lunes, 12 de diciembre de 2016

Signo de los tiempos


Después de seis años, LaForma tiene nuevo disco. Se llama Arpay y es el tercero de la discografía del grupo salteño nacido en 2002. Tiene ocho canciones. Se trata del trabajo más oscuro de la banda que conforman Horacio Ligoule, Gonzalo Delgado, Cristian Gana y Rodrigo Martin Troyano. Son 45 minutos de clima introspectivo y dientes apretados. Un álbum que surgió a partir de la incertidumbre creativa que sufrieron los músicos y funciona como un reflejo de la desolación de los años macristas.

Si Vamos (2010) fue un trabajo esperanzador, que aseguraba que todo era posible a partir de la unión de los pueblos, y presentaba un fuerte mensaje político en contra de la Salta gobernada por los cholos, Arpay es (casi) lo contrario. “Y vos decías que esto iría mucho mejor. Yo sólo veo caer los restos de frutas podridas al sol”, canta Ligoule en “Sombras y fugacidad”, una de las canciones del nuevo disco. En todo el álbum ronda la idea de mundo destrozado que puede estar peor, musicalizada por los sonidos más pesados que grabó el grupo. Es rock estresado sin invitados ni aditivos. Apenas los cuatro músicos mirándose a la cara y enfrentando la cruda realidad.

“Es muy denso. No es un disco fácil de digerir”, reconoce Ligoule, cantante y guitarrista, en la sala de ensayo cercana al Parque San Martín que alberga al grupo desde hace años. “Creo que hubieron distintos factores en eso. Uno fue que nos costó muchísimo despegarnos de Vamos, un disco que fue muy fuerte. En un punto no supimos manejarlo”, agrega.

“Vamos nos sobrepasó, fue más que nosotros. Fue más de lo que esperábamos. Nos superó en todos los aspectos”, dice Cristian, guitarrista principal y productor ejecutivo de Arpay. Aquel disco provocó una sacudida inesperada en la banda. La fusión rockera andina fue recibida de la mejor manera, los llevó a tocar bastante dentro del pequeño mundo del rock salteño y hasta los subió, en julio de 2011, al escenario del Teatro Provincial junto a los porteños Arbolito en una de las primeras fechas del extinto ciclo Cultura da la nota.

“¿Cómo superamos tocar para 1500 personas pagas? Está bien, compartíamos cartelera y Arbolito se llevaba muchos de los méritos, pero a la hora de nosotros (el teatro) estaba lleno. ¿Cómo pasás de tocar para esa cantidad de gente en una fecha en la que vos estás en la cartelera, a lo que seguía? No supimos cómo volver a convocar. La estrategia de difusión se acabó ahí y no supimos reinventar una estrategia. Nosotros mismos dijimos ‘bueno, paremos un ratito’, porque veníamos con un ritmo muy…”, dice Cristian, y deja la frase en el aire para que la retome Rodrigo, el baterista: “Las crisis que surgieron por eso, internas de la banda y entre nosotros, fueron inmanejables. No sabíamos qué mierda hacer”.

“Pero no porque hubiera sido la gira nacional de LaForma, porque no nos pasó ni nos va a pasar. Pero nos desgastó en el punto de no saber qué paso dábamos después de eso. No podía ser menor. Era como una presión”, explica Horacio, y reconoce: “Lo que a mí personalmente me pasó después de Vamos fue ‘¿Y ahora qué digo?’”. “Es verdad, no quería componer”, agrega Cristian, y aclara: “En ningún momento fue creérsela, ni mucho menos, sino saber que estábamos en lo más alto que podíamos estar siendo una banda totalmente under y que se maneja en un círculo totalmente plano y con un techo muy bajo. Siempre con los pies sobre la tierra”.

El paso siguiente tardó en llegar. El vacío creativo y el temor a no poder estar a la altura de su propia historia provocaron que la continuidad del grupo fuera puesta en duda. En total, pasaron seis años entre un disco y otro. Dos de rodaje de Vamos, dos de silencio e incertidumbre y otros dos de reinvención, composición y el comienzo de una nueva etapa para la banda.

Arpay fue registrado en vivo en septiembre de 2015 y mayo de este año en Eko Estudios, de Vaqueros. Fue grabado y mezclado por Diego Mamaní y masterizado por el legendario Mario Breuer.

“Hay dos conceptos básicos en el disco: la referencia a la tierra, cómo interpreta uno que es parte de la tierra. El otro es que decidimos que en este disco iba a estar el cuarteto, la base, que no iba a haber ningún invitado”, dice Horacio. Rodrigo cuenta que el desafío fue grabar en vivo para reinventar a la banda. Horacio retoma: “Tiene que ver con esta búsqueda, de alguna manera, de diferenciarse de Vamos. Teníamos que poner una distancia. Y empezamos a buscar no sólo en la composición, en las letras, sino en la conceptualización del disco, en cómo lo íbamos a grabar, qué instrumentos iban a sonar. Terminó en esto donde está el cuarteto: la bata, las violas, el bajo, las voces y nos vemos, no hay más nada. Y eso nos exigió a nosotros otra cosa, porque había muchos huecos por llenar. Había que meterle más polenta. Apostar más fuerte al instrumento de cada uno”.

Cristian agrega que las únicas sobregrabaciones fueron dos guitarras acústicas, coros y “algún pedacito de la voz”. “La idea inicial fue ‘la voz se graba aparte, no te preocupés por la voz’. Pero estando ahí fue ‘pelala, y si sale, sale’. Y salió el 80 por ciento. Grabar en vivo tiene esa cosa de que tenés que tocar la primera parte como si fuera la última y tenés que entrar seguro. Y en el disco se nota”, explica.

Gonzalo, bajista de la banda, cuenta que hubo una idea de sintetizar: “Redujimos lo más que pudimos. Mucha búsqueda de síntesis y pinceladas. Y a la síntesis llegás después de un camino largo, nunca de un comienzo”.

"Ya ves que hoy no estamos todos por aquí. No sé si los ausentes podrán responder lo que preguntas", dice la letra de "Los ausentes", una canción que por el perfil político del grupo se asocia directamente con los desaparecidos de la última dictadura. Pero no: “Ese tema habla de la crisis de la banda. Yo estaba solo y lo compuse acá en la sala. Habla de lo que venía pasando. Hay una parte donde dice ‘y yo estoy diciendo algo con esta canción’, como intentando sostenerme y que me sostengan. Era casi como un pedido”, dice Horacio. “Ahí te das cuenta de lo introspectivo que es el tema”, acota Rodrigo.

Con todo, Horacio acepta la segunda lectura del disco: “Creo que es inevitable que las letras estén teñidas de esto porque hay una desilusión, una frustración, un desengaño. No sólo en Argentina, en el mundo. Esta vuelta a la derecha. ¿Qué nos queda en Latinoamérica? Nos queda Evo”.

(LaForma en vivo en el Estadio Delmi de Salta, el 9 de octubre de 2015, teloneando a La Renga. Foto de Carla Coledani)

Resulta curioso que Arpay haya sido compuesto entre 2012 y 2014 y encaje perfecto en este 2016 de Macri, crisis económica, Donald Trump, Brexit, No a la paz en Colombia y otros hechos que muestran un mundo que provoca temor por lo que vendrá.

“Lo que pasa es que la época no empezó este año. Hay una cosa mundial. Un consumismo que está destruyendo todo. El neoliberalismo. En todo caso, ahora estamos con ultraneoliberalismo. Pero no nos estábamos salvando de esto, de los agrotóxicos, la megaminería, la extracción de petróleo. Están haciendo cualquiera por guita, por poder”, dice Gonzalo. Horacio agrega que Arpay no es completamente introspectivo: “LaForma y yo nunca hemos dicho algo que no tuviera que ver con lo que estaba pasando, así que eso está”.

El álbum está regado del clima de cambio de escenario político en el que los que la van a pasar peor son los pobres de siempre. El mejor ejemplo es “Vidala del corso”, una canción basada en la pieza instrumental homónima del Cuchi Leguizamón. Es uno de los puntos más altos del disco. Inspirándose en una vieja comparsa salteña, el grupo avanza como una horda de zombis telúricos, un Walking Dead calchaquí que con resignación y monotonía dice que en Salta sólo nos queda sentir y cantar.
             

En “Naufragios”, Ligoule canta: “Y es el olor de tanta tierra despojada sin piedad la que nos cuenta una historia en la que al final nunca dejaremos de sangrar". En “Arpay”, la última canción del disco, se escucha: "De lejos se puede ver el humo. Ese humo cada vez más cerca. Alguien está quemando el monte. Alguien se quema".

Arpay significa “ofrendar”. “Ofrendar tiene un objetivo: agradecimiento, pedir, dar”, explica Gonzalo, y cuenta que el origen del nombre viene de textos que había hecho Horacio para un espectáculo de Sumaimana. “El escrito fue muy fuerte. Horacio hacía la voz en off. Y eso fue germinando y se impuso. En todo el disco está la dualidad de la destrucción y lo constructivo. En la gráfica también”, agrega.

Las excelentes ilustraciones del disco fueron realizadas por el artista tucumano César Carrizo. Muestran a la tierra en sintonía con los hombres y las mujeres que la habitan. Dos partes que se retroalimentan. Cuando una falla, perjudica a la otra. La misma dinámica que se encuentra en todas las relaciones, ya sean matrimonios, equipos de fútbol o bandas de rock.


             

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