martes, 5 de octubre de 2021

Bob Dylan también lo sabe

 

En la vida no hay que tener expectativas. Pensé que la frase la había dicho Bob Dylan en el documental de la Rolling Thunder Revue pero no la encontré cuando repasé (así nomás) la película para chequear el dato. Me acordé de la frase cuando escuché las canciones de los Redondos que subió el Indio Solari la semana pasada. Esas versiones, descartadas de las sesiones de Luzbelito, no están a la altura de la leyenda. “Quema el celo”, que, como todos sabemos, siempre se llamó “Qué mal celo” en las grabaciones piratas, suena vacía a pesar de tener caños y la banda completa. El Indio canta casi de memoria, para cumplir. Parece que no quiere levantar la voz para no molestar a los vecinos. Y falta otra guitarra. O, al menos, que Skay haga algo distinto con la suya cuando el grupo de caños avanza con el riff.

            

Mi versión preferida sigue siendo, como hace años, la del Teatro de San Telmo 1982. Ahí hay otra sustancia. No hay caños, para empezar, lo cual deja todo en manos de la guitarra. Algo obvio, porque ese riff no es para vientos. Es rock no Los Calzones Rotos. Además, el Indio exige su garganta. Y, se nota, el baterista no es Walter. Para colmo, inmediatamente después llega un monólogo genial que empieza diciendo “Queridas margaritas…”. 

El otro tema que apareció la semana pasada es “Rock de las abejas”. Si me apuran, top 10 de temas de los Redondos. Esta versión está mejor, aunque -otra vez- cuando aparecen los caños la cosa se pone rara. Teniendo en cuenta ese detalle resulta increíble lo bien que funcionaron los vientos (de los brasileros Metaleira Mantequeira) en “Mariposa Pontiac/Rock del país” y en “Blues de la libertad”. O quizás sólo sea costumbre. Como sea, en “Rock de las abejas” suenan mejor que en "Quema el celo", pero promediando la canción ya aparecen demasiado y todo suena a late night show. Uno espera que Roberto Pettinato aparezca bailando en cualquier momento para comenzar con un monólogo que no sería precisamente como los de Enrique Symns o el Mufercho. ¿Eso también pasa en Luzbelito y nunca lo pensé? 

                               

              

Obviamente es muy difícil que estas versiones superen a las que escuchamos durante décadas. “Rock de las abejas” es una de las canciones clave de los Paladium 86. Creo que ahí está la toma definitiva del tema. ¿Tanto cuesta editar ese recital de manera oficial? Un par de repasadas digitales para pulir las telarañas de sonido y vamo arriba. Si tienen ganas, una edición física con librito y todo. Sería una alegría. Pero no. Difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo. 

Otro recital que sería glorioso ver editado de forma oficial sería el del 23 de mayo de 1998 en Villa María. Un recital que, parece (no fui, la vida es una mierda), mantuvo el fuego encendido con una lista inapelable. “Rock de las abejas” sonó esa noche en una versión ya diferente a la del 86 pero más rockera que la grabada en Brasil. El audio lo muestra aunque es un poco molesto el coro de la gente sobre el riff porque básicamente eso se disfruta cuando no se oye. Es decir, cuando estás ahí en el recital y todo está sonando fuertísimo, la banda está a pleno, la gente salta y agita y todo lo que vivís pasa a guardarse en la memoria para siempre, ni te das cuenta de que estás diciendo “oohh ohhh ohh” de manera desafinada como un pelotudo. No te escuchás. No te escuchan. Nadie se escucha. El problema es cuando le das play al casete al otro día. O 24 años después. Pero debajo de esa capa de acompañamiento gutural zombi hay una banda interesante, lo juro. 

            

Entonces estoy feliz y enojado, como el meme, por haber escuchado estas versiones que esperé durante mucho tiempo. Aún las espero, en realidad, porque está claro que necesitan un contexto mejor que dos links de YouTube para brillar. Ojalá que aparezcan todas las demás que todavía tienen guardadas. Lo bueno es que ya no voy a tener expectativas cuando eso suceda y seguro me voy a sorprender para bien, como me pasó el sábado al darle play al “Official Bootleg” de Neil Young grabado la noche del viernes 4 de diciembre de 1970 en el Carnegie Hall de Nueva York. 

Ni siquiera sabía que se había publicado ese pirata de manera oficial (¿ven que no es tan difícil?). Simplemente fui a la cuenta de Neil Young en Spotify, como hago cada tanto, y me topé con ese “último lanzamiento” increíble que pasó a ser uno de mis discos preferidos del año. Me parece mejor que estar obligado a elegir lo mejor de una temporada -esta- que no me interesa tanto. ¿Por qué mi “álbum del año” tiene que ser uno de canciones nuevas o creado entre enero y esta mañana? De hecho, mi disco favorito del 2021 es Broken English, de Marianne Faithfull, que salió en 1979 pero yo conocí hace algunos meses. Bendito el desconocimiento que desprecian los snobs porque me permite sorprenderme a cada paso.

              

               

¿De qué sirve enterarse de las cosas en el mismo momento en el que ocurren? Preferiría leer el diario al día siguiente para ver todo resumido, más o menos chequeado y explicado en lugar de estar bombardeado a cada rato por tuits, flashes y últimos momentos que podrían aparecer mañana o la semana que viene y no me importaría. Noticias “urgentes” que usan los medios grandes para tapar otros asuntos y evadir ciertas discusiones. Jacobo Timerman decía que diez noticias en un día son útiles y comprensibles; cien, soportables; mil, abrumadoras, incomprensibles e innecesarias. Yo creo que diez noticias en un día ya son insoportables. Lo mismo pasa con los discos y las canciones. No tengo necesidad de conocer los últimos lanzamientos de cada viernes. De hecho, no me importan. Las canciones aparecen, se quedan o se van, pero no estoy ni quiero estar pendiente de ellas como si fueran el turno para el dentista o el vencimiento del monotributo. Además, todavía tenemos miles de canciones y de discos de años anteriores que todavía no escuchamos tanto. ¡O escuchamos mal! Esa fue la sensación al leer el segundo tomo de Esta noche toca Charly, libro extraordinario de Roque Di Pietro. Charly García hecho un bardo trágico a punto de estrellarse pero sacando una idea tras otra. Muchas de ellas, buenísimas, sorprendentes, desafiantes. Escucho a Charly desde hace 25 años pero a veces siento que todavía no lo escuché del todo. Prefiero seguir descubriendo sus discos antes que darle play a otra banda “con influencias urbanas que compuso su último single de manera urgente durante el período de aislamiento social”, como dice la gente de prensa cuando ya no sabe qué más escribir para completar una gacetilla.

             

2 comentarios:

Juan manuel dijo...

"Es rock; no los calzones rotos" una de las mejores cosas que leí en mucho tiempo y creeme que sentí lo mismo...aunque en mi caso; por esa misma razón; póntiac no envejeció tan bien como otras canciones de ellos..me sumo al pedido de los bootlegs: si los who; los beach boys; floyd y demás sacan ediciones digitales de 100 temas o mas en vivo...cuanto falta para ver entradas así en el spotify de patricio? Ojala lo hagan!! Saludos y me encantan estos pensamientos que publicas!!!!

Federico Anzardi dijo...

Hola Juan, gracias. Ojalá empiecen a sacar cosas. OK, mucho está en internet, pero no es lo mismo. Ahora va a salir un CD en vivo de Invisible. Eso está muy bueno. Espero que sigan por ahí. Te mando un abrazo.