miércoles, 30 de octubre de 2013

Haciendo cosas raras para gente normal


El sábado 31 de agosto, Roberto Pettinato salió a caminar por el centro de Salta. O al menos, eso nos hizo creer. Contó parte del recorrido esa misma noche, sobre el escenario del Teatro del Huerto: “Justo pasé por un monasterio de monjas que no salen hace cincuenta años. Les tiré un porro y les dije ‘¡no vale la pena salir!’”, recordó, en medio de Me quiero portar vien, su espectáculo de stand up que lo trajo a la provincia. “Con Sumo no llegamos nunca a Salta, sólo hasta La Rioja”, dijo también, entre las risas del público. Entonces se puso a relatar la historia que protagonizó con Alejandro Sokol, en los ochenta, cuando Sumo recién comenzaba. Años en los que la banda era hija de los caprichos y la guita acumulada transformada en instrumentos de un tano heroinómano que hablaba en inglés e intentaba zafar como sea de la parca. Cuando aún no eran leyenda ni habían editado discos trascendentales. En esas épocas sólo podían acumular experiencias como la de La Rioja, que incluía cactus, ganas de drogarse y frustraciones alucinógenas con forma de pinchazo.

Me quiero portar vien fue la excusa para hablar con Pettinato, que es mucho más que un humorista parado en un escenario vacío, con un micrófono en la mano. Su versión standupera es sólo la última de sus facetas. Como Gillespi, es un hombre orquesta capaz de hacer música, escribir notas y libros, conducir programas de radio y televisión y girar por el país sólo con las ideas que se fueron acumulando en casi 58 años de vida. Petti, entonces, ahora también se sube a los teatros, hace temporada veraniega y no se pelea con vedetes. “Mucha gente me ha insistido y después de tantos años lo hice. Un poco porque ya me sentía un idiota después de ver gente tan, tan poco talentosa”, contesta cuando se le pregunta por qué decidió transformar en shows en vivo sus clásicos monólogos televisivos.

El humor de Pettinato siempre es el mismo en la tele, en sus textos, en la radio y en los teatros. Una mezcla de Tato Bores con Bill Hicks (“¡Soy del mismo signo que él!”): actualidad, incorrección política y necesidad de incomodar. Alguna vez declaró que es capaz de reírse de las desgracias más grandes, incluso de las propias. “Siempre estoy produciendo incomodidad, especialmente cuando explico a la gente cuáles son las técnicas para el sexo anal. Y me encanta, porque no importa lo que cuente ¡sino que a la gente le da vergüenza!”, explica, antes de soltar una risa larga, de maldad consciente y ganas de escandalizar.

En 2012, Petti fue noticia en el mundo elitista del rock argentino por el efímero regreso de Pachuco Cadáver, el dúo que integró con Guillermo Piccolini a principios de los noventa, durante su estadía en España post separación de Sumo. Mientras intentaba ganarse la vida de cualquier manera (limpió parques de diversiones con el famoso mameluco naranja con el que subió al estadio Obras, fue plomo de bandas que no conocían su trayectoria) se insertó en la vida cultural española de la mano de otros argentinos que residían allí. Pachuco editó dos discos de estudio poco escuchados por el mundo (Tres huevos bajo tierra y Life in La Pampa) que remitían a Captain Beefheart y Soft Machine. Pocas ventas e influencias renombradas, suficiente para llenar un par de teatros veinte años después. Pero Pachuco, como la H, no murió. “Vamos a grabar un EP de cuatro temas, pero todavía no tengo tiempo, aunque Piccolini tiene una amplia paciencia. Espero verlo pronto y hacerlo. Teníamos pautado hacer un show a fin de año. Un show único”, cuenta.

Desde que murió Luca Prodan y Sumo se disolvió, a comienzos de 1988, Pettinato no volvió a formar parte de un grupo de rock “comercial” ni sonó en la radio hasta que él mismo se puso al frente como conductor. Sí grabó discos experimentales (El Yo Saturado) y de free jazz. El último apareció el año pasado, se llama Purity y es una sesión en vivo de cuarenta minutos grabada en Nueva York. “Nunca más me interesó el rock. Salvo lo que toqué con Ciro, pero ese pibe es otra cosa. Por lo demás, Los Natas y bandas así, rarísimas, pero nada más. El rock murió para mí. Pueden seguir sin mí sin ningún problema. Yo me encargo de hacer la música rara y los discos raros de jazz. Listo. Alguien los tiene que hacer.”

Probablemente, las facetas menos conocidas de Roberto Pettinato sean las que él más disfruta: la música y la literatura. Ninguno de los oyentes de La 100 o los espectadores de Caiga Quien Caiga podrían nombrar de corrido, sin repetir y sin soplar, la discografía de Petti más allá de Sumo, o los títulos de sus casi diez libros editados. Ni mucho menos recordar cuál fue la profesión que lo ayudó a convertirse en estrella mediática. Pettinato es músico y conductor, pero primero fue periodista especializado en rock. Dirigió la mítica Expreso Imaginario y entrevistando a Luca fue como terminó incorporándose a la banda. En 2004 volvió a su primer amor: dirigió La Mano, probablemente la revista de rock más importante desde aquella vieja Expreso. “Fue una revista importante porque servía como alternativa para todas las demás. Todos están esperando siempre una revista así, ¡y empezó como una broma y duró cinco años! Se hizo mucho ahí adentro”, recuerda.

Curiosamente, Pettinato se asume periodista de rock, dirigió revistas especializadas, pero sus colaboraciones en otros medios gráficos sólo son columnas humorísticas. Su firma no aparece al pie de publicaciones del palo. “No me convocan para eso. Prefieren copiar gacetillas y transformarlas en notas”, dice sobre sus colegas, y agrega que “vivimos entre periodistas que no saben nada, mezclados con otros que saben tanto que no lo quieren compartir. Por otro lado, el periodista de rock argentino es medio rioplatensoide y eso es patético. O si no está el otro, el fanático que cree que Londres es su ciudad natal. Si a esto le sumamos que no tienen la menor onda al escribir... ¿qué más puedo decir? No han aprendido mucho y eso que yo era un buen referente, como otros tantos. Pero no hubo caso”.

“Yo les decía en La Mano: no me interesan los datos, quiero que escriban desde adentro. Y en mi caso escribí una hermosa reseña del nacimiento del cantante de Radiohead que aún recuerdo. Y no hay datos. Hay semblanzas, o como quieran llamarlas. Pero es como todo: aún somos el país de Benny Goodman y Oscar Peterson, del perfeccionismo que jamás alcanzaremos. Aunque cuando Piazzolla lo alcance en Europa, decimos ‘¡eso no es tango!’”, reflexiona Petti, antes de volver a reírse largamente.

4 comentarios:

Poli dijo...

“vivimos entre periodistas que no saben nada, mezclados con otros que saben tanto que no lo quieren compartir."

Muy bueno eso

Fede dijo...

Poli, sí, pero también un poco exagerado y algo creído de su parte. Igual lo bancamos a Petti. Gracias por leer.

Anónimo dijo...

Un grosso petti...y es verdad, la H no murio! (Esta bueno el documental, aun sin la presencia de iorio)

Fede dijo...

Hola Anónimo, Petti es un crack. Sabés que no vi el documental? Voy a tener que ponerme al día. Saludos!