(Dos tapas del Sí de los 90. A la imagen la saqué de acá)
Definir los parámetros de la juventud es más difícil. Ser joven depende de muchos asuntos. Uno es joven a los 15, a los 25, a los 35, incluso a los 45. Y más también. Siempre depende del contexto y de la actitud con la que encaremos la vida. Entonces, podemos decir que la adolescencia es una etapa y la juventud un estado de ánimo.
Creo que puedo señalar cuándo empezó mi adolescencia. Fue en 1995, cuando dejé de leer Billiken y pasé a comprar revistas de rock. La primera que tuve fue una Madhouse que provocó las gastadas de un amigo. Vio la tapa, llena de metaleros, y me dijo que compraba revistas “para putos, con fotos de hombres”. Si soy más específico, puedo decir que durante toda la escuela secundaria sólo leí periodismo de rock. Pero no puedo determinar cuándo dejé de ser adolescente. Tampoco si sigo siendo joven.
Joven era Luca Prodan, que se murió después de vivir 34 años que parecieron 300. Cuando pasó eso, en diciembre del 87, el periodista Damián Damore sintió que todo se derrumbaba. “Con Sumo se me iba toda la adolescencia. Al toque me dejó mi novia, terminé emborrachándome en la fiesta de fin de año del secundario, haciendo un papelón grande, con mis hermanos y mi madre viniendo a rescatarme del verdugueo general. Sin Sumo, me di cuenta, no tenía nada. No me importaba nada”, le dijo a Oscar Jalil en Libertad Divino Tesoro.
Bien, Damore puede decir con exactitud cuándo dejó de ser adolescente. ¿Seguirá, como el Sí de Clarín, joven a pesar de las décadas? El suplemento tiene, apenas, 31 años de existencia, siempre atravesados por la frescura del momento. Es un producto ceratiano. Para el Sí, siempre es hoy. Sin embargo las autoridades del multimedio de Magnetto están a punto de estrellarlo, como hizo la NASA con la sonda Rosetta hace unos días.
Mientras escribo esto tengo a mano una caja repleta de suples Sí de la década del 90. Me alcanza con mirar las tapas y las fotos de algunos de los números para recordarlos por completo. Los leí durante toda la adolescencia de secundaria católica y provinciana. De familia conservadora. De padre que dejó de escuchar a Los Beatles cuando sacaron Sgt. Pepper’s. De ciudad en donde era muy difícil ver rock en vivo. En años -mis años- en los que el rock no era un negocio sino pura educación.