jueves, 12 de mayo de 2016

El barro se hace cruel

(El puente Méndez Casariego. Foto: Jerónimo Fernández) 

Lo que pasó el 12 de abril en Gualeguaychú puede verse de dos maneras. Un concierto con entradas carísimas para los estándares del rock vernáculo ($400 en puerta), barro que molestó mucho y un casi anciano millonario que se llenó de (más) guita sin pagar impuestos ni cuidar a su multitudinario público. O como el triunfo de una idea que durante años fue perseguida, al punto de ser prohibida en 1997. En realidad, se trata de una mezcla de ambas cosas. Arrastrando la mística de Los Redondos, el Indio Solari batió su propio record, convocó a 170 mil personas (!) en el Hipódromo de la ciudad entrerriana, presentó su nuevo disco, Pajaritos, bravos muchachitos, tocó pocas canciones de Patricio Rey y se reencontró con casi todos sus ex compañeros de banda. Lo hizo con un show de primer nivel mundial que tuvo una gran falencia, en medio de un fenómeno sociocultural casi inmanejable que hace que todo se desborde.

Un par de días antes del recital, el guitarrista Gaspar Benegas advertía desde Twitter: “Lleven botas de goma”. Había llovido muchísimo durante la semana previa y circulaban fotografías mostrando el pésimo estado del terreno del Hipódromo. El viernes 11, tras algunos días despejados, el agua volvió, empeorando la situación. El sábado 12, la ciudad amaneció fresca y soleada. Desde muy temprano, la caravana de autos, combis, colectivos, motos y gente de a pie comenzó a poblar la capital nacional del carnaval.

En diciembre de 2012, Gualeguaychú se había conmovido por las 35 mil personas que habían acompañado a La Renga en el Corsódromo. Esta vez, todo era mucho más grande: no había alojamiento disponible, los celulares no funcionaban. El puente Méndez Casariego debió ser cortado al tránsito para que circulara la gran masa de público que iba y venía desde el camping hasta la costanera, y de allí hasta la zona del Hipódromo. Como siempre, se armó una gran fiesta popular en las calles. Cada pocos metros sonaban canciones de Los Redondos o el Indio. Varias bandas actuaban gratis. Se vendían desde remeras hasta libros. El alcohol circulaba a la misma velocidad que el fuerte viento que soplaba. Y todos estaban felices, sin disturbios. A diferencia de los tumultuosos años ricoteros, la policía no provocaba ni repartía palos. Esta vez hacía lo que debía: ayudaba, cuidaba a la gente. Ahí está el mayor triunfo de lo que muchos ven como una simple moda: una idea que nació durante la dictadura, autogestionada, que recibió estigmas sociales en los 90, hoy es algo aceptado por todos, que lo llena de plata al Indio, pero también da laburo a muchísima gente y provoca emoción en miles de personas con una obra que se mantiene digna.

Pasadas las diez de la noche, el concierto arrancó con “Nike es la cultura”, la primera canción de El tesoro de los inocentes (2004), el debut solista del Indio. La gente respondió inmediatamente, estalló en un coro cebado por la clásica intro de todos los shows. A Solari se lo veía entero, sin padecimientos como en septiembre pasado, en Mendoza, cuando se quejaba del frío a cada rato. Cantó mucho mejor que en aquella ocasión, pero su voz fue decayendo a medida que la noche avanzaba. Además, sufrió algunos problemas con el retorno. Entraba a destiempo, se perdía o directamente no cantaba los primeros versos, esperando una señal para acomodarse. Generalmente, el Indio abre los recitales de presentación de un álbum con la canción inicial del disco en cuestión. Esta vez no fue así. El tercer lugar en la lista para “A los pájaros que cantan sobre las selvas de internet” fue probablemente para tener “la gola” caliente. Es un tema que exige mucho al Indio, lo hace ir alto, como su leyenda, y él reconoció que no practica antes de salir a escena. Fue una buena decisión.

El resto de la lista varió respecto a los últimos conciertos. Por primera vez faltaron “Juguetes perdidos” y “Pabellón séptimo”. Además, aparecieron perlas poco difundidas como “Mi caramel machiato” y “Unos pocos peligros sensatos”. Como siempre, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado se apropiaron del escenario y sonaron ajustados, reproduciendo de manera fiel las capas de sonido con las que el Indio construye sus discos solistas. Sin dudas, Baltasar Comotto se destaca en la banda, aunque a veces su virtuosismo le juegue en contra: por momentos se prende fuego de manera excesiva, podría bajar dos cambios. Las canciones de Pajaritos…se acomodaron muy bien al resto del repertorio. La gente coreó a rabiar los caños de “Chau mohicano”, acompañó la hermosa “Había una vez” y “A la luz de la luna” convenció con su gran riff.

Cómodo y feliz, Solari le cedió su lugar a Deborah Dixon para una soberbia versión de “Blues de la libertad” (todo bien, pero en ese momento era una banda de covers). Luego “tres queridísimos amigos de todos nosotros”, Semilla Bucciarelli, Sergio Dawi y Walter Sidotti, aparecieron en el escenario para desatar como nunca el cantito “sólo te pido que se vuelvan a juntar” y recrear “La pajarita pechiblanca” (que no tiene guitarra, todo un mensaje) y dos clásicos ricoteros: “Ya nadie va a escuchar tu remera” y el inédito y poco coreado “Nene nena”, con letra modificada.

Tras el enorme e indestructible “Todo un palo”, llegó el pogo más grande del universo con “Jijiji”. Es inevitable esa canción, agranda el combo, es parte de lo que quieren vivir los que asisten a los shows del Indio. Pero la falta de sorpresa es hermana del aburrimiento, y eso pasa cuando ese tema siempre es utilizado para cerrar la noche. ¿Por qué no “Jijiji” a la mitad? ¿Nada es digno de sonar después? De todas maneras, no hubo mucho pogo y la culpa la tuvo el barro. Era tanto que atrapaba los pies, no dejaba moverse. Parecían arenas movedizas. El público se hundía, se sentía pequeño. Todos eran Atreyu en La Historia sin Fin. Las zapatillas eran el caballo yéndose al fondo sin remedio. Los más suertudos sólo mancharon sus calzados. Los desafortunados se embarraron para siempre, conocieron el frío de los charcos gigantes y el castigo del viento posterior. Solari podría invertir en algo para cubrir el campo. 30 millones de pesos de ganancia en una noche lo avalan.

La salida fue lenta y tranquila. Los precios de las remeras bajaron y la gente buscó refugio y comida. Al poco tiempo, algunos edificios y casas de la ciudad, que reposa sobre el río Uruguay, se quedaron sin agua. Había mucho por limpiar.

Se dijo arriba: "La memoria es el único paraíso del que no nos pueden expulsar"
Se dijo abajo: “¡Estoy 20 centímetros enterrado!”
Porcentaje de minitas: 30% (¿Qué pasó Taka Taka?) 
Porcentaje de chabones: 70%
Nivel de pogo del 1 al 10: 3 (el barro complicó) 
Antidoping: 10 

Crónica del concierto del Indio Solari en Gualeguaychú, publicada en la revista Soy Rock en mayo de 2014. 

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