martes, 27 de octubre de 2020

Cada vez que pienso en Wos, fue amor, fue amor

Foto: Danny Clinch

En la entrevista publicada en el último número de Rolling Stone Bruce Springsteen brinda por el rock & roll "o lo que queda de él”. Digamos que con Letter To You el viejo Bruce firmó un cheque para renovar el alquiler por algunos años más. Realizó un aporte para que lo que queda del rock & roll no sean sólo bandas tributo y reediciones en vinilo. El disco, que salió el viernes pero fue grabado en noviembre del año pasado, es una inyección emocional que alimenta las vidas marcadas por ese género en decadencia que en realidad es más bien un estilo de vida, una forma de mirar el mundo. Un monstruo que durante varias décadas se fagocitó todo lo que tenía adelante y ahora flaquea hacia las bateas del costado como alguien que envejeció y ya nadie presta atención. ¿Es tan así? No sé, pero el disco de Springsteen te devuelve a los días en los que el rock no era solamente la banda de sonido sino el troll del mundo. El que incomodaba y molestaba a todos los demás al decir lo que otros callaban. Mostraba una apertura hacia un camino diferente basado en el amor y la expansión de los sentidos. Y todo sostenido con muy pero muy buena música. “House Of A Thousand Guitars” es el núcleo del disco porque habla un poco de esa época. Reconoce que el rock ya no está más en todos lados sino en algún lugar que cada uno sabrá crear para sí. Un espacio donde esos sentimientos y esa emoción todavía se perciban. Es una canción sorprendente por la carga emotiva que tiene. Un tema no me emocionaba de esa manera desde que el Indio Solari sacó El tesoro de los inocentes en diciembre de 2004. “El tesoro de los inocentes”, el tema, sorprendía porque nos mostraba que el Indio después de los Redondos todavía podía extraer tu piel y dejarte desprotegido y vulnerable. En este disco, y en esta canción especialmente, Springsteen logra lo mismo. 

“House Of A Thousand Guitars” no será la última canción que servirá para rememorar momentos rockeros que ya pasaron o abordar la fascinación por la música. Todos los temas que repasan esa idea muestran que lo importante es tener adonde ir. El rock era eso: sirvió como refugio ideológico a la hora de pensar, refugio físico cuando había que reunirse y refugio sensorial cuando hubo que combinarlo con el cuerpo en forma de música, en forma de pogo o de lágrimas de alegría y emoción. Todo eso genera el nuevo disco de Bruce Springsteen y al mismo tiempo provoca el miedo que él mismo sintió cuando lo compuso. La desaparición del rock como lo conocíamos quizás implique también la muerte de nuestra identidad. Porque todo eso se va y hay algo en Wos que está empezando a asustarnos. El saber que ese lugar a donde íbamos desaparece y nosotros también con él. Porque uno puede adaptarse a todo pero los orígenes no se cambian sino que se reconocen. A veces aparecen y te hacen sentir en casa. Me sentí parte cuando vi a Ricardo Iorio golpeándose el pecho sobre el escenario en un concierto que no parecía tener buen final y logró ser maravilloso. Cuando vi a una chica intentando salir del sector más caliente del Teatro de Flores la noche que Los Espíritus presentaban Agua Ardiente hace unos pocos años. Su cara de extasiada por la música, su aspecto joven, de veintipocos, con remera blanca de cuello amplio que le dejaba ver parte de un pecho brilloso por la transpiración, me ratificaron la intensidad de la noche y me confirmaron que estaba en el lugar correcto.

De todas maneras uno no se resigna a entregar las banderas. A veces me río cuando dicen que el rock es de una época pasada porque si algo o alguien me enseñó de aborto legal salió de ahí y no fue hace dos años. Pero siempre existen las confusiones y las ideas cruzadas y hasta los eventuales defensores del eterno retorno, que a diferencia de Springsteeen no quieren hacer algo nuevo que suene con el espíritu de aquello sino que pretenden que todo sea como antes y que suenen las mismas canciones todos los días. Que La Renga termine todos los recitales con “Hablando de la libertad”, que el ritual no se altere. Eso es más aburrido que comer pollo hervido con zapallo durante un mes y medio, y miren que lo hice, cociné ese menú a diario durante ese lapso determinado y no me aburrí tanto como cada vez que voy a ver a Fito Páez y veo que sus conciertos se cierran con “Y dale alegría a mi corazón”. Creo que era Adrián Dárgelos en una revista La Mano el que decía que se decepcionó con un músico -no recuerdo cuál- porque fumaba mientras cantaba y eso le hacía pensar que estaba presenciando el concierto de un oficinista, alguien que estaba ahí porque no le quedaba otra, porque peor sería ir a laburar en algo distinto y peor pagado. Bueno, hay una diferencia entre las cosas de verdad y lo real, lo que sucede frente a nuestros ojos pero que en realidad está vació. ¿No son eso los conciertos tributo? La representación de lo que ya pasó y queremos que vuelva. Pero no son las canciones, porque las canciones están ahí en Spotify para que las escuchemos de nuevo cuando tengamos ganas, y encima mucho mejor tocadas que cuatro ladrones lookeados que cobran para hacer temas de otros hasta cuando lo hacen por streaming. Lo que queremos que vuelva es la vida que tuvimos. Alguien que está contento con su presente jamás podría disfrutar de una banda tributo. 

El problema de tratar al rock como un dogma es que impone límites muy rápidamente y al rock hay que dejarlo suelto para que llegue adonde quiera, como una semilla que sale volando y termina en un lugar inesperado. Así se producen los milagros, que a veces son discos, otras son canciones, por ahí son conciertos y para mí ahora se llama Bruce Springsteen. 

                      

2 comentarios:

Juan manuel dijo...

Excelente notas como todas las que haces...como fan babasonico (horrible nombre si los hay), el cantante del que hablaba dárgelos era el de Echo And the Bunnymen....al menos yo lo lei en una nota en clarín en la época del DVD luces....a Giardino tmb lo tildo de oficinista en otra ocasión....llamativo teniendo en cuenta que los sigo desde hace 15 años, y ya hay 10 temas que no salen de la lista....en el hipódromo hasta arengaba a la gente...ya no veo tanto vértigo en sus shows...aunque los ame..

Federico Anzardi dijo...

Hola Juan, gracias. No me iba a acordar ni de casualidad que Dárgelos hablaba de Echo. Me pasa lo mismo cuando lo veo a Fito, ya lo dije. Con el Indio también. Los únicos que pueden hacer lo mismo todas las noches sin aburrirme son los Divididos. Se ve que a ellos los quiero más. O los veo menos.