jueves, 12 de diciembre de 2013

La música de todos

(Foto: Facebook Babasonicos)

Como si fuera un chute heroinómano, escuchar música en mp3 tiene algo de ritual adictivo imparable. Todos los días nos destrozamos los tímpanos con la música al palo. Lo sabemos, pero no podemos dejar de hacerlo. El celular es la extensión del brazo, que espera impaciente el impacto, clavar la aguja en el lugar correcto, enchufar los auriculares de manera precisa. Una penetración seca y contundente, que excita porque significa que el momento del goce está a punto de llegar. El cable rodea y atrapa. Después play y si es random mejor, para también sorprendernos.

Y si esta canción fuera narcótica no acabaría, sería la música de todos. Eso canta Adrián Dárgelos en “Los burócratas del amor”, una de las piezas más pegadizas de Romantisísmico, el nuevo disco de Babasonicos. El grupo volvió a entregar una serie de temas irresistibles, imposibles de despegar de los oídos, del karaoke improvisado. Opciones > Repetir lista completa. No acaba, es la música de todos. Esto es droga.

Pero la lógica adictiva de Romantisísmico se rompe en ciertos momentos. No todos se sienten conmovidos y atrapados por las canciones del disco. Es el caso de la mayoría de los que pululan esta noche de fines de septiembre por el VIP de la Plaza de la Música, antes conocida como la Vieja Usina de la ciudad de Córdoba. Por el elegante sector desfilan mozos con bandejas repletas de empanadas y cazuelas. Sirven vino, gaseosas y champagne. Por algún motivo, muchos de los very important no prestan atención a lo que ocurre a veinte metros de allí, en el escenario, donde los Babasonicos despliegan su carisma y presentan oficialmente el álbum. Directamente les dan la espalda a los músicos. Los cuellos de las chombas de colores pastel forman mini trincheras que cubren a sus propietarios y los eximen de la obligación de presenciar un recital desde esa supuesta ubicación privilegiada.

Por los mismos lugares transitan ellas, las infaltables musas pop de todo recital sónico. Caminan soberbias, conocedoras de su atractivo. Ellas, al menos, reaccionan con los clásicos de la banda y los temas nuevos más pegadizos. Durante las canciones menos reconocidas (para ellas, claro), como “Patinador sagrado”, “Malón” y “Desfachatados”, las chicas se distraen y piden más champagne.

Sólo un par de horas antes, en esos sillones de terciopelo negro en los que ahora se sientan los chicos de chomba junto a las muchachas de calzas engomadas, estuvieron los ahora ignorados Babasonicos, tomándose su tiempo para explicar las razones que los llevaron a crear uno de los mejores discos del rock argentino 2013.

Romantisísmico apareció simultáneamente en 17 países y marca el regreso del grupo a las filas de Sony Music, que supo cobijarlos durante la década del noventa, cuando Babasonicos era una banda alternativa que se alimentaba del tacho de basura de la cultura y aún no se había convertido en esta máquina elegante que sintoniza perfecto con el sonido actual del mundo del pop. En poco más de cuarenta minutos, el nuevo álbum no redefine ningún parámetro que no haya sido establecido de antemano. Es Babasonicos puro. Refinamiento y desfachatez por partes iguales en doce canciones que se adelantan sin pudor en la fila de los hits futuros que inundarán las radios en poco tiempo.

El primer golpe fue “La lanza”, la canción que abre el disco. El tema le disputa a “Get Lucky” el puesto de pieza musical más pegadiza del año. Pero las lanzas sólo son adelantos de lo que viene por detrás. Con Romantisísmico, Babasonicos tiene una colección de redes musicales que pueden llegar a atrapar a todos los escuchas. Ahí están “Los burócratas…” con su frase inolvidable: “uno de los dos tiene que hacer de ama de casa”. O “Runrun”, donde Dárgelos admite sus errores y propone enmendarlos, nada más. “Negritas”, “Aduana de palabras” y “El baile de Odín” (presentado en julio en el estadio Malvinas Argentinas) completan una primera mitad demoledora.

La segunda parte del disco arranca con “Uso”, otra canción que mantiene la veta hitera, con melodías, coros y estribillos entradores. Recién en “Humo”, la mini suite dulce fuerte grave con la que comenzó el show en Córdoba, Babasonicos se permite experimentar, sin perder nunca el rumbo fijado desde hace tiempo. Las guitarras acústicas de “Casi” respiran a fondo con tanto aire, mientras que los primeros momentos de “Paisano” linkean directo con “El ídolo”, el homenaje al fallecido bajista Gabo Manelli que finalizaba Mucho. “Celofán” cierra Romantisísmico con un Dárgelos flotante que le pide por favor al chofer que lo deje bajar de una vez.

Una disposición a la vieja usanza, con los hits adelante y los temas “raros” al final. El Indio Solari alguna vez declaró que así es como le gusta colocar las canciones de sus discos. Los Babasonicos no se hacen cargo de la idea cuando la escuchan y chicanean al cantante ricotero asegurando que después de verlo en Mendoza, juraban que tenía 68 años, en lugar de los 64 que posee realmente.

La manera en la que toda la banda negó tener la capacidad para reconocer un posible hit cuando lo tienen entre manos fue una señal de algo que se habla seguido sobre Babasonicos: se toman muy en serio por momentos y venden una teoría del arte un tanto elevada al extremo que a veces se choca de frente con las chicas que toman champagne en el VIP y recién estallan cuando suena “Putita”.

Romantisísmico es un disco clásico de Babasonicos que se alimenta de las producciones de sus primeros años y lleva la marca inconfundible de la etapa post Jessico. “La esencia perdura. No podemos dejar de ser lo que somos. Cierto tenor dramático de las canciones, el espíritu épico de una banda que ha creado una dinámica y sobre eso puede investigar y bucear. Igual, siempre nos proponemos cambiar, lo que pasa es que es imposible amanecer distinto”, reconoce Dárgelos en uno de los sillones del VIP, cuando todo aún está por suceder.

A pesar de esa aparente resignación a mantenerse en el camino conocido, los Babasonicos creen firmemente que Romantisísmico es un álbum novedoso en su carrera. Aseguran que es un disco que no se agota en pocas escuchas y que debe ser descubierto paulatinamente. Dárgelos, vanidoso y con la seguridad que le da saber que tiene razón, destaca su voz. Informa que no fue alterada en ningún momento durante el proceso de grabación. En el disco, el cantante de 44 años consigue momentos de extrema belleza, que transportan las canciones varios pasos adelante.

Desde el punto de vista grupal, Romantisísmico es un disco más sólido que A propósito, su antecesor. La muerte de Gabo, en 2008, provocó un sismo interno que afectó el método de trabajo y composición de la banda. Para Dárgelos, A propósito “es un disco un poco más oscuro”, que el actual. “Nosotros nos esforzamos mas a través del luto de la perdida –explica, refiriéndose al álbum del 2011. Y como tenemos otra forma de banda que nunca habíamos experimentado, la banda es distinta y soporta las canciones. Es más como un disco de autores. En este disco las composiciones son más repartidas, es más caótica la repartición autoral. Entonces los temas surgen más en el ensayo, tiene otra cosa. Por suerte es distinto, por suerte todos los discos son distintos.”

El guitarrista Mariano Roger duda sobre los términos de transición: “Cuando yo digo eso me pregunto si está bien, porque es un disco de transición, pero no la obra. La banda estaba en una transición. El disco está a la altura de todos, porque pareciera que 'transición' es un disco raro o diferente. Me parece que la banda estaba sufriendo una transición hasta llegar adonde está ahora.”

Las canciones de Romantisísmico responden a una búsqueda que para Dárgelos partió “de un fluir en medio del tedio insoportable de prueba y error” que es el ensayo. Ese fluir lleva a encontrar lo nuevo. “Lo nuevo es lo que te cambia mínimamente a vos, lo que te da una sonrisa, y decís 'qué lindo estar tocando esto que nunca lo habíamos tocado en estos veintipico de años'.”

En el escenario de la Plaza de la Música, Adrián Dárgelos se muestra como lo que siempre fue: un sex symbol inexplicable. El Turco García del rock argentino. El que no la hubiese puesto nunca sin ayuda de su oficio. Más feo que pegarle a la madre, pero con atractivo intelectual, actitud, soltura y, especialmente, talento. Un tipo capaz de escribir letras que hablan de lo mismo que cualquier cumbia berreta, pero con la elegancia suficiente como para conmover. La suma de todos esos elementos atrapa a las niñas, que siempre son mayoría en los conciertos sónicos, y aúllan su encantamiento ante cada gesto del cantante.

Los que aúllan también son los fans de distintas épocas de la banda, que festejan según las canciones que vayan apareciendo. Pocos grupos del rock argentino deben tener seguidores tan inclinados por una sola etapa de la discografía. En Babasonicos conviven los hipsters noventosos que aclaman Trance Zomba y demás álbumes de esos años. Y también están los que aman el apogeo pop cancionero de Jessico, Infame y Anoche. Babasonicos, en algún punto, es lo más parecido al peronismo que entregó el rock argentino.

Para Mariano, “los fans de la música se pusieron muy barrabravas”. “Son barrabravas de Babasonica. Después escuchan 'Runrun' y dicen 'uh, hijos de puta'. Entonces vienen los barrabravas de Jessico y dicen 'eh, qué bueno, es como Jessico ', pero no. Yo no me rijo por las hinchadas. Está todo bien, hay que aceptar todo. Odio la segmentación del público, o que esperan que hagan el disco que se parezca al que más le gustó a ellos.”

El guitarrista cree que “el fan es una cosa muy difícil de satisfacer, porque el fan que añora un disco, añora otra cosa, casi que añora su juventud”. “Yo no vine acá a devolverle su juventud tocándole un tema de hace diez años, estoy haciendo otra cosa. Tengo un disco nuevo, no estamos al servicio de la nostalgia. Y lo que pasó ya pasó. Hay que evolucionar.”

Pero la evolución del fan no parece estar tan cerca. Cuando el grupo actuó en el estadio Malvinas Argentinas, en julio, desempolvó “D-generación”, su primer clásico. Inmediatamente, la web se llenó de referencias al hecho, como si se tratara de un día histórico. Quizás lo era. “Yo vi a Babasonicos haciendo D-generación” era casi un hashtag dominante durante esa noche de sábado invernal.

Romantisísmico se destaca también por las guitarras, que en este caso ocupan menos espacios, se permiten silencios y transforman esa libertad sin apretujones en colores más claros en cada canción. En un camino más directo que ayuda a que el disco sea tan pegadizo.

“Tal vez yo me callo un poco –piensa Roger, respecto a las guitarras del disco. Con el ingreso de Carca, yo tomé la responsabilidad de callarme un poco, y como que los instrumentos tengan su parte. Que no haya tanta bola de sonido y que todos suenen a la vez. Me preocupé de sacar cosas en la mezcla. Estamos acostumbrados a grabar mucha guitarra, mucho teclado. Tratamos de que sea más sintético. Tal vez por eso hay más aire, tal vez las cosas entran y salen.”

Después de repasar la mayoría de los temas de Romantisísmico en el escenario de la Plaza de la Música, para unos tres mil fanáticos cordobeses; Babasonicos deja instalada una nueva duda dentro del rock argentino: hasta cuándo serán capaces de editar discos elegantes, originales dentro de su previsibilidad, plagados de hits.

Y finalmente, la duda después de más de dos décadas de carrera, es pensar de qué se va a alimentar el grupo para poder seguir editando esos discos. Dargelos no tiene ninguna incertidumbre. Dice que se van a nutrir de todo lo que puedan. Básicamente porque Babasonicos sigue teniendo hambre de canciones narcóticas que no acaban nunca.


Nota publicada en el número 17 de la revista Rock Salta, de octubre de 2013.

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