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miércoles, 4 de mayo de 2022

Fito Páez en siete movimientos

(Foto: Nora Lezano)

Uno. Margarita Zulema J. Ávalos de Páez muere el 24 de noviembre de 1963 en Rosario. Tan joven que la llora casi toda su familia. Su esposo, Rodolfo; sus padres, Aurelio y Margarita; su suegra, Belia; sus hermanos, Leonor, Norma, Zulema y Aurelio Antonio. También tíos, sobrinos, primos y un hijo, el único que tuvo: Rodolfito Páez, nacido el 13 de marzo de ese año.

La muerte de Margarita se transforma en una carga invisible y en una búsqueda personal que Fito Páez refleja a lo largo de toda su obra. En la película Vidas Privadas, que escribe junto a Alan Pauls y dirige en 2001, Carmen, interpretada por Cecilia Roth, contrata a Gustavo (Gael García Bernal) para que se acueste con otra mujer. También para que lea en voz alta algunos textos eróticos, incluido uno de James Joyce. Carmen no se deja ver mucho, sólo escucha a través de una pared. Es su fetiche personal, su manera de estimularse. A medida que el film avanza, la distancia entre Carmen y Gustavo se esfuma. Hay un problema: Gustavo es el hijo que Carmen había tenido en un centro clandestino de detención durante la dictadura. 

Carmen se suicida después de tener sexo con Gustavo. Se corta las venas en el baño. Su hijo/amante la encuentra sumergida en una bañera repleta de agua teñida de rojo. "Hay agua alrededor de la luna, parece que va a llover", dice el personaje de Lito Cruz, el apropiador de Gustavo, unos minutos después. “Viste que la luna es la madre”, le dice Fito a la revista Rolling Stone en 2012.

En “La puta diabla”, el libro que Fito escribe en 2013, Félix Ure, el protagonista, convive con fantasmas parecidos. 

“Félix había vivido toda su vida dialogando con Margarita, su madre muerta”, dice la novela. “No dejó que nunca entrara nadie allí. Era su cueva, su refugio del mundo exterior. Su espacio de dolor y lucidez. El campo de conciencia de la muerte. El lugar del cual no podía escapar. El vientre de su madre muerta que le recordaba de dónde venía y lo que había perdido. Y todos los vínculos de su vida estaban dispuestos en perspectiva a un monstruoso edificio que él había construido con minuciosa dedicación, y cuya existencia no lo dejaba respirar pero a la vez le daba oxígeno. Cuando se enamoraba de una mujer, ‘Margarita se había encargado de expulsarla’, -contaba a sus más íntimos. Y siempre volvía a ella, a la tumba desde donde, él interpretaba, su madre lo reclamaba”, sigue el texto. Incluso el nombre del personaje de la novela forma parte de la vida real de Fito: Félix Ure es uno de los seudónimos con los que registra sus canciones en Sadaic. 

“¿Quién le puso el cáncer a mi madre? El hombre que amó y no la quiso, Rosario, la naturaleza, un error médico. Su madre, su profesor de piano, la mediocridad”, canta Fito en “El dolor”, una de las canciones que forma parte de El sacrificio (2013), un compilado de temas descartados. Difícil que “el hombre que amó y no la quiso” a Margarita sea Rodolfo Páez. Se dice que el papá de Fito amaba tanto a su mujer que después de su muerte no quiso saber nada con volver a formar pareja. 

jueves, 30 de diciembre de 2021

La juventud es un estado de ánimo

Wos (Foto: Rafael Mario Quinteros - Clarín)

El otro día, después de haber escuchado durante toda la tarde Oscuro éxtasis, el nuevo disco de Wos, le mandé un WhatsApp a Aldana, que volvía a casa en bondi. “¿Vamos a ver al Wosito a Obras?”, dije, y adjunté el meme de Historia de un matrimonio donde Scarlett Johansson y Adam Driver discuten a los gritos. 

—Tenés 40 años, podés dejar de hacerte el pendejo escuchando a Wos —dice Scarlett en el meme, con la mano derecha alzada, como si enfatizara el rídículo que implica que un adulto que tomó fernet Vittone en un Plusmar que avanzaba hacia algún concierto de La Renga pretenda asistir al show de un artista nacido poco antes de la aparición de Último bondi a Finisterre.

—Escucho lo que quiero y además los fans le decimos Wosito —responde Driver, con cara compungida, sin argumentos más que el berrinche, incapacitado para el triunfo. 

—Se llama Wos... Wos!!! —retruca ella, ya con las dos manos arriba. Al pobre Adam no le queda otra que golpear la pared, envuelto en una frustración generacional que lo condenará a ver tributos a Los Piojos por toda la eternidad.  

Aldana se cagó de risa y me dijo que “ni en pedo” va a ir un recital como ése, repleto de centennials, servida en bandeja la sensación de ser una anciana de 38 años que no entiende los códigos de las nuevas generaciones. Le comenté, como le había dicho a mi papá cuando advirtió que la plaqueta que le dieron en la Asociación Médica era “por viejo”, que la juventud es un estado de ánimo. Que no tenemos que sentirnos desubicados si vamos a ver a un artista en crecimiento que acaba de publicar un gran disco. “Si esto fuera 1985 ¿te negarías a ir a ver la presentación de Giros en el Luna Park?”. No la convencí.

sábado, 19 de diciembre de 2020

Algo andaba rondando por Villaguay | El exorcismo que inspiró a Fito Páez


Si Raúl Spahn hubiese visto el compacto que Fútbol de Primera emitió aquella noche, seguramente se hubiera sentido un poco descolocado. Boca, en La Bombonera, había enfrentado a Gimnasia y Tiro, que ese día vistió dos camisetas diferentes. Durante el primer tiempo, los salteños jugaron con la clásica vestimenta de rayas verticales albicelestes. En el segundo, lucieron la casaca suplente, de un azul oscuro. Era el mismo equipo, pero parecía otro. El hecho se convirtió en una anécdota más para la lista de curiosidades del fútbol argentino, pero Spahn no pudo apreciarlo. Se quedó con las ganas, porque la fidelidad que le profesaba al Xeneize no era mayor que la fe que lo había llevado a convertirse en sacerdote de la Iglesia Católica. Aquel domingo 31 de octubre de 1993, justo cuando comenzaba el resumen del partido, Spahn, el Padre Spahn, atendió el teléfono de la parroquia y escuchó la voz de una mujer acongojada.

– Padre, ¿puede atender a mi hija?
– Sí, ¿está grave?
– No, no.
– Bueno, entonces voy mañana. ¿Qué es lo que tiene?
– Está endemoniada.

Durante algunas semanas, el caso de María Laura, la adolescente poseída de Villaguay, ocupó buena parte de las noticias nacionales. Canales, diarios y radios de todo el país informaron sobre la chica que hablaba en inglés sin haber aprendido el idioma y que por momentos adquiría una fuerza tan grande que ni cuatro hombres podían sujetarla.

Hoy todo quedó en el olvido. Sólo sobrevivió la interpretación que Fito Páez hizo del episodio en “Las tardes del sol, las noches del agua”, una canción que logró reflejar aquellos días de incertidumbre y desesperación.

****

– “¿Cómo sabrá que está endemoniada? ¿Me estarán tomando el pelo?”, decía yo.

Pasaron 27 años pero el Padre Spahn recuerda hasta los detalles que suelen quedar arrumbados en los rincones de la memoria. Nunca los va a olvidar porque el caso inició un camino que el sacerdote todavía transita: el de ayudar a los posesos que sufren al Maligno, como él mismo lo define. Al conocer a María Laura, Spahn empezó a entender que Dios a veces permite males para lograr bienes mayores. Lo dice hoy, después de más de, si se quiere, cien, 200, o 300 exorcismos realizados desde entonces, tal vez. Qué más da. Fueron tantos que dejó de contarlos.

“Dios me metió en este camino sin que yo lo buscara”, dice desde la parroquia de Lucas González, un pueblo cercano a Nogoyá. Cuenta que fue hasta la casa de María Laura acompañado por su jefe de entonces, el párroco Máximo Hergenreder. La encontraron acostada en una cama, con toallas en la cara, rodeada por muchas personas y sujetada por otras. Apenas ingresaron, la chica empezó a mirarlos con una intensidad que los incomodaba.

“No sabía cómo manejar el caso, porque para hacer algo a nivel de exorcismo y cosas así uno tiene que especializarse en el tema”, dice Spahn, que por entonces era apenas un vicario sin mayor experiencia.

En la habitación de María Laura, Spahn, todavía un poco asustado, se dirigió a la madre de la chica, la mujer con la que había hablado por teléfono.

– ¿Por qué tiene toallas?
– Porque le damos agua, la toma, y si le pongo unas gotitas de agua bendita sin decir nada, la escupe.

“Entonces me acerco y empiezo a hablar. No me contestaba, me ignoraba. Hasta que empezó a hablar, pero en inglés, con una cierta fuerza de voz. La nena había hecho la escuela estatal y no conocía el inglés, nadie sabía por qué hablaba en inglés”, cuenta el cura.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Una conexión profunda

 Foto: Guido Adler.

Por fin, después de casi ocho meses, Fito Páez pudo presentar La conquista del espacio, su último disco. Fue anoche en el Movistar Arena de Buenos Aires en un concierto vía streaming que estuvo a la altura de las expectativas. El recital fue una especie de revancha luego de la suspensión del show del 13 de marzo pasado en el hipódromo de Rosario.

De todas maneras esta actuación virtual no compensa aquella suspensión rosarina que Fito ya prometió que se realizará tarde o temprano. La demora tuvo sus ventajas, como permitir que lxs fans pudieran asimilar por completo las canciones del nuevo disco, el mejor desde Confiá (2010) y uno de los puntos más altos de la carrera del Fito siglo XXI.

Otra de las ventajas fue que por la cuarentena Fito pudo cuidar más su voz y no someterla al ajetreo habitual de conciertos que en plena gira le impiden recuperarse del todo. Anoche se lo escuchó muy bien, sin necesidad de padecer odiseas vocales en busca de la nota perdida, como sucedió en su presentación en el festival de Cosquín, el de folclore, en enero de este año.

                     

“Ojalá sea un concierto inolvidable”, dijo Fito apenas empezó y por momentos lo fue. Todo estuvo preparado para la más alta calidad. A medida que avanzaba, la transmisión pedía de antemano su futura edición como película oficial. La buena combinación de cámaras, la escenografía y lo ajustado del show logró una excelente jornada de 17 canciones en una hora y media.

Como era de esperarse, el vivo le sentó muy bien a los temas del disco nuevo. En especial el tono rockero de “Las cosas que me hacen bien”, con links a “El chico de la tapa” y a “Let’s Spend the Night Together” de los Stones. En el otro extremo, la inquietante “La canción de las bestias” mostró a Fito en gran forma vocal en esa pieza acústica que comienza como “Dust in the Wind” de Kansas y termina como si fuera un cuento de Mariana Enriquez.

No fueron tantas las canciones nuevas que sonaron. A las dos ya mencionadas hay que agregarles “La conquista del espacio”, que abrió el concierto, y la ganchera “Maelström”, el último corte. Claro que esta vez faltó la gente para corear el estribillo y ahí estaba una de las grandes dudas de la noche: cómo iba a hacer Fito para llevar adelante un show de estadios sin público. La inmensidad de las butacas vacías fue bien cubierta por la oscuridad y las pantallas pero nunca dejó de percibirse la ausencia, que era más sonora que visual. La falta de público se notaba en los finales de las canciones, no sólo por la falta de aplausos sino por el silencio posterior, coronado quizás por alguna tos del staff y por los elogios de Fito para sus músicxs, algo que le daba una sensación más de ensayo o evento íntimo. Sin embargo Fito logró dominar al monstruo invisible la mayoría de las veces. Acostumbrado a la interacción, pidió que la gente apagara las luces de sus habitaciones y abriera las ventanas para acortar las distancias de esa manera. La gente respondió en diferido, por redes sociales.

Quizás el mejor momento de la noche haya sido “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, con un aporte excelente de Nathy Peluso en el escenario. También una potente “Naturaleza sangre”. La sorpresa fue una versión de “Circo Beat” bien rockera. La fidelidad de la transmisión permitió captar matices que en persona en un recinto se escapan y contribuyó a realzar la canción. Porque lo que Fito perdió al no tener la intensidad del cara a cara lo ganó en calidad de sonido y eficacia.

El show decayó un poco en los últimos cinco temas: “Brillante sobre el mic”, “Ciudad de pobres corazones”, “A rodar la vida”, “Dar es dar” y “Mariposa tecknicolor”. El problema fue la elección de canciones, no su interpretación. Se trata del repertorio habitual de los conciertos de Fito, piezas revisitadas hasta el hartazgo incluso por las personas que no suelen ir a sus recitales. Una falta de sorpresa que pudo haber provocado que más de unx empezara a mirar su teléfono. Lo curioso es que unas horas antes, en el programa Morfi, de Telefe, Fito había tocado varios temas fuera de libreto como “Normal 1” y “Canción de amor mientras tanto”. El rosarino quizás no se da cuenta de que a sus fans las canciones que no hace les gustan tanto como las que hace siempre. Con más de treinta años de clásicos, sólo elige un puñado, y eso resulta limitante. Podría lograr conciertos memorables con sólo apelar a su propia historia.

lunes, 16 de marzo de 2020

Apuntes sobre La conquista del espacio, de Fito Páez


Foto: Facebook Fito Páez

1: “La conquista del espacio”

Empieza tan Páez que duele. Fito hace lo que quiere con la letra. No la adapta a lo que supuestamente sugiere la música sino a lo que tiene ganas de decir. No es la primera vez que me da la sensación que a Fito le cuesta mucho cambiar algunas palabras una vez que las elige. Tienen que ser ésas y no hay sinónimos que valgan. No importa que se junten o sean pronunciadas a los pedos. Algo así pasa, por ejemplo, en “Tendré que volver a amar”, una (hermosa) canción de Rock and Roll Revolution que tiene un estribillo magnífico y unas estrofas que por momentos se amontonan como el queso de una pizza que llega con frenada inesperada del Glovo de turno.


                

Al minuto “La conquista…” cambia un poco y se pone mejor, empieza a tomar vuelo como ese Monumento a la Bandera-Cohete que sale hacia arriba en la primera imagen del disco que se difundió. Las cuerdas acompañan muy bien y puedo ver al Monumento atravesando el aire en busca del más allá. Me encanta la parte “y otra vez desandándonos y preparándonos para un nuevo mundo”, también cuando Fito canta “sálvese quien pueda”.
Está bueno lo que dice Fito: “Entre los artistas no se encuentra el enemigo”. Lo reafirma invitando a varios colegas, según escucho, porque no puedo chequear quiénes son. Una de las desventajas de la vida online es que los créditos se pierden en el pozo de lo intangible. Lejos quedaron las épocas en las que uno se colgaba durante toda la escucha del disco leyendo la letra chica de los álbumes. Así uno se enteraba cosas como el estudio donde se había grabado, los músicos, los invitados, los agradecimientos. También detalles como “este disco fue registrado en Buenos Aires durante la cuarentena de Coronavirus del 13 al 27 de marzo”. La solución, por supuesto, es comprar el disco, pero no tengo plata.
Pero bueno, googleando un poco -no me pidan precisión periodística, nadie me paga por escribir esto, tampoco me obligan-, veo que participan el cantante de Francisca y Los Exploradores, que fue invitado al Gran Rex que hizo Fito en 2018 (¿o el Luna Park?). Esa noche cantaron juntos “Villa Urquiza”, una canción que está en el último disco del grupo indie. Estuvo lindo pero así como vino se fue. Al final, Francisca -que no se llama así sino Franco Saglietti- le hizo una reverencia de rodillas a Fito que me pareció más una burla que una exageración. Nada que ver al homenaje elegante que le hizo Jorge Drexler a Prince en la entrega de los Oscar hace un montón de años. Fito se río y lo hizo parar rápido a Francisca, Prince reaccionó como el culo.
También están el cantante de Conociendo Rusia, Mateo Sujatovich (hijo de Leo), Juanes y María Campos, que no tengo ni la más pálida idea quién es. Hay muchos huecos en este texto y la curiosidad me obliga otra vez a googlear mínimamente.
María Campos, “la cantante que hace bailar a todos, ¡hasta a Adrián Suar!” (revista Hola, 3 de junio de 2019). "La María Campos le pone ritmo al desamor" (Ámbito, 14 de noviembre de 2019). El diario fundado por Julio Ramos aseguró ese día que la propuesta de María es "bailable y sensorial", con "tintes de bachata, blues y el bolero en una actitud de tango y rock".


                

Entre los artistas no se encuentra el enemigo, es cierto. Aunque Iorio se saque fotos con Biondini muchas de sus canciones seguirán conmoviendo. Cómo puedo poner el foco en las declaraciones circunstanciales de un tipo en lugar de hacerlo en sus letras. Nadie me va a convencer de que una frase perdida que nadie recordará jamás como "No puede ser que haya criaturitas de 15 y 16 años que apoyen la muerte del no nacido. ¿Cómo nadie les clava un destornillador en la oreja a estos putos malvados?” va a ser más importante que “Masticando esta siniestra heredad, prisionero estoy en mi ciudad natal. Donando sangre al antojo de un patrón por un misero sueldo con el cual no logro esquivar el trago amargo de este mal momento. Mientras el mundo, policía y ladrón, me bautizan sonriendo, gil trabajador”. No hay grieta posible ahí.
Entre los artistas no se encuentra el enemigo es, quizás, la respuesta a una duda que persigue a Fito desde hace décadas y que estaba colgada en una de las paredes de su casa en Rosario. Era un cuadro del Martín Fierro que decía “Naides sabe en qué rincón se oculta el que es su enemigo”. Fito tomó esa frase como un símbolo de lo que pasó con sus abuelas, asesinadas en aquella vivienda en 1986 por un par de hermanos que conocían a la familia. El principal asesino, Walter Di Giusti, frecuentaba el ambiente musical de Rosario, se asomaba por la ventana al comedor de la casa de Fito en calle Balcarce para intercambiar palabras con él. Terminó matando a las dos viejas y a la empleada doméstica de manera inexplicable un mediodía caluroso de principios de noviembre.
Fito cayó en una depresión profunda que le costó su relación con Fabiana Cantilo y le cambió la forma de ver el mundo. Sin embargo, la música lo salvó. Compuso Ciudad de pobres corazones, tocó con Spinetta, se fue al Festival de Varadero, se apoyó en Charly. Conoció los libros de Bukowski. Compuso Ey! a las apuradas para dejar de pensar en todo aquello. Está claro que para Fito el arte y los artistas nunca estarán del otro lado.

jueves, 2 de enero de 2020

107 pensamientos sobre Seru Giran




1) “No puedo dejar” es la muestra gratis de Say No More. Charly revela por primera vez una actitud que tiene que ver más con los 90 que con los 80.
2) Me gusta la presencia sutil de Charly en “Mundo agradable”. El teclado sostenido del comienzo. Las insinuaciones de la segunda estrofa justo después de “sin informaciones que castiguen mi centro” y antes de “solo quiero alcanzar”.
3) En una Rolling Stone del 99 (si la memoria no me falla es la de enero de ese año, tapa desplegable de Los Auténticos Decadentes), Aznar contó que había entregados varias canciones para Seru 92 y Tango 4. Si sumamos las que integraron su álbum solista de 1995, David y Goliath, como “Ella se perdió” o la versión de “Sorry seems to be the hardest word” podríamos decir que nos perdimos un discazo.
4) El discazo que no fue de Aznar podría haber tenido “Ella se perdió”, “Ya no hay forma de pedir perdón”, “Mientes”, “Si me das tu amor”, la mitad de “Tu amor”, la versión de “God only knows”, “A cada hombre, a cada mujer” y “Diana”.
5) Sólo tendría la mitad de “Tu amor” porque siento que es un ensamble de dos canciones. En realidad no lo sé. No está chequeado. Pero me hace acordar a Los Beatles y a “We can work it out” así que concluyo que se armó así.
6) Se lo podría preguntar a Aznar alguna vez.
7) Una vez entrevisté a Aznar al pedo. El grabador no anduvo. Así que charlamos media hora por teléfono de Los Beatles y de alguna cosa más que ya nunca voy a recordar.
8) El disco de Aznar que más me gusta es Cuerpo y Alma.
9) Cuerpo y Alma tiene “Huracán” pero la canción no está en la versión de Spotify del disco.
10) Hasta hace poco Euforia de Fito Páez no tenía “Cadáver exquisito”, quizás el tema más importante del disco. Y Circo Beat no tiene “Circo Beat” sino que tiene “Circo Beat” de Euforia. ¿Cómo puede ser?
11) ¿Por qué suceden esos errores?
12) Spotify liquida la vieja tradición de escuchar un disco de principio a fin mientras se leen las letras de las canciones y se pispea la información del libro que acompaña el álbum.
13) Se me dirá que esa costumbre se perdió mucho antes de Spotify y yo diré que a diferencia del TDK, el mp3, el pendrive y el Verbatim, que mantenían a los discos originales como la referencia obligada, Spotify oficializa la escucha online. Si ponés Spotify, ponés el disco.
14) Quizás no esté bien estirar la etapa discazo de Aznar hasta el 95. Por ahí “Ella se perdió” y “Ya no hay forma de pedir perdón” se quedaban afuera. Pero Charly sí estira ese periodo hasta 1995.
15) En 1995 Charly graba su unplugged para la MTV. Faltaban meses para la publicación de Say No More. Charly despide para siempre a Seru Giran al olvidarse la letra de “Viernes 3AM”. Fue el último suspiro de la banda.
16) Porque Seru Giran sin Charly no es Seru Giran.
17) Las reuniones posteriores de Seru Giran no fueron reuniones de Seru Giran.
18) En Cuerpo y Alma tocan Charly y Lebón. Moro no está.
19) En Aznar-Lebón toca Charly. Moro ya se había muerto.
20) En Cosquín Rock Moro no estaba y Charly ya era el Charly post 2008.
21) Prefiero no opinar del Charly post 2008.
22) El Seru Giran del video del INAMU no es Seru Giran. Moro no está. Salvo que tengamos en cuenta lo que suena de fondo, que es La grasa de las capitales. Eso sí era Seru.
23) Lo primero que pienso cuando hablo de La grasa de las capitales es el coro en “Perro andaluz”. Precisamente en 1:22: “ser aceptada donde te odian máaaaaaaaaas”. Es un momento bisagra en la escucha iniciática. Te hace preguntar ¿cómo mierda no escuché esto antes?
24) Son pocos los discos que provocan esa sensación y mantienen la fascinación a través de las décadas. A mí me pasó con Artaud, con Kamikaze y con Ziggy Stardust. También con Dark Side of the Moon.
25) Con Artaud en un 5A una tarde de lluvia volviendo de la UNSa escuchando “Cementerio Club” en un discman. ¿Cómo mierda no escuché esto antes?
26) Con Kamikaze en la oscuridad de mi pieza en la casa de mi vieja. Sobre la cama, sentado de frente al equipo. ¿Cómo mierda no escuché esto antes?
27) Con Ziggy Stardust en mi casa en Salta. Esa fue una sensación más global. No abarcó una sola canción. El saxo en “Soul Love”, todo “Moonage Daydream”, el estribillo de “Lady Stardust”, la guitarra de “Ziggy Stardust”. ¿Cómo mierda no escuché esto antes?
28) Con Dark Side of the Moon en un Flechabus de madrugada en el mismo discman anterior. La guitarra de Gilmour que aparece a la mitad de “Any colour you like” me despertó. Estábamos parados en la terminal de Villaguay, justo al frente del kiosco La Kenga, que para mí siempre fue La Renga. ¿Cómo mierda no escuché esto antes?
29) Bonus: con “Influencia” de Charly a los 2:05, justo cuando tararea la melodía. En ese caso no fue cómo mierda no escuché esto antes porque el disco recién salía. Fue más bien un qué bueno que está esto, la puta madre.
30) Influencia salió diez años después del regreso de Seru. En Años Charly más bien fueron 30 años. En el medio pasó de todo.
31) Volvió Sui Generis.
32) Se tiró del noveno piso.
33) Se peleó con Calamaro.
34) Le dijo pelotudo a Lanata.
35) Dijo Drogas sin sol.
36) Sacó un disco de covers.
37) Lo internaron.
38) Se tiñó de rubio.
39) Pidió su saco y su saque en un recital en Villa Gesell.
40) Se copó con los aerosoles y la estética nazi/The Wall.
41) Anduvo con una nena de 17 años y la esperaba a la salida del colegio. Se la perdonaron a esa.
42) “Así eran las cosas en esa época”.
43) Sacó El Aguante, que es un mal tema pero un buen disco.
44) Me gustan algunas guitarras de ese disco. Me quedo con la de “No estaría mal”.
45) María Gabriela Epumer es la única que representa los 90 y Say No More tanto como Charly.
46) Sacó La hija de la lágrima. Lo compré en casete a dos pesos.
47) En la misma disquería me compre La grasa de las capitales en CD (10 pesos) y Ciudad de pobres corazones en CD (5 pesos).
48) El precio promedio de los discos en esa época (los 90) era 22 pesos.
49) Bajo Belgrano en casete me costó 1 peso.
50) La hija de la lágrima tiene “Kurosawa”.
51) “Kurosawa” podría haber sido un tema de Seru Giran. Es oscuro como “Viernes 3AM” y tiene la genialidad de la banda. En los silencios del tema me imagino los bajos de Aznar y quedan bien, quedan bien.
52) Ni hablemos de los coros.
53) Si esperaban un año más...
54) Seru 92 podría haber sido mejor con un poco de paciencia.
55) Hasta podría haber incluido el tema (temazo) de Good Show.   
56) Los coros y los bajos de Aznar fueron la marca sonora por excelencia de Seru Giran.
57) Cuenta la leyenda que en 1998 le gritaron “¡Pará, Seru Giran!” a Flavio Cianciarulo mientras tocaba un solo de bajo en los recordados shows de Calavera Experimental Concherto.
58) Ese recital de los Cadillacs es buenísimo. ¿Cómo mierda no lo publican de manera oficial?
59) Lo pasó Puerta V, el programa de shows en vivo del canal Volver.
60) Tenía una gran versión de “El anillo del Capitán Beto”. La cantaba Minimal y estaba buenísima. O yo me la acuerdo así.
61) Hay muchísimos shows en vivo del rock argentino que deberían estar editados de manera oficial.
62) Calavera Experimental Concherto.
63) Obras La la la
64) Charly en vivo en Temperley 86
65) Charly Luna Park 83
66) Los Paladium de los Redondos
67) Fito Gran Rex Tercer Mundo 1990
68) Soda Obras 92
69) Los Socios del Desierto Teatro Ópera 95
70) Sumo merece un disco en vivo que haga justicia a la leyenda. Hay más de una opción dando vueltas.
71) Algunos shows legendarios ya circulan de manera pirata.
72) En los piratas en vivo reside la última tradición del fanático del rock. Ya no es difícil conseguirlos pero todavía hace falta algo de rodaje para descubrirlos.
73) Por eso me encanta el disco en vivo de Cerati que salió hace unos meses. Porque suena como un casete con tapas fotocopiadas que me podría haber comprado a los 17 años.
74) Qué maravillosa fue la aparición de Yo no quiero volverme tan loco.
75) Un fan se lo dio a Moro. ¡Un fan!
76) Lo compré en Bariloche durante mi viaje de egresados.
77) También compré la biografía de Maradona, Yo soy el Diego.
78) No traje chocolates. Estuve mal.
79) Los bajos de Aznar eran decisivos, decía.
80) Cómo no se van a separar cuando Aznar se fue. ¡Se quedaron sin sonido!
81) Pero cuando me acuerdo de Seru Giran no me acuerdo solamente del fretless.
82) Me acuerdo de David Lebón saliendo con Pata Villanueva.
83) Me acuerdo de la tapa que no fue: Moro saliendo de una pileta con una damajuana en la mano y el auto estrellado en el fondo.
84) Otra tapa que no fue: la pelada de Luca en primer plano con un caracol encima.
85) Me acuerdo de Charly en el patio de Del Cielito revoleando un mic como si fueran boleadoras para grabar un efecto.
86) Seru Giran representó la excelencia y la pomeleada. Quizás por eso fueron los mejores.
87) Peperina, qué canción maravillosa.
88) Peperina, que película de mierda. 
89) Peperina, qué letra machista.
90) Charly también era machista.
91) Era la época.
92) En 2001 (¿o 2002?) Charly contó en una entrevista en La García (una de las tantas que le hicieron) que “Salir de la melancolía” fue escrita para Nito Mestre.
93) “Salir de la melancolía” tenía una letra anti machismo.
94) Parece que Nito andaba mal con su pareja.
95) "Si quieres un consejo/No la cuides desde lejos/Ni le digas lo que tiene que hacer/Ella debe ser como quiere ser/Y eso ya lo tienes que ver/Rompe las cadenas que te atan/A la eterna pena de ser hombre/Y de poseer/Es un paso grande en la ruta de crecer", dice la letra.
96) En la nota de La García Charly reconocía que todo era una farsa, que ni en pedo creía en aquellas premisas feministas.
97) 2001 (¿o 2002?)
98) Era la época.
99) Seru Giran atraviesa las épocas.
100) La reedición de La grasa de las capitales es bienvenida, pero no hacía falta.
101) Alcanza con lo que ya existe. Con“Cinema Verité”, “Llorando en el espejo”, “Eiti Leda”, “Canción de Alicia”, “Peperina”, “Seru Giran”, “A los jóvenes de ayer”.
102) “A los jóvenes de ayer” tiene una gran versión por Fito Páez y Mario Rovere, el mozo de un restaurante rosarino que cuando no toma pedidos la rompe en el piano.
103) Esas canciones no van a morir nunca.
104) Las escucho muy seguido y me siguen conmoviendo como el primer día.
105) En estos días la escucha se intensificó gracias a Entre lujurias y represión, el excelente libro de Mariano del Mazo que acaba de salir.
106) Estoy seguro de que las canciones de Seru Giran (me gusta escribirlo sin tilde) van a seguir siendo reproducidas durante varias décadas más.
107) Estoy seguro de que en este momento hay alguien escuchando Seru Giran y diciendo cómo mierda no escuché esto antes.

miércoles, 9 de enero de 2019

Mira cómo suena

(Foto: Facebook Los Besos)

Los discos urbanos de Spinetta arrancan de la misma manera. Machi Rufino abre el juego en El jardín de los presentes (1976) con un bajo descendente que se mantiene hasta que entra toda la banda. Es apenas un segundo que parece durar más. En Bajo Belgrano (1983), César Franov hace algo similar, con mayor sutileza y menor volumen, dentro de una mezcla menos atractiva. En los dos está Pomo en batería: en Jade suena más apagado y en Invisible desborda, mucho más luminoso y protagonista.

A los dos segundos de la “Canción de Bajo Belgrano” Spinetta canta “La mañana / Lanzallamas”. El Flaco convierte la segunda “a” en una “o” y la estira como hacen Franov y Machi con sus bajos. Después sigue por la ruta jazzpopera, envarillado en pronunciaciones de versos (“caleidoscopio de ciudad”, “organillero distinto”) que sirven de guía perfecta para las parodias al estilo Luis Almirante Brown. 35 años después, Paula Trama toma esa segunda “a” deformada y la vuelve a estirar durante los casi 27 minutos que dura Copia viva, uno de los mejores discos del rock argentino 2018.

                                     

Copia viva es el cuarto trabajo de Los Besos, o el quinto, depende si se consulta la cuenta de Bandcamp o la de Spotify. Junto al excelente Helados verdes (2017), es el segundo álbum de la banda que realmente parece un disco y no un rejunte de temas. Un Disco de Los Besos, de 2016, está a medio camino. Algunas de las diez canciones de Copia viva tienen varios años y distintas versiones previas que ya habían sido publicadas en la etapa inicial del grupo y en otros proyectos de la cantante. Todas fueron compuestas por Trama (salvo “La cascada de tu pelo enredado” y “Albañil”, en colaboración con Francisco Garamona e Inés Copertino respectivamente).

miércoles, 17 de octubre de 2018

No tan distintos

Fito, Spinetta y Alfonsín, postal ochentosa. Foto: Archivo Clarín.

El rock argentino tiene etapas muy delimitadas y bastante reconocibles que a grandes rasgos se podrían enumerar de la siguiente manera: los comienzos, los primeros 70, la etapa de la dictadura, los 80, los 90, los 2000 pre Cromañón, los 2000 post Cromañón y este último lustro en el que conviven el indie, el rock de estadios, los tributos, el pop y más.

En Rockología, fantástico libro de 1989, reeditado en 2012 por la editorial Galerna, Eduardo Berti escribió que los 80 en el rock argentino se dividen en dos partes: de 1982 a 1985 y de 1986 a 1989. La primera etapa abarca la liberación espiritual y estética por la recuperación democrática, el impulso post Malvinas y cierto aire “divertido” que a pura new wave venía a reemplazar la solemnidad de los años sinfónicos. La segunda está dominada por el aire pesimista de la crisis económica que derivó en la hiperinflación, los picos de venta de los artistas que conformaban la escena, la llegada de Sumo y Los Redondos al disco, entre otros ítems.

En 1988. El fin de la ilusión (Editorial Sudamericana), Martín Zariello focaliza aún más y analiza sólo un año de la riquísima década del 80. No se limita al rock argentino, pero es casi todo el campo de acción por el que se mueve. Así encontramos ensayos sobre Andrés Calamaro, Fito Páez, Charly García, Luis Alberto Spinetta, Virus, Patricio Rey, Sumo, entre otros, mezclados con muy buenos textos sobre íconos de la época como Raúl Alfonsín, Carlos Monzón y Alberto Olmedo.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Un fuerte vendaval


Esta semana apareció la historia oral que escribí sobre Ciudad de pobres corazones, de Fito Páez. Entrevisté a varias personas (no entraron todos los testimonios en la nota), investigué en algunos archivos (tampoco entraron todos) e intenté reconstruir el proceso creativo que derivó en ese discazo lleno de angustia, tristeza y bronca

Pueden leer la nota haciendo clic acá.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Los días poderosos

(La Feria del Centro reunió a distintos sellos y editoriales. Foto: Facebook Discos del Saladillo)

Jueves 7 de septiembre

Empiezo el taller “Cómo encontrar poesía en el motor de un auto”, dictado por Fabián Casas en la Biblioteca Nacional. Una actividad gratuita que convocó aproximadamente a 300 aspirantes que nos inscribimos online durante el mes de agosto. Finalmente, quedamos unas cincuenta personas seleccionadas por orden de llegada virtual. Algunas, según cuentan durante la presentación general, ya participaron en ediciones anteriores del taller y ahora reinciden. Casas aprovecha su experiencia para pedirles que cuenten un poco de qué se trata todo esto que nos reúne.

Casas escribe como habla. O habla como escribe. Usa las mismas palabras y expresiones que luego vuelca en los textos. Su manera de llegar a la cuestión es ejemplificar, recordar episodios y películas, comparar la escritura con todo tipo de actividades y tirar nombres de escritores como un kiosquero con Rapipago cobra las boletas durante la primera semana de cada mes. No para. En una hora y media habla de Ricardo Zelarayán, James Joyce, Tolstoi, Martín Rejtman, Borges, Arlt y más. Nos alienta a liberarnos de la influencia. A romper con el mandato. A usar la escritura en función de lo que queremos contar. Al final nos da una consigna para la próxima clase y nos recita poemas de Mariano Blatt y Daniel Durand. El de Durand me encanta. Se llama “Nunca escribiré un poema sobre Los Beatles”:

Un día un amigo me contó
que los Beatles tenían tanta plata
que podían comprarse una ciudad como Concordia
con todo lo que había adentro.
Dos noches estuve sin poder dormir
pensando que en cualquier momento se venían los Beatles
a comprar la ciudad con todo lo que había adentro.

Viernes 8  

Son las 7.30 de la mañana y estoy en la terminal de Retiro. Hace cinco minutos tendría que haber empezado el viaje hacia Rosario pero los trabajadores la UTA están de paro desde las doce de la noche. Tengo que viajar para participar de la primera Feria del Centro, que se realiza desde ayer y se extenderá hasta el domingo 10. Cuatro jornadas en las que se unen las industrias culturales de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. Pero no hay bondis. Me cabe por vivir en país macrista.

Para el mediodía la cosa ya está solucionada. Viajo en auto con dos rosarinos que me cuentan los entretelones de la escena del rock de Rosario. Nada nuevo: grandes bandas que se separan, internas boludas regidas por el ego que divide a los que podrían hacer cosas juntos, falta de lugares para tocar, público que prefiere ver bandas tributo, productores inescrupulosos y garcas, gente vendehumo. La escena rosarina carga con las mismas taras que las de las demás ciudades del país. Al menos en este viaje.

Llegamos a las tres de la tarde. A las cuatro tiene que arrancar la charla "El rol del periodismo en las escenas locales", una actividad en la que tengo que comentar mi experiencia como periodista que cubre el rock de ciudades que no tienen una industria montada alrededor. También van a participar los periodistas Lucas Canalda, ex Rock & Pop y Radio Metro de Rosario, actual hacedor del excelente sitio Rapto; y el cordobés Rodrigo Piedra, de Indie Hoy. Va a coordinar todo Andrés Conti, del sello rosarino Discos del Saladillo. Conti, también periodista, escribió hace poco un artículo en el que analiza la actualidad del rock rosarino y llega a esas conclusiones comunes que me habían comentado en el auto.

domingo, 27 de agosto de 2017

El arquitecto del rock

(Breuer en los estudios MCL, donde trabaja actualmente)

Entre mis dos hijos mayores yo dudo que haya cambiado más de diez pañales. Me pasé diez años trabajando bestialmente, no sabía cómo escaparme. Salía Charly, entraba Fito. Salía Fito, entraban Los Abuelos. Salían Los Abuelos, entraba Don Cornelio. Salía Don Cornelio, entraban Los Enanitos Verdes. Salían Los Enanitos Verdes, entraba Spinetta. Era así. Me decían: “Che, son las once, ¿nos quedamos dos horas más?”. Me tenía que levantar al día siguiente a las ocho de la mañana pero me quedaba dos horas más y en realidad eran tres o cuatro. Yo hacía treinta, cuarenta discos por año, dos o tres turnos por día. Me gusta, me sigue gustando muchísimo mi trabajo. Me apasiona. Vengo al estudio feliz y contento. Hoy estaba chocho porque tenía la excusa para venir a las 8.30. Sabía que tenía que venir temprano y me desperté a las cinco de la mañana. Esto genera una energía que a la gente le gusta. Le gusta grabar conmigo porque no se trata sólo de sacar buen sonido. Grabar se trata de trabajar con alguien que comprenda lo que estás haciendo, te ayude y esté de tu lado.

No digo que todos los discos estaban buenísimos, he hecho un par de porongas, pero en esa época había mucha alquimia de gente. Mucho “nos sentamos a hacer el disco juntos”. Yo iba a la sala de ensayo, el estudio nos daba dos o tres meses para hacer los discos. Y muchos no llegaban con todo ya maqueteado, se producía en el estudio. Teníamos el tiempo, los recursos. Hacíamos dos o tres temas por día. Hoy es impensado, nadie tiene la guita. Ni Sony tiene la plata para pagar dos o tres temas por día para grabar. Y a mí lo que me pasaba era que me caía uno atrás del otro. Los dos discos que le dije que no a Skay, Gulp! y Oktubre, fue por la cantidad de laburo que tenía. ¡Y tenía ganas! Los discos que yo hice de Los Redonditos, sobre todo ciertos temas, me vuelan la cabeza.

Me acuerdo cuando me llamaron y me fui al Cielito a hacer La mosca y la sopa. Así como te pasan cosas cuando conocés una mujer que te da vuelta el bocho y el pecho, a mí me pasó eso profesionalmente con ellos. Siempre me sentí muy inspirado, me resultaba fácil concentrarme en el trabajo, me gustaba mucho. Les agradezco que me hayan dado los medios técnicos y los recursos para hacer el mejor disco posible. Porque era eso lo que ellos querían. Agradezco la confianza depositada en mí. Tanto fue así que cuando hicimos Luzbelito me dijeron: “Mirá, este disco lo queremos hacer fácil, rápido. Nosotros nos queremos encargar sólo de la música”. Lo hicimos en un tiempo récord. Luzbelito es, definitivamente, uno de mis cinco discos emblemáticos, porque la música es de ellos y yo hice absolutamente todo el resto.

viernes, 7 de julio de 2017

La mirada de Martí

(Charly García)

Yo no me considero un artista, vamos a empezar por ahí. Me considero un trabajador de la fotografía. Alguien que ha aprendido un oficio, que es sacar una foto correcta. He tratado de aportar humildemente mi cuota de inspiración, mi mirada. Después tuve la suerte de que mi trabajo se iba retroalimentando con la gente con la que tuve la posibilidad de poderme relacionar. Porque no solamente trabajé para Luis. Trabajé para un montón de gente dentro del mundo del rock y con cada uno de ellos se arma una química donde el artista te hace una propuesta y vos también proponés. 

Uno empieza en un lado pero resulta que después terminas en un lugar que no estaba planteado de entrada ni en pedo. Pero eso fue el devenir de ir elaborando una idea, un pensamiento, y ver para qué lado lo llevamos. Siempre pasa eso, hoy me pasa eso, no era que me pasaba hace cuarenta años. Vos venís y me decís, che, vamos a hacer un libro sobre Buenos Aires. ¿Y qué hacemos? Vamos a empezar a fotografiar los bares. Y resulta que después te das cuenta de que por ahí es más interesante empezar a meterse en la casa de la gente y que es más interesante cuando el tipo abre el placard y empezás a ver los recuerdos que tiene guardados. Al final terminás en cualquier lado. Para eso se necesita que te interese lo que estás haciendo. Que sientas pasión. Cuando no hay pasión en las cosas no hay nada para contar. Te doy un ejemplo rápido: cuando se hizo la tapa de Durazno sangrando, el durazno lo hizo Luis en su casa. ¡Se puso a hacer el durazno! Ese durazno que aparece en la foto, apoyado en el piso, que hoy por hoy es una pelotudez que con el Photoshop va a quedar mejor, más iluminado y con colores más potentes, lo hizo con yeso. Lo pintó. Había una cuestión artesanal. Es decir: hagámoslo contra viento y marea.



Los orígenes míos con la fotografía se remiten a 1965, 1966. El recuerdo que tengo es haber hecho un primer curso en el Foto Club Buenos Aires, que estaba en ese edificio icónico que es el Pasaje Barolo. Tenían un gabinete muy grande, lleno de ampliadoras para poder copiar fotos. Ahí arranqué a tomar los primeros conocimientos de fotografía. Me acuerdo de quién fue mi profesor, Julio Maubecin. Me enseñó a revelar rollos, a copiar fotos. Estuve dos años. En ese momento, la fotografía fue una inquietud que tenía, una curiosidad. Hay que entender que ahora hay herramientas que están muy al alcance de todos. Cualquiera tiene una cámara en un teléfono. Pero había una época en que no era tan normal tener una cámara fotográfica ni tener determinados tipos de conocimientos en la fotografía. Había gente que tenía cámara pero no era una cosa tan masiva.

Nací en el 50, cumplo años el 9 de agosto. Nací bajo el signo de Leo. Provengo de una familia de trabajadores. Mi padre era técnico textil. Tengo la suerte de que a mi madre todavía la tengo viva, tiene 97 años. Somos de la República de Mataderos. Fue una infancia muy linda, sin necesidades. Nunca nos sobró ni nos faltó. Podemos decir que éramos peronistas en el sentido más avanzado de lo que era el peronismo, que era todo lo que eran las reivindicaciones sociales, los logros, los avances económicos para la gente. Según lo poco que yo entiendo de política, el gobierno de Perón aportó un montón de avances. El día que bombardearon la Plaza de Mayo mi padre había ido a hacer un trámite al centro. Se salvó de pedo de que lo mataran.

Viví un montón de años en Mataderos, como veintipico. Y todavía voy porque la tengo a mi madre ahí. Tengo un hermano mayor, Alejandro, que tiene cinco años más que yo, también periodista, ya jubilado. Creo que tuvo un paso breve por Editorial Perfil, pero casi toda su carrera la hizo en el diario Clarín. Trabajaba en Información General. Gracias a él entré a trabajar en el laboratorio de Editorial Abril, que era una empresa como es hoy Editorial Atlántida, La Nación o Perfil. Escribía gente muy importante. Publicaban las revistas Panorama, Siete Días, Claudia, Vosotras. Era el medio de la familia Civita, gente muy preparada, que le dio gran prestigio al periodismo en esa época. Estaban Tomás Eloy Martínez, Miguel Briante, Jorge Di Paola, un montón de gente de otra época. Grandes plumas. El periodismo era otra cosa, muy distinto a lo que es ahora. Entré como laboratorista raso: revelar y copiar fotos fue mi primer trabajo profesional. Recibía los rollos que traían los fotógrafos, los revelábamos, hacíamos planchas de contacto, la plancha iba a la redacción, elegían las fotos, eso volvía al laboratorio, nosotros copiábamos el panel y lo entregábamos. Para mí fue como una beca, porque me pagaban un sueldo y me estaban formando. Era como un instituto donde te pagan por aprender. Fue la posibilidad de unir lo que ya se presentaba como una vocación, que era la fotografía, y el sustento. Eso pasó en una etapa de mi vida muy difícil, porque había muerto mi padre y el único que se había independizado hasta ese momento era mi hermano. Mi madre y yo dependíamos del sustento que aportaba mi viejo y cuando desapareció vivimos dos años bastante difíciles hasta que yo también pude tener ese empleo y enderezar un poco el barco. Yo tenía veinte o 21 años. Después me pasaron al Departamento de Fotografía ya como fotógrafo. Estuve como cuatro años para que me pasaran. Y mientras tanto hacía fotos para Invisible, ya trabajaba para algunas bandas. Le hacía fotos al grupo El Reloj.

Las primeras fotos las hice en el festival Pinap, en esos primeros festivales de rock. Pero sacaba fotos por la mía, no era un profesional ni mucho menos. Lo hacía de puro fan, porque me gustaban esas canciones y me motivaban, me emocionaban y me sentía identificado. Aparte, pensá que el mundo era bastante formal fuera de esos ámbitos. Hay una cosa en internet, buscala, a ver si la encontrás. Es un especial que preparó la TV Pública en esa época: “Qué piensan los argentinos de los hippies”. Te vas a mear de la risa. Era una megaproducción, iban hasta Bahía Blanca entrevistando a la gente por la calle. Es una cosa tan divertida. Buscala porque no se pueden creer las opiniones de la gente. Decían de todo: estaban los hiper formales hasta los que empezaban a vislumbrar que eso representaba un cambio dentro de la sociedad. Cosas que hoy nos parecen risueñas pero que en esa época eran como un debate. Se estaba modificando la mirada cultural.

                    

En el festival Pinap tocaban Almendra, Manal, La Barra de Chocolate, Conexión N° 5, Moris, Pajarito Zaguri, todos los músicos de esa época. Todo era aprendizaje en ese momento y la gente era una esponja. Ojalá yo siga siendo una esponja hasta el día que me muera. Creo que uno nunca termina de aprender. El día que sentís que ya aprendiste todo lo que tenías que aprender me parece que estás cagado.


miércoles, 5 de julio de 2017

Links para todos y todas

Son tiempos vertiginosos, urgentes (?). Cumplimos el sueño de nuestros padres y hermanos mayores que debían conformarse con ir a escuchar un vinilo en el Winco del vecino. Hoy tenemos todo al alcance. Pero en lugar de entrarle a toda la discografía de Frank Zappa, como habíamos jurado internamente aquella tarde de fines de los noventa mientras leíamos esas reseñas de discos que no podíamos conseguir, nos ahogamos en un mar de información y terminamos pelotudeando en Facebook.

No importa, Frases Rockeras es servicio y te acerca algunos links interesantes que se publicaron recientemente y en los que vale la pena detenerse.

lunes, 11 de mayo de 2015


Anoche lo vi a Fito en vivo y creo que si el tipo seguía pelando hits podría haber estado tocando cuatro horas sin problemas, con todo el público entregadísimo. Hasta sus temas nuevos, que por ahí se ahogan en un mar de palabras, estrofas interminables y lugares comunes de su propia carrera, sonaron mejor.

Algunas preguntas que me surgieron:

¿Por qué no le habrá puesto "Rock and Roll Revolución" al disco, tal como lo canta en el tema? Queda mejor que "Revolution". Es un disco mucho más interesante de lo que parece. Dentro de esa pose "rockero resentido con una mina que intenta mostrar que él es de verdad y ella no", hay canciones muy lindas como "Muchacha" y "Tendré que volver a amar".

¿Los adolescentes no escuchan a Fito? El público era casi todo de 25 años para arriba. Quizás los precios ayudaron a que haya sido un recital para gente que tiene tarjeta de crédito y puede garpar 250/400/600 mangos. Se notó mucho la adultez cuando Fito pidió que todos encendieran los celulares y aparecieron unos telefonazos tremendos, con pantallas gigantescas, mostrando distintas fotos de pibes como fondo.

Algo que me gusta de Páez es que siempre se acuerda de dónde viene. Es un buen resumen del rock argento de "ligas mayores" que lo formó. Tocó "Loco", el tema de Charly que grabó Billy Bond con Seru, y mencionó a García, a Pappo y a Spinetta en su letra. En otro tema habló de Fabi Cantilo. Después de Nebbia. Hizo un tema de Yupanqui y citó "Demoliendo hoteles" y "Yo no quiero volverme tan loco". Incluso, "La mejor solución", de RRR, musicalmente es muy parecida a "Siempre es lo mismo, nena", de Pappo, sólo que compuesta mirando un Rembrandt en la pared en lugar de haberlo hecho en la pausa de la reparación de un carburador.

Fue un recital "rockero", como lo marca el último disco: ropa de cuero, por momentos tres guitarras, actitud (?), Estuvo bien, Páez tiene una muy buena banda. Pero cuando se quedó solo con el piano y se puso a pelar ESAS canciones que a nadie más le salieron, la rompió. Mostró una intensidad impresionante. A "Yo vengo a ofrecer mi corazón" la cantó a oscuras, sin piano ni micrófonos, así nomás, y se la recontra bancó. ¿Cuántos pueden hacer eso?

En fin, larga vida a Páez. Cuando puedan, vayan a verlo, pero no se pongan en primera fila, que escupe mucho cuando canta.

Dejo la lista de temas:

1) Nada del mundo real
2) Rock and Roll Revolution
3) Muchacha
4) Yo te amo
5) Margarita
6) La rueda mágica
7) 11 y 6
8) Loco
9) La mejor solución
10) Tumbas de la gloria
11) Parte del aire
12) Los ejes de mi carreta
13) Yo vengo a ofrecer mi corazón
14) Pétalo de sal
15) Un vestido y un amor
16) Al lado del camino
17) Naturaleza sangre
18) Circo Beat
19) Brillante sobre el mic
20) Ciudad de pobres corazones
21) A rodar la vida
22) Dar es dar
23) Mariposa tecknicolor

miércoles, 19 de febrero de 2014

Hacer la revolución con una canción de amor


En el cierre de Ciudad de pobres corazones, Fito Páez ya lo venía pidiendo: dame tu amor, sólo tu amor. En Ey! tenía sueños de amor. En el final de Tercer mundo, insistía: dale alegría a mi corazón y ya verás que no necesitaremos nada más. Páez tenía que crear El amor después del amor, su maltratada vida lo exigía. Con 29 años, el rosarino era un huérfano que había perdido a toda su familia. Tras haber sido criado sin su madre, fallecida cuando él era un bebé, había soportado la muerte de su papá y el asesinato de sus abuelas en un lapso muy corto de tiempo. Antes de cumplir 25, la parca había llegado para Fito. Había arrasado con todo, todo un vendaval.

Páez se dio cuenta de que su salvación era lo contrario a la tristeza. Que la felicidad del amor lo alejaría de la muerte, por eso lo exigía con desesperación. Lo sabía porque había estado en las dos orillas. Había aprendido que el llanto terminaba en la risa. Su relación con Cecilia Roth, una de las musas más efectivas que se recuerden, lo levantó nuevamente y lo inspiró para crear las canciones que formaron su mejor disco, el más exitoso del rock argentino. Con los años, ya sin Cecilia, Páez siguió reflexionando al respecto: nos pasan tantas cosas en la vida que si aparece el sol hay que dejarlo pasar, le hizo cantar a Spinetta en “Bello abril”, una canción de 2003. Por la misma época, Cerati opinaba algo similar: si un amor cayó del cielo no pregunto más.

El amor es fundamental en la vida de Páez y en el desarrollo de todo el rock local. Es lo que estaba buscando Pappo. Su falta lo hacía desconfiar. El amor lo salvaba a Charly y lo ilusionaba cuando aún era un adolescente inexperto que soñaba con relaciones idílicas que volcaba en las letras de Sui Generis. ¿Acaso no es “Compañera” la canción más emocionante de la carrera de Ariel Minimal? Yo no sé lo que me pasa cuando estoy con vos, chica rutera, te pido que vuelvas. Hasta el durísimo Ricardo Iorio, man in black que vuelve a las cavernas, lo afirma: si no hay amor mejor bajate, si no hay amor nunca habrá sueños, si no hay amor se muere antes, si no hay amor se pierde siempre. Debes saberlo. En 1992, Fito sabía que si no había amor, mejor que no hubiera nada, entonces, alma mía. ¿No se puede vivir del amor? Quizás, pero nadie puede y nadie debe vivir sin amor. Porque only love can sustain.

jueves, 3 de octubre de 2013

"La música hace lo que quiere"

(Foto: Diego Ele, Facebook David Lebón)

El Design Suites es tan, pero tan cheto, que cuando La Renga se instaló allí en julio, uno de los primeros comentarios que surgió fue sobre el excesivo lujo que ostentan sus instalaciones. El coqueto hotel, ubicado en pleno centro de la ciudad, albergó a casi todos los músicos de rock que llegaron en los últimos meses. Por ahí estuvieron Fito Páez, Willy Crook, Divididos y Nito Mestre, entre otros. Jamás el Indio Solari, que tiene su búnker sobre los cerros, en la Presidencial del Sheraton.

En el bar del hotel está David Lebón, durante la tarde del 30 de mayo de 2012, antes de tocar en un Teatro Provincial repleto de gente que pagará apenas $15 por pera, gracias al ciclo Cultura da la Nota; uno de los pocos proyectos del gobierno provincial (¿el único?) que fue aplaudido por la mayoría. Lebón, de casi 60 años (los cumple en octubre), volvió a Salta tras un lustro de ausencia.

Vestido de blanco, como el viejo embebido por la cultura hippie que es, pero sin llegar al mensaje de autoayuda zen que alguna vez popularizó Piero (¡Piero!); Lebón se acerca, pide una Coca Cola, saluda y dice: “Cuando se fue Luis (N. de la R: Spinetta, se entiende), me di cuenta de lo que era la historia. La historia que tuvimos nosotros dos. Aunque parezca que no, compartí mucho con él. Aprendí, aprendimos, y así con cada uno, o sea que no tuve mucho tiempo de pavear”.