cambié, sonreí. La música me hizo sobrevivir”, dice Ángela. Sólo la música puede darle amor sin pedir nada a cambio. Su mamá también, pero para Ángela, como para todos los hijos que se sienten en deuda, ayudar es una obligación, una culpa que vino de arriba que no se disfruta, se trata de cumplir.

Algo parecido vive Ezequiel, de 17 años, que en la escuela ya repitió dos veces porque, dice, no puede retener nada de lo que estudia. Pero con la música es diferente. Con la música se esfuerza más y más. Se hace preguntas y obtiene respuestas que no siempre le gustan pero lo estimulan. Toca el violín en la misma orquesta. Escucha hip hop y heavy metal.

Ángela y Ezequiel son dirigidos por Fernando, que prefiere escuchar desafinaciones antes que silencio porque cree que lo importante no es que estos chicos toquen en el Teatro Colón. Lo importante es que puedan desafinar. Desafinar es su derecho.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Paredón y después


Eli Suárez es un tipo tímido, callado, que anda por lo bajo. No le gusta sobresalir ni figurar. Prefiere hacer las cosas a su modo, con sus tiempos, austeramente, sin ostentaciones. Lo aprendió de sus referentes y de su familia, especialmente de su padre, Korneta, un poeta arrabalero que con poesía, música y acciones lo marcó para siempre. Tanto, que a veces esa herencia se transforma en una carga.

El 25 de mayo, apenas unos días después del decimo aniversario de la muerte de Korneta, apareció Ciudad Oculta, el nuevo disco de Los Gardelitos, la banda que continúa hasta hoy gracias a la tenacidad, el compromiso y, ahora también, por fin, las canciones de su hijo.

Ciudad Oculta regresa a las raíces musicales de la banda, al sonido que forjó a miles de fanáticos en todo el país. Rock con melodías tangueras, poesía de empedrado y suburbio. También se conservan las guitarras crudas de Oxígeno, el disco anterior, de 2008, algo que en su momento fue criticado por los fans ortodoxos y hoy reluce como una característica más. Ciudad Oculta está formado por seis canciones inéditas de Korneta y seis flamantes composiciones de Eli, las primeras que escribió después de ese debut compositivo (y además, hit) que fue “Mezclas raras”.

Ya con el nuevo trabajo en la calle y con respuestas positivas sobre su laburo, Eli confirma que es hora de adueñarse de la banda por completo y para siempre, asumir definitivamente el legado. “No es una cuestión de apoderarse sino que naturalmente va deviniendo en eso. Es natural. Con el tiempo te vas haciendo cargo”, dice, ya más relajado, una semana después de la salida de Ciudad Oculta. Mientras estuvo preparando las canciones casi no atendió llamadas, no revisó muchos mails. Se concentró solamente en la música con obsesión e inseguridad. Entre risas reconoce que volvió locos a todos en su familia, mostrándoles los temas a cada rato y preguntándoles si les parecían bien.

Salvo dos canciones que ya habían sido anticipadas (“Un taxi” y “Puño y letra”) el resto se conoció cuando apareció el disco. “A la letra de uno de los temas, ‘Viejo y querido rocanrol’, la hice una semana antes de publicarlo. Me salió sobre la marcha y quedó fresco. Se podría decir que el disco se tomó el tiempo que se tenía que tomar. Llegó en el momento que tenía que llegar. Y está bueno que sea fresco. Complementa con las canciones de Korneta, que esperaron tantos años para salir, y como los buenos vinos, se ponen mejores con el tiempo”, cuenta.