David Fricke luce como un hermano perdido de Roger Waters y Luis Alberto Spinetta. Porta un peinado ramonero grisáceo que se ve más natural que la peluca cabellera de Marky Ramone. Acentuando el parecido con el Flaco, llega al Malba con un look Bandas Eternas: camisa blanca y chaleco negro. Se sienta en un sillón, al lado de Pablo Plotkin, ex director de la edición argentina de Rolling Stone, y un poco más lejos de Claudio Kleiman. Los locales conducen la charla. Se trata de una entrevista abierta con el periodista estadounidense, que con más de cuarenta años de carrera y un roce con artistas como los Rolling Stones, Lou Reed, Pink Floyd, Bob Marley y Nirvana, se convirtió en un referente mundial del periodismo de rock. Abajo, en las butacas, gran parte del mundillo especializado de Buenos Aires está presente.
Rompe el hielo Plotkin, presentándolo como un periodista que “escribe de manera muy pasional y precisa”. Luego, Kleiman asegura que en la escritura de Fricke se percibe “un compromiso vivencial con la música”, “una posición comprometida, en el mejor sentido de la palabra”. Agrega que ese compromiso vital y sentimental con los sujetos que describe no le quita poder analítico a sus textos. “Siempre estoy tranquilo cuando lo leo. Es una información de primera mano. Lo que está contando es posta, para decirlo en términos directos. Siempre tiene como prioridad transmitir lo que es el artista en cuestión sobre el cual está escribiendo y no llevar agua para su propio molino, que es una característica media negativa de algunos colegas nuestros, que a veces escriben como queriendo ser más piolas que el artista”, explica Kleiman. Curiosamente, en Argentina, Rolling Stone ha sido señalada por momentos como la mayor fuente de agua para el propio molino con notas que muchas veces aparecen narradas en una primera persona innecesaria.
El compromiso del que habla Kleiman se percibió en muchísimas oportunidades durante la carrera de Fricke, de 61 años. Estuvo presente en noviembre de 1987, cuando desnudó las miserias de Pink Floyd y los combates internos entre Roger Waters y David Gilmour. En las reseñas de discos de los White Stripes y Bob Dylan, o en el reciente especial que publicó en la Rolling Stone estadounidense sobre la muerte de Lou Reed.
Al principio, Fricke se muestra un poco tímido. Se avergüenza de su cara en la pantalla y agarra el micrófono con un temblor indisimulable, que tiene que ver más con algún asunto de su propio cuerpo que con nervios por el evento. Inmediatamente comienza a contar su historia, interrogado por Plotkin. Una de las primeras cosas que dice es que siempre buscó lo nuevo. Eso era Pink Floyd en 1968, cuando los vio por primera vez. Asegura que aún hoy se deja sorprender por grupos desconocidos que descubre en festivales (nombra a las británicas Savages y a Cápsula, argentinos radicados en Bilbao que le regalaron un disco de Almendra) y que no hay que dejar de lado a las bandas locales. Cuando habla, Fricke transmite un entusiasmo por la música y por escribir sobre ella que provoca inmediatas ganas de ir al primer bar que aparezca a escuchar a músicos desconocidos, con una libreta en la mano y los oídos abiertos.
Para escribir sobre música, Fricke asegura que lo importante es que el redactor sepa cómo suena un disco o una canción para él y que encuentre una manera de explicarlo. Que se empieza con la emoción y se continúa con el análisis. Dice que hay que trabajar con el idioma, buscar la mejor palabra. Por eso, cuenta, siempre tiene a mano un diccionario. Se autodenomina como “el rey de la reescritura”, ve al texto como una escultura que hay que ir puliendo y dice que es capaz de estar un día entero sólo para trabajar el primer párrafo. “Sin el primer párrafo no tenés nada. Es el primer instinto”, dice. Destaca que los textos tengan fluidez y velocidad. Agrega que no hay que usar las palabras que no importan y no dicen nada.
A las entrevistas, Fricke las ve como un trabajo en conjunto entre el periodista y el entrevistado. No como un interrogatorio o un enfrentamiento entre dos partes antagónicas. Dice que a veces no importan las preguntas, sino cómo se hacen. También cree que es necesario hacer una investigación previa en notas del pasado para buscar lo que allí no se dijo, tener algo original para ofrecer a los editores. Que sólo graba en casete porque no confía en los grabadores digitales y que desgraba sus textos sin ayuda externa, porque sólo él puede percibir el clima completo que se vivió durante el encuentro. En octubre de 1993, realizó una de las últimas entrevistas a Kurt Cobain. Allí logró que el rubio se pusiera serio y franco y soltara párrafos como éste: “Cuando una persona tiene un problema serio en la vida, se refleja en su música. Muchas veces las composiciones se benefician de ello. Creo que seguramente me ayudó. Pero lo daría todo a cambio de tener una buena salud. Hasta el momento ésta ha sido nuestra mejor gira. (...) Es porque el estómago ya no me molesta. (...) Y me levanta la moral. Pero, al mismo tiempo, me asusta que, si desaparece el dolor, deje de ser creativo.”
Aunque sean preguntas realizadas por Twitter o desde la audiencia, Fricke siempre contesta con entusiasmo de fan. Dice que no entender el idioma no significa que una canción no tenga nada para decirle. Y pone como ejemplo a los Café Tacuba, destacando su disco doble de 1999, Revés/Yo Soy. También a los islandeses Sigur Rós. Aquí se encuentra una gran diferencia con Simon Reynolds, que cuando estuvo en el país para presentar su último libro aseguró no poder disfrutar de la música cantada en otros idiomas. A Fricke se lo percibe más alejado del mundo snob y académico del inglés y más cercano a todo lo que tenga que ver con los sonidos del mundo.
Se muestra categórico cuando afirma que escribir es un oficio que debe ser pagado, y que la decisión de trabajar gratis es del periodista, no del editor. Dice que iTunes y Spotify son muy buenos para escuchar música en el momento, pero que no se pueden comparar con una discoteca real. En los discos o en los libros que alguien tiene en su casa -explica, uno puede darse cuenta de muchos aspectos de la persona que los posee. En internet no hay ningún indicio.
Respecto a los cambios que el periodismo ha tenido que afrontar para adaptarse a estos años, Fricke cree que hoy hay que trabajar tres veces más, porque lo que antes era demandado una vez al día, ahora se exige cada hora. Con una simpleza notoria y creíble, asegura que siempre que escribe algo se pregunta si alguien va a leerlo o a darle importancia. Y que con una sola persona que lo lea, ya se siente conforme.
Finalmente, es consultado desde el público por los puntos en común que para él tienen todas las bandas históricas. Fricke entonces enumera tres aspectos fundamentales a la hora de trascender: emoción, compromiso y trabajo duro. Características que también podrían describirlo.
Fotos de Josefina Schmipp
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