miércoles, 10 de julio de 2013

Enciende en sueños la vigilia


Si no es el grupo con los integrantes más losers del país, le pega en el palo. La Perla Irregular es una banda de pibes que no tienen carisma escénico, que arrancan el show pifiándola, disparando una pista que nada que ver. Con un tecladista (Nacho Zucal) que pide ver “esas palmas” casi sin éxito, con su instrumento colgando, dejando a Pablito Lescano como un conmovedor de masas. Pablo Vidal, su fundador, cantante, compositor y guitarrista, tiene un aspecto anti estrella de rock. Su look Paul McCartney 67, con bigote y flequillo, está más cerca de un oficinista setentoso congelado por el miedo al Proceso que de un hipster con onda; de esos que abundan en Buenos Aires y se mueven en bicicletas. Físicamente se parece al papá del nerd de mi colegio que no quiso ir a Bariloche y que a los 17 años escuchaba Lerner. Pablo Vidal parece eso, el que le da vida a lo gris y anodino.

Probablemente por esa razón, esa tara visual, La Perla Irregular nunca se vuelva masiva, aunque varios de sus temas exijan a los gritos ser incluidos en el ranking de lo mejor que dio el pop argentino en el último lustro. Y hay que saber diferenciar la canción pop de La Perla del pop a la Tan Biónica. No es lo mismo. El pop de La Perla Irregular es hijo de la canción popular de Litto Nebbia, Los Beatles, de las orquestas de Leonardo Favio y Sandro. De Almendra, Los Shakers y Pity Álvarez. De todo eso se alimenta América, el excelente y complejo álbum que apareció en septiembre y fue presentado anoche en el Teatro del Viejo Mercado, al frente del shopping Abasto.

En una pequeña sala colmada de amigos, familiares, periodistas, músicos y fans (en ese orden), La Perla Irregular confirmó su chapa de banda emergente grosa. A los seis integrantes del grupo se les sumaron un cuarteto de cuerdas y tres vientos. Trece músicos arriba para desarrollar la enorme imaginación musical de Vidal, que es un enfermo capaz de componer, grabar, producir y editar de manera independiente cuatro discos, un simple y un EP en cinco años.

El show repasó varias canciones de América, arrancando por la canción que le da nombre y que encierra el concepto del disco: pop barroco que representa la complejidad de nuestro continente. La mezcla de culturas, creencias, música y personas. Siguieron gemas (¿perlas?) como el hit soul “Guantes de mimbre y luz”, “Una delicada pizca de horror”, “Nosotros los monos”, el triste y hermoso “Rondó del bello divorcio”, la cruda “Un gran color” y temas de sus discos anteriores, como “(Sólo jugar)”, “Dos partes” y el cierre con “Guadalú”, ese éxito radial que nunca fue.

En vivo, La Perla Irregular suena más rockera y potente gracias a sus tres guitarras y a cierta desprolijidad improvisada que le da una polenta mayor a la sensibilidad de sus discos. Los coros de Nacho y el guitarrista Tingo Zucal (además, integrantes de Los Pels) elevaron el nivel de las voces. Las cuerdas y los vientos funcionaron tan bien que en los próximos conciertos se sentirá demasiado su ausencia.

Luego de una hora y media de show, América quedó oficialmente presentado. Probablemente no pase demasiado tiempo antes de que el grupo tenga un nuevo trabajo dando vueltas. Si todo sigue como hasta ahora, habrá más razones para creer que La Perla Irregular es la gran bestia pop de esta época.


La Perla Irregular – 27 de abril de 2013 - Teatro del Viejo Mercado – Buenos Aires. 
La foto es de Victoria Schwindt.

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