miércoles, 24 de julio de 2013

Llévame lejos


Son dos chicas jóvenes sentadas juntas sobre un escenario. Cantan y tocan. Leticia compone canciones hermosas, es dueña de una personalidad enorme que dentro de poco le permitirá escaparse para siempre de su talento musical. Abandonará Buenos Aires y se liberará definitivamente. Jimena es tímida, tiene vergüenza. Preferiría estar sola, dibujando o cantando sin público. De todas maneras, el orgullo que siente por lo que hace con Leticia la motiva y la empuja, le hace erguir el pecho y elevar su voz con cada estrofa. Le da fuerza a sus manos para tocar la guitarra. Ninguna nota saldrá con pudor, porque esos temas folk no tienen nada que esconder.

Tiempo después, casi enseguida, en 2009, Jimena carga con toda la responsabilidad. Debuta en solitario. Tiene una banda que la sostiene y un backup de shows encima, pero todavía se siente inexperta. Su inocencia de tablas y su tendencia natural a la baja exposición hacen que el concierto no sea muy agradable. Siente que es un espanto, que no la está pasando del todo bien. Pero se convence por lo mismo de siempre: las canciones. Se pone contenta al escuchar lo que suena. Desde entonces hasta hoy, Jimena López Chaplin tomó confianza, ganó experiencia y creció como compositora e intérprete.

Ya en 2013, Jimena pone a calentar agua en la pava y se maravilla cuando nota que la tostadora eléctrica funciona. Tras cinco minutos, las enormes rodajas de pan negro con semillas en los bordes saltan en la máquina y pasan a ser untadas con Mendicrim. Las “tostadas indies” acompañan a los mates saborizados con cáscara de naranja y forman el desayuno postergado de esta cantautora de 29 años que se despertó tarde y llegó sobre la hora a terapia, teniendo tiempo sólo para correr de un lado al otro. Al mediodía, ya en su departamento, recién puede probar algo.

El desayuno de este viernes de invierno reúne características similares a las canciones de su último disco: clásico, con matices y rasgos personales que van apareciendo de a poco. Con detalles que se notan en cada escucha, en cada mordida un poco más profunda. En El Espíritu de la Golosina, editado en forma independiente, Jimena saca chapa de chica pop sin ninguna carga rosa chicle que pueda llegar a sugerir el título del álbum. Es rock cancionero con capacidad ATP. Hola, musicalizadores, deberían aprovechar.

La carrera de Jimena viene como su día, vertiginosa. Tras ese primer show rebalsado de timidez, hace apenas cuatro años, grabó su álbum debut (Ojos de Plástico, de 2010), sacó otro y se está convirtiendo en una de las voces más interesantes de la nueva canción porteña. Esta flaca bajita de actitud retraída, dibujante profesional, profesora de canto y música por necesidad editó un disco magnífico que se alimenta de un sonido pop vintage. Son diez canciones que podrían rotar en todas las FM del país, en todos los horarios. Con influencias de Virus, Charly García, Blondie y hasta Babasónicos, El espíritu… es un álbum tan pegajoso como el dulce al que hace referencia. “Entre la espalda y la pared”, “Todo lo que sobra en el suelo”, “Oro” y “No te muevas” se destacan en un trabajo plagado de marca generacional, a pesar de su sonido retro.

“El sonido se buscó moderno con recuerdos de otros tiempos”, dice Alfonso Barbieri, ex Cocineros y productor del disco, antes de aclarar que la palabra retro lo pone de mal humor. “Le mostré a Jimena discos de Blondie, The Specials, Elvis Costello, Talking Heads. New Wave, esa cosa cruda pero re cuidada a la vez. A mí me gusta producir con mugre los discos, si no, no les creo. Es un poco eso lo que buscamos, sumado a un sonido propio”, cuenta. Para el productor, que también trabajó en Ojos de Plástico, esa búsqueda funcionó muy bien y las canciones de Jimena (“que son fantásticas”) terminaron dándose “besos y abrazos” con esas influencias. “Escuchamos cosas viejas de Paul McCartney. Medio tomar de aquí y de allá un poco. Mi disco no es tan pop como Blondie, pero tiene alguna hermandad en algún sonido. En algunos temas hay muchos teclados y arreglos que nos hacían acordar a Virus. Aprovechábamos eso que nos tiraba la canción tocada sólo por la guitarra”, explica Jimena.

Ya instalada en su habitación, relajada y con una tostada XL en la mano, Jimena se dispone a analizar una vez más las canciones del disco. Lo hizo bastante en las últimas semanas. Entrevistas en revistas, en diarios como La Nación, en el canal CN23 y en Vorterix le dieron una exposición que no esperaba pero que sirvieron para difundir su música. “No sabía que Vorterix tenía tanta llegada. Me di cuenta después”, reconoce, antes de excusarse por vivir en un termo anti mediático (“Bueno, yo soy medio momia”). “De repente suceden cosas como que te escribe una persona: ‘Che, te escuché en la radio y me re gusta’. Que una persona me escriba por eso ya valió la visita. Me pasó en Vorterix, me pasó cuando fui a CN23. Si hay uno que se copó porque siente que lo descubrió ahí, genial. Ese es el sentido.”

En algunos casos, las influencias que forjaron parte de El Espíritu… se notan apenas y en otros saltan inmediatamente. Es el caso de “Oro”, que remite sin muchas vueltas a la versión unplugged de “Cerca de la revolución”. “Fue sin querer”, aclara Jimena. “Alfa me dijo después ‘che, boluda, es muy Charly’. Y sí, es re Charly. En ese caso me puso contenta, porque no me había dado cuenta, y fue como ‘claro, si yo escuché mucho Charly’.” El disco también trae versiones de David Bowie (“Laberinto”), Los Visitantes (“Somos el cielo”) y The Specials (“Lo que me gusta de vos es tu novio”, uno de los puntos sobresalientes). En los tres casos, Jimena se muestra como una apropiadora total, una okupa de la canción. Adopta temas ajenos y los hace pasar por propios. Quizás ésa sea otra influencia de García. Ya lo había hecho en Ojos de plástico: allí reinterpretó “Fallas”, de Todos Tus Muertos, de manera magistral. “Me gusta mucho hacer (versiones), es algo natural en mí”, cuenta. “Me gusta cantar temas de otros. Me encanta componer pero a veces soy muy enroscada y digo ‘no, esto es una mierda’. Tengo algunos temas de autoestima, entonces cantar canciones de otros me relaja. El otro día estaba con un alumno mostrándole una canción y me dijo ‘parece tuya’. Y me dejó pensando. Me divierte apropiarme.”

La marca generacional del disco aparece en el sonido propio de Jimena y también en los invitados que eligió para que la acompañaran. Todos forman parte del grupo de cancionistas que se vienen abriendo camino desde mediados de la década pasada. Así aparecen Nacho Rodríguez, de Onda Vaga; María Ezquiaga, de Rosal, y Javier Maldonado. “Invité a amigos, gente que veo en lo cotidiano. Ellos son mis cercanos, me significan algo y quiero que estén ahí. Todo el tiempo hacemos colaboraciones entre todos. Yo estuve de invitada en el disco de Rosal, en el de Mauro Conforti, muchas veces estuve invitada en los shows de Nacho. Javier es muy amigo, ha hecho participaciones con Alfonso. En un momento Alfo me dijo ‘¿Por qué no lo llamás a Palo (Pandolfo, ex Visitantes)?’. Y porque es re fácil. Ya lo llamaron varios, prefiero que no. Quiero que estén mis contemporáneos en este disco.”

El gesto de invitar a los que están en sintonía es una muestra más de la unión que posee este grupo de músicos, que completan nombres como Pablo Dacal, Alvy Singer, Lucio Mantel y Tomi Lebrero, entre otros. Además de las colaboraciones en los diferentes discos, también está el ciclo Hay otra canción, que está desarrollando su segundo año consecutivo con cuatro presentaciones en el teatro porteño ND Ateneo. Este 25 de julio, Jimena, Alfonso y María Ezquiaga finalizarán la edición 2013 con muchísimos invitados, entre los que se destacan todos los cancionistas y además Adrián Dárgelos, Leo García, Man Ray y Juliana Gattas.

Los shows en vivo y los discos en los que todos participan son maneras de cobrar notoriedad en una escena que parece no abrir del todo sus puertas. Exceptuando a Lisandro Aristimuño y a Onda Vaga, ningún artista de esta generación de cancionistas logró trascendencia masiva. Alvy Singer la consiguió, pero bajo el papel del sommelier de Coca Cola. Los medios aún no se hacen eco de las canciones. “Sólo Nacional Rock, La Tribu y algunas radios más nos dan bola. Y me refiero a que pasen nuestros temas, no sólo hacer una nota y después no te pasan más. La gran traba que tenemos es que no nos pasan en la radio, por lo tanto no llegamos a más gente”, opina Barbieri, que con Los Cocineros tuvo un momento de buenas críticas y no demasiada exposición en el gran público. Es lo que suelen cosechar estos músicos, por ahora: elogios y no tanta audiencia.

“Me parece que siempre depende de uno y uno tiene que tomar decisiones todo el tiempo. Tal vez, dentro de veinte años, si sigo tocando para veinte, esté deprimida; pero en este momento no siento que sea así. El crecimiento pasa por la música. Mi mayor ambición es musical. Por supuesto que quiero que a eso lo escuche gente y cuanta más gente, mejor. Pero no me preocupa tanto el número”, opina Jimena y agrega que la situación de trascender más allá del fanático del género es complicada no sólo por la falta de rotación los medios, sino también por la escasez de escenarios. Hoy, para tocar en un bar de Buenos Aires, hay que pedir fechas con varios meses de anticipación, algo antes impensado. “Ni hablar de tocar en festivales, es muy difícil –sigue. Sólo toqué en el Emergente, que ahí te piden cierta exclusividad. No podés tener (conciertos) un mes antes ni un mes después. Lo entiendo: te pagan, tocás gratis y está bien, pero tocar en festivales estaría re bueno que sea más fácil. ¿Por qué tengo que estar en un sello para tocar en un festival?”

Es extraño que propuestas como las de Jimena no trasciendan más allá del nicho indie cancionero, porque lo suyo no abunda en el rock argentino actual. Sus canciones de guitarras se podrían instalar en el lugar que dejó vacante María Gabriela Epumer. Para Barbieri, “el lugar de Jimena es el lugar de Jimena”. “Flota en hermosas canciones -dice. Lo bueno es que le faltan muchas más por hacer y eso sólo puede ser positivo.”

Cuando se acaban las tostadas y el mate se termina de enfriar, Jimena asegura que siempre tiene una discusión “media filosófica” con el “ser original o ser auténtico”. “Yo nunca me voy a autodenominar original, yo hago lo que me sale -cuenta. Ojalá sea una propuesta, aunque sea particular, que alguien diga ‘ah, pero esto es esta piba’. Eso es lo que yo quiero.”

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