martes, 23 de septiembre de 2014

Documento único


(Foto: David Lescano, Facebook Guauchos)

No son tantas las bandas que transmitan identidad desde todos los frentes. Guauchos es una. Su rock folclórico progresivo psicodélico (por poner una etiqueta larguísima e innecesaria) los posiciona en un lugar destacado dentro del mapa emergente nacional. El origen formoseño de sus integrantes no pasa desapercibido. Se nota en los tererés en loop que consumen 24x7 y en su tonada transparente. También en los pequeños detalles que hacen a la obra. Por ejemplo, las tapas, realizadas por Marcos Ramírez, líder de la banda Nde Ramírez y hermano de Juan Manuel, baterista guaucho. Las portadas de Guauchos (2011) y Pago (2013) transmiten lo mismo que se escucha: una obra parida desde un lugar concreto, con sus características.

“A Pago lo preproducimos en una quinta allá, en Formosa. Y llevamos un sistema de microfoneo que no es trascendental en el disco, pero hay unos detalles. Y estábamos en la preproducción y nos metíamos por el monte. Una mañana estaban todos fisurados y yo estaba totalmente al pedo. Me puse los auriculares y me metí a caminar por el monte. Terminé grabando una familia de monos carayá, que andan por los árboles, arriba, se mueven en familia. Y eso está presente a full y es al toque de la ciudad. Después pasa eso de la música formoseña que suena. Hay compositores muy fuertes”, cuenta Juan Manuel, hablando sobre el componente local que existe en la banda.

Esa identidad no nace por casualidad ni en poco tiempo. Se trata de años de música mamada inconscientemente. “En mi casa había un disco que sonaba siempre. Mi viejo para hacer el asado ponía ese disco, cosas así. Era Transmisión Huaucke, de Jacinto y Peteco, que es un discazo, para mí es el Álbum Blanco del folclore. Lo escuchaba y ni sabía quién tocaba. Después, cuando fui más consciente de las cosas que me gustaban, empecé a rastrear el disco. Y ahora lo tengo en mi computadora, lo escucho. Es un disco tremendazo, que como terminás descubriendo después de quién es, primero entra por la música en sí”, dice Lucas Caballero, guitarrista y uno de los propietarios de la porteña disquería Mercurio, lugar clave para entender el rock independiente de estos años.

“A mí me pasó una cosa muy loca con Juanmi, el violero. Estábamos viajando y puso de su celu un disco de Ozzy de los noventa. Y automáticamente flasheé, porque mi hermano lo tenía en mi casa, en vinilo. Nunca supe que era de Ozzy, ni nada, pero de vez en cuando sonaba. Y lo sabía de memoria. Eso con el folclore nos pasa mucho. En casa había un disco de Domingo Cura muy bueno. Toda una sesión de temas súper percusivos. Y hay un tema que lo tengo re presente. Eso está a full. Después vino todo el grunge y aprender la historia del rock. Por eso, cuando pasó de irnos y volver a Formosa, y armamos la banda, la sinceridad musical gestó la identidad”, completa Juan Manuel.

- Una de las cosas que se nota que adquirieron del lado del folclore son las voces. Hoy el rock no canta tan bien.
- Juan Manuel: La banda tiene muchos frentes musicales bien armados. Y los más importantes son Fede (Baldus, cantante) y Lucas, que van juntos a todos lados y suena re lindo. Eso es producto de la historia que tenemos nosotros como banda, que son muchísimos años. Cuando estamos muy prendidos musicalmente fuego les falta lugar a las voces, por eso a veces salimos a tocar en un formato más acústico. Y es re lindo, porque están las voces adelante.
- Lucas: Nos gusta mucho una banda de Santa Fe que se llamaba La Cruda. Sus voces eran espectaculares. Y nosotros teníamos esa referencia de hacer un rock bien cantado, prestarle atención al detalle de la voz. De hecho, en Pago hay una reversión de “Mi flecha”, una canción del Negro (Rodrigo González), el cantante de La Cruda.
- ¿La identidad del grupo también va por asumir la música de donde uno es?
- L: Buscamos hacer un camino propio en la música. Investigarnos a nosotros mismos. Tocar, amasar cosas, probar. Los temas son casi todos progresivos, tienen varias partes. Jugamos mucho con eso y es lo que termina de darle el color a Guauchos.
- JM: Ahora el rock argentino está teniendo cada vez más bandas que tienen que contar su identidad. Es lo que nos diferencia de una banda de Ramos Mejía. Decir, bueno, somos de Formosa y tratamos de tener esa identidad.
- L: O los Saltimbankis, de Corrientes.
- JM: Claro, que hacen punk chamamecero. Tremendo. Son unos marcianos.
- L: Y está bueno porque es más honesto. Los pibes se bajan del escenario y son así, tal cual. El baterista cae con los platos adentro de una bolsa de supermercado. Son una tormenta.
- JM: Son totalmente diferentes a nosotros. Siempre decimos “ni en pedo tendríamos una banda así” (risas), pero nos gusta tanto porque hacen esa cosa punk. Y son re punk, pero son re correntinos. Tienen esa cosa que está buenísima. Hay muchísimas bandas que van por el camino de la identidad. Y creo que pertenecemos a esa nueva camada, que es federal y desmitifica un poco esa cosa de estar acá, en Buenos Aires. Que es un poco ambiguo, porque nosotros estamos acá, pero por suerte tenemos la posibilidad de ir y venir. Tenemos un poco de acá y de allá. Nos gusta esa posibilidad que tenemos, pero creo que en todo el país hay bandas, hay músicos, productores, periodistas, que están haciendo cosas con identidad sin pasar por Buenos Aires y con una escena re linda. Creo que el camino conduce hacia eso. Brasil tiene un circuito mucho más amplio, descentralizado. Nosotros estamos haciendo eso, que ya pasa. Ojalá cada vez sea más grande.
- Buenos Aires todavía pesa mucho a la hora de la difusión, quizás.
- L: Es donde están las fábricas que hacen las cosas. Acá se hace la prensa, la difusión, el trabajo técnico. En Formosa no hay estudios con las mismas capacidades que acá. Estuvo bueno venir acá, hacer el contacto y después llevarlos a todos a Formosa. Todos se comieron un asadazo, empanadas de yacaré.
- JM: Hay un ida y vuelta constante entre Buenos Aires y Formosa.
- Y la experiencia que ustedes recogen acá la pueden llevar a Formosa para que la escena se pueda desarrollar.
- JM: Exacto, nosotros somos parte de una escena, como la formoseña, que está buena. Y las bandas entendieron que se puede evolucionar, trabajar. Allá organizamos charlas, festivales, acompañamos a músicos amigos que están empezando. Eso está buenísimo.
- Quizás hoy las escenas regionales pueden aprender mucho de Buenos Aires fijándose en las movidas emergentes como Festipulenta, Festipez. Donde se mueven bandas independientes y autogestionadas. 
- L: Totalmente. Las chicas de Mercurio, Lucy (Patané) y Marina (Fages), empezaron a organizar el Festi Hermoso, en el Konex y en Matienzo. Y eso es otra escena donde generan, hacen autogestión y ganan un espacio más en las grillas de la ciudad. Y empiezan a aparecer otras bandas, como Las Taradas, que metió dos mil personas.
- JM: Nos pasa que tenemos muchos músicos conocidos y vemos a la escena del rock, del folclore, del indie, y todos proponen algo. Algunos con más calidad, otros con más empuje. Pero eso está pasando. Y aprendés. Pasa mucho en Buenos Aires y también pasa en el interior. Nos pasó en Corrientes, nos pasó en Córdoba. No fuimos nunca a Salta ni al Noroeste. Tenemos muchas ganas. La otra vez fuimos por primera vez a Santiago del estero.
- L: Tocamos con Vislumbre del Esteko. Santi Suárez es un compositorazo, estudiaba con Jacinto Piedra. El hermano también. Y fuimos a tocar con ellos, probamos sonido. Y preguntamos “che, ¿a qué hora subimos?”, “y a las tres y media”, “ah, ¿tocamos después?”, “no, no, antes”, (risas) “ah, ¿y vos a qué hora subís?”, “no, cinco y media, seis, antes no viene nadie” (risas). Está bueno eso, vas conociendo cómo es cada lugar.
- Y en este camino fueron aprendiendo y rodeándose de gente que los ayudó a crecer.
- JM: Sí, pero musicalmente y en la parte de la producción somos nosotros los que llevamos adelante el barco. A veces chocamos, nos damos vuelta. A veces parece que todo se está por terminar, pero por otro lado…
- Medio dramático. 
- JM: Sí, peor que unas novias.
- L: Re dramáticos. Somos un matrimonio cansado, pero con buen sexo (risas).
- Salva todo. 
- L: Claro (risas). Cada vez que tocamos nos volvemos a abrazar.
- JM: Sí, por ahí parece que todo está por colapsar pero sabemos que es así desde que tenemos nueve años.
- ¿Por ahí se agarran entre ustedes, se putean?
- JM: Sí, no lo cuento orgulloso, pero por ahí nos damos unos tortazos. Y en cualquier situación normal de banda, no pasa eso. Entonces uno lo vive tan intensamente que a veces vuelan unos platos.
- ¿Y por qué se agarran, por decisiones musicales?
- L: Por cansancio, viajes. No es que haya broncas. Sino que terminás reaccionando de la peor manera. Que al toque te arrepentís. Un matrimonio cansado (risas).
- JM: Pasa que tenemos tanta historia. Tenemos treinta años, y empezamos a tocar juntos a los nueve. Y uno ve eso. Yo ya tengo una hija. Pero la relación es emocional. Por ahí viene la gente y te dice “che, qué bueno que suena”. Y es porque está cargado de cosas buenas y de desgaste. De historia. Es parte de la banda.

Nota publicada en el número 20 de la revista Rock Salta.

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