viernes, 7 de julio de 2017

La mirada de Martí

(Charly García)

Yo no me considero un artista, vamos a empezar por ahí. Me considero un trabajador de la fotografía. Alguien que ha aprendido un oficio, que es sacar una foto correcta. He tratado de aportar humildemente mi cuota de inspiración, mi mirada. Después tuve la suerte de que mi trabajo se iba retroalimentando con la gente con la que tuve la posibilidad de poderme relacionar. Porque no solamente trabajé para Luis. Trabajé para un montón de gente dentro del mundo del rock y con cada uno de ellos se arma una química donde el artista te hace una propuesta y vos también proponés. 

Uno empieza en un lado pero resulta que después terminas en un lugar que no estaba planteado de entrada ni en pedo. Pero eso fue el devenir de ir elaborando una idea, un pensamiento, y ver para qué lado lo llevamos. Siempre pasa eso, hoy me pasa eso, no era que me pasaba hace cuarenta años. Vos venís y me decís, che, vamos a hacer un libro sobre Buenos Aires. ¿Y qué hacemos? Vamos a empezar a fotografiar los bares. Y resulta que después te das cuenta de que por ahí es más interesante empezar a meterse en la casa de la gente y que es más interesante cuando el tipo abre el placard y empezás a ver los recuerdos que tiene guardados. Al final terminás en cualquier lado. Para eso se necesita que te interese lo que estás haciendo. Que sientas pasión. Cuando no hay pasión en las cosas no hay nada para contar. Te doy un ejemplo rápido: cuando se hizo la tapa de Durazno sangrando, el durazno lo hizo Luis en su casa. ¡Se puso a hacer el durazno! Ese durazno que aparece en la foto, apoyado en el piso, que hoy por hoy es una pelotudez que con el Photoshop va a quedar mejor, más iluminado y con colores más potentes, lo hizo con yeso. Lo pintó. Había una cuestión artesanal. Es decir: hagámoslo contra viento y marea.



Los orígenes míos con la fotografía se remiten a 1965, 1966. El recuerdo que tengo es haber hecho un primer curso en el Foto Club Buenos Aires, que estaba en ese edificio icónico que es el Pasaje Barolo. Tenían un gabinete muy grande, lleno de ampliadoras para poder copiar fotos. Ahí arranqué a tomar los primeros conocimientos de fotografía. Me acuerdo de quién fue mi profesor, Julio Maubecin. Me enseñó a revelar rollos, a copiar fotos. Estuve dos años. En ese momento, la fotografía fue una inquietud que tenía, una curiosidad. Hay que entender que ahora hay herramientas que están muy al alcance de todos. Cualquiera tiene una cámara en un teléfono. Pero había una época en que no era tan normal tener una cámara fotográfica ni tener determinados tipos de conocimientos en la fotografía. Había gente que tenía cámara pero no era una cosa tan masiva.

Nací en el 50, cumplo años el 9 de agosto. Nací bajo el signo de Leo. Provengo de una familia de trabajadores. Mi padre era técnico textil. Tengo la suerte de que a mi madre todavía la tengo viva, tiene 97 años. Somos de la República de Mataderos. Fue una infancia muy linda, sin necesidades. Nunca nos sobró ni nos faltó. Podemos decir que éramos peronistas en el sentido más avanzado de lo que era el peronismo, que era todo lo que eran las reivindicaciones sociales, los logros, los avances económicos para la gente. Según lo poco que yo entiendo de política, el gobierno de Perón aportó un montón de avances. El día que bombardearon la Plaza de Mayo mi padre había ido a hacer un trámite al centro. Se salvó de pedo de que lo mataran.

Viví un montón de años en Mataderos, como veintipico. Y todavía voy porque la tengo a mi madre ahí. Tengo un hermano mayor, Alejandro, que tiene cinco años más que yo, también periodista, ya jubilado. Creo que tuvo un paso breve por Editorial Perfil, pero casi toda su carrera la hizo en el diario Clarín. Trabajaba en Información General. Gracias a él entré a trabajar en el laboratorio de Editorial Abril, que era una empresa como es hoy Editorial Atlántida, La Nación o Perfil. Escribía gente muy importante. Publicaban las revistas Panorama, Siete Días, Claudia, Vosotras. Era el medio de la familia Civita, gente muy preparada, que le dio gran prestigio al periodismo en esa época. Estaban Tomás Eloy Martínez, Miguel Briante, Jorge Di Paola, un montón de gente de otra época. Grandes plumas. El periodismo era otra cosa, muy distinto a lo que es ahora. Entré como laboratorista raso: revelar y copiar fotos fue mi primer trabajo profesional. Recibía los rollos que traían los fotógrafos, los revelábamos, hacíamos planchas de contacto, la plancha iba a la redacción, elegían las fotos, eso volvía al laboratorio, nosotros copiábamos el panel y lo entregábamos. Para mí fue como una beca, porque me pagaban un sueldo y me estaban formando. Era como un instituto donde te pagan por aprender. Fue la posibilidad de unir lo que ya se presentaba como una vocación, que era la fotografía, y el sustento. Eso pasó en una etapa de mi vida muy difícil, porque había muerto mi padre y el único que se había independizado hasta ese momento era mi hermano. Mi madre y yo dependíamos del sustento que aportaba mi viejo y cuando desapareció vivimos dos años bastante difíciles hasta que yo también pude tener ese empleo y enderezar un poco el barco. Yo tenía veinte o 21 años. Después me pasaron al Departamento de Fotografía ya como fotógrafo. Estuve como cuatro años para que me pasaran. Y mientras tanto hacía fotos para Invisible, ya trabajaba para algunas bandas. Le hacía fotos al grupo El Reloj.

Las primeras fotos las hice en el festival Pinap, en esos primeros festivales de rock. Pero sacaba fotos por la mía, no era un profesional ni mucho menos. Lo hacía de puro fan, porque me gustaban esas canciones y me motivaban, me emocionaban y me sentía identificado. Aparte, pensá que el mundo era bastante formal fuera de esos ámbitos. Hay una cosa en internet, buscala, a ver si la encontrás. Es un especial que preparó la TV Pública en esa época: “Qué piensan los argentinos de los hippies”. Te vas a mear de la risa. Era una megaproducción, iban hasta Bahía Blanca entrevistando a la gente por la calle. Es una cosa tan divertida. Buscala porque no se pueden creer las opiniones de la gente. Decían de todo: estaban los hiper formales hasta los que empezaban a vislumbrar que eso representaba un cambio dentro de la sociedad. Cosas que hoy nos parecen risueñas pero que en esa época eran como un debate. Se estaba modificando la mirada cultural.

                    

En el festival Pinap tocaban Almendra, Manal, La Barra de Chocolate, Conexión N° 5, Moris, Pajarito Zaguri, todos los músicos de esa época. Todo era aprendizaje en ese momento y la gente era una esponja. Ojalá yo siga siendo una esponja hasta el día que me muera. Creo que uno nunca termina de aprender. El día que sentís que ya aprendiste todo lo que tenías que aprender me parece que estás cagado.



Yo a Luis, la primera vez que lo vi, lo vi tocar en el Instituto Di Tella. Después lo vi tocar en varios lados con Almendra. Lo vi en el Teatro Coliseo, en un teatro que se llamaba Embassy, que quedaba en la calle Suipacha. Luis fue un aporte increíble a esta cultura. Cuando apareció Almendra fue una bomba, ¿me entendés lo que te digo? Por lo menos desde mi percepción. Yo me sentía muy identificado, me sentía parte de una generación. Almendra fue realmente un cambio muy grande dentro de la música argentina que, hoy por hoy, sigue influenciando.

(Pappo)
Mis primeros amigos dentro del mundo de la música fueron Black Amaya, que era de San Justo; Héctor Starc, que lamentablemente después devino en un personaje que se ha pasado diciendo pelotudeces; Pedro Botti, que es músico, y Pappo. A Pappo lo conozco desde antes que empezara a tocar la guitarra. Lo conocí en el 65 o 66. Estaba empezando a tocar. Era de La Paternal pero iba a bailar a Embassy y ahí nos conocimos. Era amigo de un amigo que yo tenía en Mataderos que se llamaba Ricardo, el Francés. Y todos los domingos nos encontrábamos en Embassy.

Las bandas tocaban por los barrios, yo a veces no tenía que venir al centro. Un sábado a la noche por ahí tocaban Los Shakers o Los Gatos en el Club José Hernández, ahí en Mataderos. Había una época en la que había un ciclo en el Teatro Coliseo donde tocaban Almendra, Manal, Moris. Era todo mucho más inocente. El rock no era un negocio como lo que se transformó después, una corporación de millonarios. Ahora los músicos son millonarios. Los primeros músicos que en Argentina ganaron dinero, dinero, dinero, fueron Soda Stereo. Todos los que estuvieron antes, incluido Luis, Moris, Los Gatos, han logrado vivir dignamente, pero ¿ganar guita? ¿llenar un estadio? No existían los estadios.

En esa época era venir al centro a ver una película. En mi barrio había cines, pero las más intelectuales tenías que venir al centro a verlas. Las películas de Bergman me marcaron a fuego: El séptimo sello, Gritos y susurros. Creo que las vi todas. Leíamos a Henry Miller, a Hermann Hesse. El mundo era ir a ver una película, un amigo que te prestara un libro, escuchar un disco, esperar que saliera un disco. Tenía un Winco que te hacía mierda los discos. Me acuerdo estar un sábado en un supermercado gigante que había frente a la cancha de Vélez y ver el disco Revolver recién salido, en las bateas. No te puedo explicar. Esperabas con una ansiedad increíble. Porque pensá que no había nada, no había un antecedente. Ahora justamente lo difícil es que hay tanta información, el menú es tan grande que a veces te mareás.

Las motivaciones en ese momento estaban muy regidas por la necesidad de romper moldes antiguos sobre los que estaban estructuradas la sociedad y las costumbres. Crear un mundo nuevo, un mundo con más libertad, con más imaginería. Creo que eso fue un poco lo que propusieron Los Beatles. ¿Qué era el submarino amarillo y todo eso? Era la revolución del color, imaginémonos un mundo mejor, un mundo donde todos podamos estar bien. Bueno, hoy puede parecer un poco ingenua esa mirada en función de lo que hemos visto y lo que ha pasado, pero era lo que uno ambicionaba a llegar. En ese momento uno tenía la ingenuidad de pensar que a través de eso se iba a lograr tener un cambio que después no sucedió, porque evidentemente hemos fracasado rotundamente.


No me acuerdo qué fue lo primero que me publicó un medio. Sí te puedo decir que para medios relacionados con la música mi primer trabajo fue a través de Jorge Pistocchi. Yo era amigo de Jorge y me convocó para trabajar para Mordisco. Después empecé a trabajar para el Expreso Imaginario, con Jorge también.

Yo he logrado sobrevivir todos estos años trabajando para las revistas. He trabajado mucho para el mundo de la moda, eso fue lo que me dio de comer. Mis primeras fotos de moda las hice con Felisa Pinto para el diario La Opinión por encargo de Juan Gatti. Pero si me preguntás qué me produce más curiosidad, sin dudas me inclinaría hacia el fotoperiodismo. Es una variante de la fotografía muy interesante, y creo que su máxima expresión es Salgado, el brasileño, el maestro de todos nosotros. El fotoperiodismo te permite estar más en contacto con la realidad. La moda es como una ficción. Gracias al fotoperiodismo pude conocer al Doctor Sabin, en Brasilia. Nunca hubiese estado en Irak si no hubiese sido por mi trabajo. Ni hubiese conocido Hawai, Nueva Zelanda, la India o Rusia. En Irak estuve para la última elección de Saddam Hussein, en 1980. Ese viaje lo compartí con, entre otros, un gran periodista argentino que se llama Martín Granovsky. Al mes que me fui había una gran posibilidad de que Irak entrara en guerra con Irán.

Siempre digo: si querés hacer fotografía, empezá por el fotoperiodismo, porque te ayuda a trabajar con la urgencia. Te da ese training de la rapidez. A veces veo gente trabajando en una sesión de fotos en un estudio y no se dan cuenta de que tu umbral de atención es de 45 minutos y después entrás en picada. Hay gente que se piensa que adelante tienen una maceta. “No, ponete así”, la tienen diez horas a la persona. La gente se cansa. El fotoperiodismo te da esa agilidad, esa urgencia, cómo resolver en el medio de la urgencia. Llegás, tocás un timbre, te atiende un tipo que no sabés quién carajo es y ahí tenés que resolver, rápidamente darte cuenta.

El día que fui a la casa de Bioy Casares era entrar en ese departamento antiguo, descubrir que el tipo tiene una biblioteca fabulosa y ahí rápidamente resolver. Estás con un periodista que lo está entrevistando y al mismo tiempo vos le tenés que hacer una foto que represente un poco lo que es la vida, la carrera del tipo, el momento. Y lo tenés que resolver con los elementos que están ahí. No es que tenés una productora y viene un tipo que te prepara las luces y lo maquillan. Entonces, a veces, justamente eso tiene la potencia de que no estuvo preproducido. Es lo que es.

Me ha tocado tener que fotografiar a Galtieri. Vivía ahí en Belgrano, en la calle O’Higgins, en un edificio, en una esquina. Un día me mandaron a sacar fotos al Campo de Polo y estaba Harguindeguy, eran unos tipos re heavys. Iba por una revista, debería ser la Siete Días, que fue el medio donde más desarrollé el fotoperiodismo. Esa época era rarísima, qué te voy a contar. Esa gente no me deja buenos recuerdos.

(Indio)

Uno trata de encontrar los contrastes del personaje. Por eso digo que en ese sentido el maestro es Salgado, porque ha hecho unos trabajos documentales increíbles. Esos tipos laburando en la sierra pelada, bajando a un hoyo a cargar unas bolsas que no se sabe si adentro hay solamente tierra o una pepita de oro. Cosas que no sabés si fueron sacadas en el principio de la humanidad o en el año 2000. Cada cosa te despierta un sentimiento distinto. Una cosa es ir a fotografiar a un tipo que descubrió una vacuna y salvó a un montón de gente y otra cosa es ir a fotografiar a un asesino. Son cosas distintas. Sí, el fotógrafo es el mismo. El valor agregado es tratar de que la foto sea lo más fidedigna posible acorde a lo que es el personaje. Tratar de descubrirlo a través de la fotografía.

Acá en Argentina siempre hemos trabajado con una urgencia. Salí ya, hacelo ya y traelo cuanto antes porque lo necesitábamos para ayer. La fotografía era vista también como una cosa secundaria. Lo importante era la entrevista. Te decían el chasirete, viste.


Yo creo que la herramienta es lo de menos. No es que no me importen las herramientas, no es lo mismo tener un avión que te lleva a 1000 kilómetros por hora que uno que va a 180. Pero lo que digo es que, en definitiva, ahí lo que prevalece es la mirada. Podés hacer una foto genial con un soporte digital o podés hacer una foto de mierda con formato analógico. La mirada va a seguir siendo la mirada. Las herramientas van cambiando, si no todavía estaríamos en la Edad de Piedra, tratando de frotar un palito para prender un fuego. No se puede ir en contra de eso, es ridículo. La herramienta no sustituye la mirada. Eso no se enseña, eso no se aprende. Eso viene con la capacidad innata que está en el ADN de cada individuo. Vos aprendés a escribir, aprendés el vocabulario, aprendés a no tener horrores ortográficos, pero después, tu mirada te hace que a vos te interese hoy estar perdiendo el tiempo acá conmigo y que no estés entrevistando a un tipo que está descubriendo una vacuna que va a salvar a millones de personas. Eso es la mirada, que fue lo que a mí me empujó a hacer tanta fotografía dentro del mundo de la música. Eso es la pasión que uno le pone a las cosas.

El estilo es algo que uno lo va construyendo con el paso del tiempo. Creo que uno empieza imitando a alguien. A mí me gustaban las fotos de Avedon. Me gustaba todo de sus fotos: la iluminación, los encuadres, la temática, la inspiración. Tratar de encontrar un clima en una foto o en un personaje. Él no fotografiaba a cualquier personaje, elegía a la gente a la que fotografiaba. Tiene el valor agregado emocional de lo que uno siente que está tratando de encontrar ahí, en ese retrato, en esa persona, en esa iluminación, en ese concepto. Miraba las fotos de Avedon y trataba de abrevar un poco ahí. Imaginate qué lejos que yo me siento de Avedon, lo digo con un respeto terrible, Pero uno trataba de abrevar ahí. Después, en ese devenir, empieza a aflorar uno, y el trabajo de uno, y uno empieza a tomar un perfil propio y auténtico.

 
(Emmanuel y Dante, IKV)

Tengo cinco hijos: Emmanuel, Lucas, Guadalupe, Flor y Lua. Son tres matrimonios. Es un cambio muy grande en la vida de una persona. Y es una responsabilidad eterna, hasta el día que te mueras. Mi primer hijo llegó cuando yo tenía 26 años. Estaba trabajando en Editorial Abril. Después se fueron desencadenando los años, las parejas.  No tenía la aspiración de que fueran músicos. Tenía la aspiración de que fueran buenas personas y se pudieran ganar la vida. Pero bueno, se ve que de tanta música y de tantos recitales a los que hemos ido cuando ellos eran chicos, algo los empezó a imantar. Emmanuel y Dante compartieron toda la infancia, se criaron juntos. Creo que cuando sacó el primer disco, Tropas de Bronce, Lucas tenía quince años, una cosa así. ¿Pero sabés lo que pasa? Ellos se criaron viéndolo ensayar a Luis. Y todos mis amigos, a lo largo de toda mi vida, han sido músicos. Y yo he estado muy relacionado con la música. He trabajado mucho para muchos de ellos. Entonces, para ellos, entrar en el mundo de la música fue algo que se dio de manera natural.

Para mí ha sido una pasión, la música. Me he puesto la camiseta. Si por algo me siento un referente dentro del mundo del rock es por la pasión que le he puesto a todo eso y el valor agregado que he intentado darle al trabajo de los artistas a través de mi humilde aporte. Y ahora, en parte, vivo de la docencia. Me encanta tener alumnos, me encanta estar en contacto con gente joven. Me encanta poder transmitir lo poco que he podido aprender a lo largo de estos años y que a alguien le sirva como puntapié inicial para ver si descubre una vocación y algo que lo haga feliz en la vida.

Yo había tenido un grupo que se llamaba Pacífico que se fue disolviendo porque los integrantes tenían apuestas distintas: uno quería ser geólogo, otro quería ser visitador médico, y yo quedé solo con el proyecto. Era una etapa bastante complicada. Estaba atravesando un momento muy especial, se había muerto mi padre, no tenía un mango. De cualquier forma no siento desde lo personal no haber tenido una carrera musical, porque creo que la tuve. No tuve una carrera pública ni un reconocimiento hacia esa parte de mi actividad, pero al día de hoy tengo cosas compuestas, lo sigo haciendo, me produce un placer increíble. Amo las guitarras, tengo varias, más las que han sumado mis hijos, que obviamente tienen diez veces más que lo que tengo yo.
En tantas tardes de ocio recreativo y relajado yo tocaba la guitarra y Luis se apoyaba en lo que yo tocaba para poder practicar y tocar. Así fueron surgiendo cosas que después se terminaron plasmando en algunos discos y muchas cosas que no tuvimos el tiempo de haber podido plasmar porque Luis se fue antes de tiempo. Yo era una especie de sparring de Luis, grabé tres temas con él y comparto la autoría: “Almendra”, “Quedándote o yéndote” y “Garopaba”.  Tengo una idea de hacer algo con amigos. Lo tengo medio comprometido a Pomo para tocar, a Verdinelli. Hay una cantidad de gente con la que me gustaría tocar, pero prefiero tocar con mis amigos, no con mis hijos. Con Lucas hemos grabado algunas cosas, participó Balta Comotto. Pero ahora tengo ese proyecto en mente y espero poder realizarlo: volcar esos audios, temas instrumentales, sobre una plataforma digital.

Luis era un apasionado. En general, la mayoría de los artistas que yo he conocido y con la que me he podido relacionar, son gente apasionada y estricta con su trabajo. Hemos compartido tantos momentos, tantos ensayos. He tenido el privilegio de que me diga “mirá lo que estoy componiendo” y que me cante un tema por primera vez. Poder vivir eso es un halago. Esas cosas no tienen valor. Ver que alguien está componiendo algo y que de repente eso se transforma en algo emocionalmente tan fuerte. Yo lo he visto a Luis componer canciones en el medio de la vida cotidiana, el ruido de la familia, los pibes gritando, el lavarropas andando, la televisión encendida. Y en el medio de esa vorágine, como si tuviera un equipo de buzo, el tipo absolutamente abstraído, componiendo una canción que después, cuando te la hace escuchar, decís “puta madre, estabas en el medio de este quilombo componiendo esto, sos un genio”. Es que eso cuando viene, viene. No es que uno dice “hoy voy a componer de 14 a 16 horas”. Ni en pedo. Las ideas surgen en el momento menos esperado. Te subís arriba de un colectivo, estás pasando la SUBE y se te ocurre una idea genial. Y no es que estabas pensando en tener una idea. Eso no lo decide uno. El acto creativo es algo muy original, no tiene precio. Surge de una búsqueda emocional que no tiene show business, no tiene nada. Es un tipo escribiendo en su casa, tratando de darle forma a unas ideas que tiene sueltas.

(Soda Stereo)

El momento de mayor actividad dentro de mi carrera fue hace muchos años. En realidad yo sigo trabajando, pero lo que pasa es que, obviamente, no tengo la performance de una persona joven que está empezando una carrera y toda esa polenta que te dan las hormonas, el deseo de que te vaya bien y de aprender. Yo a veces se los digo a mis alumnos: vienen a aprender y nosotros también seguimos aprendiendo. Antes estaba más enfocado. Ahora tengo una responsabilidad: una hija de doce años y una nena que todavía no tiene dos años. No es tiempo lo que me sobra. Más mi madre que tiene 97 años. Ya ahí tengo tres jugadores en mi vida que me demandan atención, tiempo y responsabilidad.

Me sentí realmente fotógrafo cuando empecé a sentir que los conocimientos que tenía eran sólidos, que es justamente lo que trato de transmitir en los talleres. Por eso prefiero enseñar la fotografía de cero. A mí no me importa que acá venga alguien que no tenga la más puta idea de cómo se agarra una cámara, porque esa persona, potencialmente, puede ser un gran fotógrafo el día de mañana. Estamos dando los cursos hace unos tres años y la verdad que es lindo. Mucha gente cae acá porque viene a probar, pero enseguida detectás a quién le interesa, dónde hay madera para tallar.

Con quienes más trabajé han sido Spinetta y Fito. Estoy preparando un video para Baltasar Comotto, vamos a hacer algo muy lindo. Me parece que si tuviera que elegir un video que me represente, te diría el de “Seguir viviendo sin tu amor”, porque básicamente representa el espíritu de cómo trabajábamos. Ese video es muy lindo porque está hecho dentro de una habitación, con la luz de un velador, con unos láseres que en ese momento eran una novedad, y porque fue filmado en una hora. Con un minigrabador Luis hacía el playback, y ya está. No es el video más elaborado que hicimos. Hay videos que hemos hecho en fílmico: “Cheques”, “Correr frente a ti”. Me gustó mucho el que hicimos en Baja California, en México, con la chica en la orilla del mar. Creo que no tratábamos de decir nada. En realidad, el videoclip a veces es una sucesión de imágenes que se van desencadenando. Obviamente, uno trata de que todo eso tenga un cierto relato y que te deje algo. Lo que pasa es que a veces la música es tan fuerte que las imágenes pasan a segundo plano.


(Fito y Luis: La La La)
Las tapas que más me gustan son las de La Salteña, pero la criolla, no hojaldrada, viste. En los primeros años del rock no había tanta imagen, había que inventarla, crearla. Ahora vivimos un mundo muy profesional, lleno de productores, de gente supuestamente formada. En ese momento uno se la tenía que rebuscar para que algo resultara interesante. Para la tapa de La La La, ya lo he contado millones de veces, estaba la idea de fusionar una imagen que representara a Luis y a Fito. La forma que se me ocurrió de poder llevar esa idea adelante era con una doble exposición con una cámara Hasselblad. Eso lo hicimos en la casa de Fito, en Belgrano R, en la calle Pampa. Una noche los llevé ahí, lo sentaba a uno, le iluminaba la mitad del rostro, lo sentaba al otro, sacaba el chasis, pero no trasladaba la película, entonces ese mismo negativo se imprimía dos veces. Cosas que ahora son una pelotudez hacerlas con el Photoshop, y quedan mejor. Pero en ese momento el desafío era cómo crear una imagen a partir de las herramientas que estaban disponibles en ese momento.




Las primeras cosas que hice para Luis me parecieron, humildemente, buenos trabajos. Lo que hice para Durazno sangrando, El jardín de los presentes. Trabajábamos con lo que teníamos. Nada nos detenía. Eso habla del entusiasmo por hacer las cosas. Esta foto es mía. Está sacada en un hotel en Santa Fe, al amanecer, en una gira de Invisible. Habíamos estado toda la noche dando vueltas y en un momento encontramos en el corredor todos los elementos de limpieza, el carrito de la chica que limpiaba, y Luis se puso las cosas. Tiene un tacho de residuos en la cabeza, parece un faraón. Es que era un faraón, Luis, en su estilo. Le gustaba mucho hacer de bufón, hacer reír a la gente. Tenía esa cosa media histriónica.


Si tuviera que trabajar más asiduamente para el periodismo, me gustaría hacer cosas más de investigación. Acá es inviable. Los grandes medios le ponen un montón de guita a Jorge Lanata, a Joaquín Morales Solá, y después, de ahí para abajo agarrate, hay un abismo entre lo que le pueden pagar a esos tipos y lo que les pueden pagar a los colaboradores por hacer una nota. Entonces, me parece que los recursos están mal administrados.

Lo que tengo pensado hacer es un libro de Luis, uno con todo lo que hice para Fito y otro para todo lo que hice con el rock. Ahí ya tengo tres. Porque, sabés lo que pasa, hacer el libro es también una forma de cerrar una etapa. Si no, sentís que las cosas están ahí, muertas en un cajón. Estoy empezando a navegar esas aguas pero tampoco he querido avanzar mucho, sobre todo con lo de Luis, porque no quiero hacer una cosa oportunista. Luis era un tipo muy exigente con toda su obra, con todo su trabajo. El día que yo haga un libro de él tiene que ser un libro impecable. No quiero hacer un libro barato para que gane guita un editor. Quiero hacer algo para que la gente que realmente amaba la música de él tenga algo bueno. He estado escaneando todo el año pasado. Es un proceso lento porque hay que escanear negativo por negativo. Lo estoy haciendo solo porque es muy difícil hacerlo con alguien. Sos vos el que sabe las fechas, las condiciones en las que se realizó ese material. Entonces es muy difícil delegar. Pero está en marcha y es un proyecto firme. Y después seguir haciendo cosas, no detenerse. Siempre la consigna es hacer algo nuevo.

Pero hay que entender una cosa: los tiempos cambian, gracias a Dios, y la renovación es una cosa inexorable y beneficiosa. Yo creo que cada época tiene sus actores principales. Luis siempre decía en joda algo que me resultaba muy divertido: lo mío fue en los sesenta. Y en parte sí, estoy de acuerdo. Creo que también corresponde que los protagonistas sean otros. Uno empieza a ser medio periférico. La gente empieza a dejar de conocerte. Muchos pibes no saben quién carajo es Luis. Creo que los seguidores de esta chica que canta ahora, que le va tan bien, Lali Espósito, no tienen la más puta idea quién es Spinetta. Pero tampoco está mal, es el signo de otra época. Pasa con los trabajos: el tipo que te daba laburo se jubiló, se murió, se fue de la empresa, y ya perdiste el trabajo porque perdiste el contacto, ¿me entendés? Es así, es inexorable, no se puede hacer nada con eso. Y está bueno a la vez que exista una renovación y que haya nuevas generaciones. Si no, nos quedamos, nos transformamos en los tangueros que tanto criticábamos.



Publicado en La Agenda.

No hay comentarios.: