lunes, 16 de marzo de 2020

Apuntes sobre La conquista del espacio, de Fito Páez


Foto: Facebook Fito Páez

1: “La conquista del espacio”

Empieza tan Páez que duele. Fito hace lo que quiere con la letra. No la adapta a lo que supuestamente sugiere la música sino a lo que tiene ganas de decir. No es la primera vez que me da la sensación que a Fito le cuesta mucho cambiar algunas palabras una vez que las elige. Tienen que ser ésas y no hay sinónimos que valgan. No importa que se junten o sean pronunciadas a los pedos. Algo así pasa, por ejemplo, en “Tendré que volver a amar”, una (hermosa) canción de Rock and Roll Revolution que tiene un estribillo magnífico y unas estrofas que por momentos se amontonan como el queso de una pizza que llega con frenada inesperada del Glovo de turno.


                

Al minuto “La conquista…” cambia un poco y se pone mejor, empieza a tomar vuelo como ese Monumento a la Bandera-Cohete que sale hacia arriba en la primera imagen del disco que se difundió. Las cuerdas acompañan muy bien y puedo ver al Monumento atravesando el aire en busca del más allá. Me encanta la parte “y otra vez desandándonos y preparándonos para un nuevo mundo”, también cuando Fito canta “sálvese quien pueda”.
Está bueno lo que dice Fito: “Entre los artistas no se encuentra el enemigo”. Lo reafirma invitando a varios colegas, según escucho, porque no puedo chequear quiénes son. Una de las desventajas de la vida online es que los créditos se pierden en el pozo de lo intangible. Lejos quedaron las épocas en las que uno se colgaba durante toda la escucha del disco leyendo la letra chica de los álbumes. Así uno se enteraba cosas como el estudio donde se había grabado, los músicos, los invitados, los agradecimientos. También detalles como “este disco fue registrado en Buenos Aires durante la cuarentena de Coronavirus del 13 al 27 de marzo”. La solución, por supuesto, es comprar el disco, pero no tengo plata.
Pero bueno, googleando un poco -no me pidan precisión periodística, nadie me paga por escribir esto, tampoco me obligan-, veo que participan el cantante de Francisca y Los Exploradores, que fue invitado al Gran Rex que hizo Fito en 2018 (¿o el Luna Park?). Esa noche cantaron juntos “Villa Urquiza”, una canción que está en el último disco del grupo indie. Estuvo lindo pero así como vino se fue. Al final, Francisca -que no se llama así sino Franco Saglietti- le hizo una reverencia de rodillas a Fito que me pareció más una burla que una exageración. Nada que ver al homenaje elegante que le hizo Jorge Drexler a Prince en la entrega de los Oscar hace un montón de años. Fito se río y lo hizo parar rápido a Francisca, Prince reaccionó como el culo.
También están el cantante de Conociendo Rusia, Mateo Sujatovich (hijo de Leo), Juanes y María Campos, que no tengo ni la más pálida idea quién es. Hay muchos huecos en este texto y la curiosidad me obliga otra vez a googlear mínimamente.
María Campos, “la cantante que hace bailar a todos, ¡hasta a Adrián Suar!” (revista Hola, 3 de junio de 2019). "La María Campos le pone ritmo al desamor" (Ámbito, 14 de noviembre de 2019). El diario fundado por Julio Ramos aseguró ese día que la propuesta de María es "bailable y sensorial", con "tintes de bachata, blues y el bolero en una actitud de tango y rock".


                

Entre los artistas no se encuentra el enemigo, es cierto. Aunque Iorio se saque fotos con Biondini muchas de sus canciones seguirán conmoviendo. Cómo puedo poner el foco en las declaraciones circunstanciales de un tipo en lugar de hacerlo en sus letras. Nadie me va a convencer de que una frase perdida que nadie recordará jamás como "No puede ser que haya criaturitas de 15 y 16 años que apoyen la muerte del no nacido. ¿Cómo nadie les clava un destornillador en la oreja a estos putos malvados?” va a ser más importante que “Masticando esta siniestra heredad, prisionero estoy en mi ciudad natal. Donando sangre al antojo de un patrón por un misero sueldo con el cual no logro esquivar el trago amargo de este mal momento. Mientras el mundo, policía y ladrón, me bautizan sonriendo, gil trabajador”. No hay grieta posible ahí.
Entre los artistas no se encuentra el enemigo es, quizás, la respuesta a una duda que persigue a Fito desde hace décadas y que estaba colgada en una de las paredes de su casa en Rosario. Era un cuadro del Martín Fierro que decía “Naides sabe en qué rincón se oculta el que es su enemigo”. Fito tomó esa frase como un símbolo de lo que pasó con sus abuelas, asesinadas en aquella vivienda en 1986 por un par de hermanos que conocían a la familia. El principal asesino, Walter Di Giusti, frecuentaba el ambiente musical de Rosario, se asomaba por la ventana al comedor de la casa de Fito en calle Balcarce para intercambiar palabras con él. Terminó matando a las dos viejas y a la empleada doméstica de manera inexplicable un mediodía caluroso de principios de noviembre.
Fito cayó en una depresión profunda que le costó su relación con Fabiana Cantilo y le cambió la forma de ver el mundo. Sin embargo, la música lo salvó. Compuso Ciudad de pobres corazones, tocó con Spinetta, se fue al Festival de Varadero, se apoyó en Charly. Conoció los libros de Bukowski. Compuso Ey! a las apuradas para dejar de pensar en todo aquello. Está claro que para Fito el arte y los artistas nunca estarán del otro lado.

2: “Resucitar”

El primer corte, el más conocido a esta altura. Tema de separación desde el punto de vista del que se va (porque lo fueron). Siente culpa pero cada vez menos. “Y vos buscaste otro amanecer”, canta Fito y pronuncia la última sílaba como si fuera Dante Spinetta en IKV. La batería de Abe Laboriel, desde ahora “el batero de Paul McCartney”, se impone casi tanto como los arreglos beatles (fundamental el coro del final que dice “otra vez, otra vez”). La canción se pone densa a medida que avanza y se alcanza a transmitir el dolor del narrador. Una reflexión muy Fito: nos amamos, algo pasó, seguimos como podemos pero ya llegará algo mejor. Fito nunca ve la vida desde una postura negativa. Lo hizo en el período 87/88 por los crímenes pero fue una excepción. Es conocida su frase “yo no vengo a ofrecer mi corazón un carajo”, pronunciada en alguna entrevista de aquellos años, una postura que reflejaba su falta de fe en la vida y en las personas. También es conocida la escena en la que dejó de pensar así. Sucedió en los camarines de Cemento, donde el Indio Solari, nuestro líder holograma como los Jedi de Star Wars, le dijo cómo vas a decir eso, si es una canción muy linda.
Lo curioso de “Resucitar” no es que sea una canción de separación sino que Fito encuentre otra faceta para hablar de una temática tan masticada. “No es fácil vivir con el dolor que te causé, pero empiezo a sentirme bien”. Se hace cargo de su traición y no manda al diablo a su interlocutora, como sí sucedió, por ejemplo en “Rock and Roll Revolution”, donde se pone en plan acusatorio, soberbio, muy orgulloso y por eso mismo muy dolido con una relación que a todas luces no anduvo.
“Resucitar” tiene más puntos en común con “Fue amor”, hermosa balada de fin de romance intenso e inolvidable. Ahí también Fito reparte responsabilidades, asume su parte y tira las inquietantes líneas “No está bien romper un corazón, deja vu de lo que va a venir” y “hay un boomerang en la city, mi amor, todo vuelve, como vos decís”, que hacen que todxs los que se mandan alguna sientan que sólo es cuestión de tiempo para que el sufrimiento les toque a ellxs.

3: “Las cosas que me hacen bien”

Una mezcla de “El chico de la tapa” con “Let’s spend the night together”, con un dejo de “A rodar la vida”, “Buena estrella” y la versión de Claudio Gabis de “Nena boba” cantada por Fito, claro. Otra vez el amontonamiento de palabras, a esta altura una marca registrada. Otra vez la mención al enemigo. Podemos decir que al enemigo se lo combate con arte y con “las cosas que nos hacen bien”.
Fito fue cambiando su manera de cantar con los años: pasó de imitar a Charly, tener influencias nebbieras, soltarse con Prince y adoptar un estilo propio definido que mutó hasta volverse medio tanguero, culturoso bordeando la tonada Martín Caparrós de la vida. La forma de cantar de un tipo que es capaz de encargarse de las visitas guiadas del MALBA y que también tiene la necesidad de reencontrarse con el veinteañero que usaba un solo calzoncillo. Así llega el gran momento de “vamos con la cumbia, con la misa, el perreo, el fernet con Coca-Cola y tu mamá también”. Ahí Fito convence a todos.
La canción es ideal para un gran momento en vivo: solo de viola, percusión, caños. Una virtud de este disco es que la participación del guitarrista Juani Agüero está contenida y en su justa medida, algo que en vivo no sucede porque sus solos desmedidos quedan en la nada, no transmiten demasiado. Se desinflan y hacen mirar el celular. A veces no hace falta ser tan rockero para dejar una marca. Es sólo una cuestión de actitud.
En “Volver a mí” Fito también hablaba de las cosas que le hacían bien y agregaba el “de verdad”, como si antes hubiese estado viviendo cosas que le hacían bien de mentira. Lo cantaba en una canción que como en “Rock and Roll Revolution” también tenía un fuerte resentimiento y una posterior reafirmación personal. "Estoy tragándome el dolor, mordiendo el polvo del amor. Vivo solo y encerrado en una gran habitación esperando una maldita decisión", cantaba, anticipándose 17 años a la cuarentena del coronavirus. "Pensándolo un poco mejor, no sé quién te crees que sos. No me vas a hacer el juego, soy la luz y soy el gas y ya no me queda tiempo para vos", cerraba.


                   

4: “La canción de las bestias”

El comienzo es igual a “Dust in the wind” de Kansas. Fito canta lindo: “No puedo evitar -dice, como si fuera Pappo- hacer el daño y después mi corazón se rompe en mil pedazos. Mi alma es una casa donde vive el amor y las más profundas fantasías del terror”.
Sí, Fito, been there. Todes nos mandamos cagadas y después nos queremos matar. Siempre convivimos con esos polos porque cuando dios te da un don también te da un látigo y ese látigo es solamente para autoflagelarse. “What is it inside our heads that makes us do the opposite? Makes us do the opposite of what's right for us?”, canta Jim James en mi canción preferida de My Morning Jacket. ¿Qué hay en nuestras cabezas que nos lleva a hacer lo contrario a lo que nos conviene? Andá a saber. A veces es simple estupidez.
La producción del disco garpa cada vez más. Mérito de Fito y de Diego Olivero, también bajista de la banda. La canción tiene una coda solemne que le da un poco más de oscuridad y por eso mismo la mejora. Linda balada. “Dust in the wind” también es un temazo.

5: “Gente en la calle”

Con Lali Espósito. Esta canción va a sonar mucho en las radios y también cuando los canales de noticias muestren el estado del tránsito en avenida Dellepiane.
Linda combinación, aunque cuando cantan juntos eso de gente “en Pueyrredón y Libertador” me provoca un rechazo inevitable. El mismo que me aparece con los Conociendo Rusia y su Cabildo y Juramento. Esquinas de zonas de Buenos Aires donde la cuarentena por el coronavirus es una excusa para tener dos semanas de vacaciones indoors. Y si bien la letra habla de distintos barrios e intenta hacer un paneo de todo lo que pasa en la ciudad, cuando Lali habla del Parque Lezama no le creo nada. Pero sé que el problema es mío y que esta mini reseña no se justifica en lo más mínimo.

6: “Ey, you!”

Con Hernán Coronel. El mejor tema del disco. Una suite funk cumbiera que al principio descoloca y convence de inmediato. Me da ganas de que Fito le produzca un disco a Mala Fama. “Andate, correte, sali. Alejáte de ese gil que en un noventa por ciento siempre te hizo sufrir”, es la mejor parte de la letra.
En lo primero que pienso es en “Paranoica Fierita Suite” de Rey Sol. Una historia policial con distintas fusiones que hoy parece un paso previo inevitable en el que Fito metió mucho en poco tiempo y se desbordó. “Ey, you!” logra que la mezcla de géneros suene más natural e irresistible. Ojalá se vuelva hit.

                   

7: “Nadie es de nadie”

Otro tema marca Páez que podría haber estado en más de un disco. Quizás el punto menos interesante de todo el álbum. Historias dentro de la gran historia de Fito: el amor -su falta o su abundancia- como eje fundamental de su vida. “Primero me rompiste el corazón, así de una, y anduve por ahí muy borracho y resfriado cada noche ladrándole a la luna. Después el corazón te lo rompieron a vos. Se gana y se pierde todo el tiempo”, canta en otra manera de decir que hay un boomerang en la city, mi amor.

8: “Maelström”

Linda canción, suena a la perla oculta del disco. Hay una frescura que atraviesa todo el álbum y que recuerda a canciones como “Limbo mambo” de Confiá. Esa frescura también estaba en La ciudad liberada, pero aquel disco de 2017 tenía muchas canciones y no terminaba de cerrar. La conquista del espacio es más corto y por eso es más directo, convence más rápido.
Cuando este tema suene en vivo va a ser muy bueno acompañar cantando desde la platea eso de “y hoy me siento feliz…”. Yo probablemente lo haga mientras insulte mentalmente a lxs que no pueden parar de grabar el recital con el celular, casi un homenaje moderno a los rolingas que tapan los escenarios con las banderas.
La vuelta final de “hoy, mañana y ayer” me hace acordar a algo pero no sé bien a qué. Es algo que sucede a lo largo de todo el disco. Hay recursos clásicos de la música pop que entran y salen, un resumen bien aprendido de citas y guiños que mejoran el disco y que en definitiva ya no le pertenecen a nadie.

                     

9: “Todo se olvida”

Bueno, si el amor es el eje fundamental de la vida de Fito este tema lo expone de manera directa: “Amor es el mejor sentimiento, amor es la palabra perfecta. Amar es sagrado, amar es lo único que te dará libertad. El amor no es más fuerte que la muerte. En el amor solo se trata de estar cerca. Amar cruzando el mar del tiempo juntos. La vida sin amor no significa nada”.
Si es amor cruzará huracanes y tormentas, decía en otra canción. Allí también aseguraba que "la sabiduría llega cuando no nos sirve para nada, no se puede evitar. Y todo lo que pasa conviene. Son las reglas del destino, son las reglas del amar". El peine para los pelados que vuelven a tener pelo ante cada esperanza que aparece. Con el diario del lunes todos sabemos que esa persona no nos convenía. ¿Pero no nos convenía o nos dejó de convenir después de un tiempo? No es lo mismo. La gente suele pensar que una relación que se termina fracasó, pero se olvidan de los momentos en los que tuvo éxito. Juzgar una relación por las causas y consecuencias de la ruptura es analizar una serie por su último capítulo. Se dejan de lado días, meses, ¡años! de felicidad constante, de momentos de aprendizaje y emoción. La sabiduría entonces, es ver la película completa, eso que hacen los críticos. Los artistas avanzan a ciegas como las personas cuando se enamoran. Nadie abre un libro para confirmar lo que pensaba, ni siquiera los que escriben.
Pero podemos suponer: “Viendo a los barcos partir no puedo dejar de sonreír. Van directo a un lugar: a la tormenta perfecta”, canta Fito en este tema final. Es la influencia de los años que nos ponen en un lugar de cinismo que nunca es tan fuerte como para detenernos. También es un link tanguero: si yo pudiera, como ayer, querer sin presentir.
El teclado marca la canción, que podría funcionar como otra declaración de principios de Fito, quizás la más honesta de todas. Ninguna pretensión como las de “Al lado del camino”, donde se jactaba poner música en los walkmans de todes. Acá hay simples confesiones y necesidades de un tipo que sabe dónde está parado y se siente bien con su lugar. Son puras obviedades, dice un comentario en YouTube. Sí, pero a Fito le salen lindas. 


                 

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