martes, 16 de julio de 2013

Sigur Giran


Ciertas canciones y músicos del rock argentino no gozan del respeto de su entorno, de personas que son capaces de escuchar carpetas de bandas europeas, yanquis, africanas o asiáticas en un súper copado reproductor de mp3, pero no te descargan un disco hecho acá ni en sueños. También pasa mucho con los grupos de las provincias. Los habitantes de las ciudades a las que pertenecen esos músicos no dan pelota. “Qué va a ser bueno, si es mi vecino”, suelen comentar. A esta frase la dijo una vez el cantante de Humahuaca Trío, hablando precisamente del “nadie es profeta en su tierra”. Hay muchos grupos que no llevan más de cuarenta personas. Probablemente, si tuvieran un poco de difusión, podrían llenar estadios, gozar del prestigio de la crítica especializada y tener algunas descargas más en Bandcamp, además del reconocimiento de los que viven en la misma cuadra. En la Argentina domina el “si no sale en Buenos Aires no sirve”. Y en la CABA es igual, pero con Europa y Estados Unidos como referentes.
Si no lo creen, ahí están los discos de La Renga, sus integrantes y sus recitales. Rock suburbano, de ruta, asado y taller mecánico. Básico, cuadrado y sin demasiada pretensión. El vade retro de los caretas. La imposibilidad sonora del que porta anteojos de marco cuadrado negro. No tan al fondo, La Renga no tiene muchas diferencias con, por ejemplo, Oasis, los supuestos adalides del buen gusto y la onda para todo habitué de bar rockero argentino que se precie de no ser grasa. Esos lugares que tienen más que ver con un incesante desfile de perfiles de Facebook, poses practicadas durante la semana y piecitos que se mueven al compás de lo elegante. Como Lennon, como Pappo y como La Renga; los hermanos Gallagher tienen orígenes proletarios, de laburante, de “dale con el rock”, como decía Luca. Sus canciones de guitarras fuertes nacen de distintos puntos de un mismo mapa. Los británicos le deben más a Los Beatles que a sus padres. Los de Mataderos no existirían sin el blues, el rock pesado, los Stones, Manal, Los Redondos y el Carpo. Ambos versionaron a Neil Young, otro héroe de la clase trabajadora del rock. Grabaron el mismo tema, el mismo año. Los rockeros bonitos, educaditos, que se pavonean en los bares que no admiten versos en castellano no se dan cuenta de que están escuchando lo mismo y rechazando algo que les gustaría si viniera en envase importado y sin trabas aduaneras. Para que quede claro: si La Renga hubiera nacido en Manchester, hoy sería Oasis. Y al revés también.

Con Charly García sucede lo mismo. Hace poco, la cantante de Utopians reconoció que nunca le había prestado atención al rock argentino y que de a poco se está metiendo. Dijo que en García había encontrado cosas que estaban bien; como si Charly fuera una banda más, del montón, de esas que no tocarían nunca si no fuera por su contrato con Pop Art. Hay gente que opina parecido, que minimiza al bigote anestesiado de la manera más cruda. Directamente ni lo escuchan, no le dan bola. No está mal que no les guste. El problema aparece cuando después se desviven en elogios para propuestas similares. Un caso: la canción “Seru Giran”, del disco Seru Giran, de la banda Seru Giran. Un nombre que es tres en uno, como Black Sabbath. El tema, de 1978, está escrito en un lenguaje inventado. García contó varias veces que decidieron crear palabras que sonaran bien, que vayan de la mano con la melodía, más que pensar en una poesía que encajase. Los músicos suelen hacer este ejercicio cuando aún no tienen cocinada una letra pero sí la música. Improvisan sonidos, arman una letra a lo Roberto Quenedi que después se convertirá en algo más o menos convencional, listo para ser coreado por miles en un estadio.

En esa primera etapa, Charly, Lebón, Aznar y Moro hicieron lo que quisieron. Al principio, así les fue: su disco no pegó en la gente y su concierto debut, gratuito, en La Rural, fue un desastre, porque no contactó con el público. Después, amoldaron sus pretensiones al gusto de los fans, encontraron el equilibrio entre su norte y el de los escuchas y fueron aceptados. Pero en ese álbum estaban más volados que nunca. El disco es media hora de libertad. En ese momento, a los Seru Giran no les importaba nada más que hacer y decir lo que tenían ganas. En “Separata”, Charly les recordaba a sus ex compañeros de La Máquina de Hacer Pájaros (y por extensión, a sus seguidores) que “no tenía ganas de verlos”, les pedía que no lo jodieran. Empezaba a crear el monstruo saynomoresco que pensaría primero en él, después en él y en tercer lugar en él; inspirando a Fito Páez.

“Seru Giran”, la canción de idioma incomprensible, comienzo orquestal y corazón delicado, de ensoñación; podría emparentarse con algunos temas de Sigur Rós, los islandeses que cantan re lindo pero que nadie entiende, ni Bjork. La voz de su cantante se parece al coro que hacen García y el todoterreno David Lebón. Hasta los nombres de las bandas se asemejan. Pero a Sigur Rós lo escuchan los seguidores de Lisandro Aristimuño (que es fan confeso de García y su influencia se nota a kilómetros), los snobs, el staff de Inrockuptibles y los de corazón sensible que están muy informados. Hoy, al primer disco de Seru Giran no lo escucha casi nadie. Lo único que sobrevivió fue “Seminare”, el mega hit del grupo, que también lleva una palabra inexistente como título. Últimamente, García revivió “Eiti Leda”, que es de la época de Sui Géneris, de ese disco trunco que se iba a llamar Ha sido y llevaba las experimentaciones sinfónicas y lisérgicas a un nivel mayor. Pero Sui se disolvió y La Máquina fue un medio más terrenal, obligado a cantarle al terror y a la parálisis total del proceso. Con Seru Giran, el disco, y especialmente con el tema; García pudo hacer su verdadera “Canción de Alicia”, algo como “Lucy in the Sky”: encontró una tierra imaginaria, con personajes irreales, mensaje trascendente y vuelo total. Qué otra cosa puede ser, si no, un mundo de melodías etéreas e idiomas inventados.

3 comentarios:

Hugo dijo...

Eiti Leda está, para mí, entre las 5 mejores canciones de García.

El otro día pensaba en la gente que se empezó a maravillar con los discos de Johnny Cash después de la película de hace unos años y que no para de nombrarlo cuandp hablan de los mejores discos de rock de la historia, siendo que el tipo hacía country.

Ni hablar que es gente que en su mayoría jamás escuchó un disco de Atahualpa Yupanqui (ni hablar de un Cafrune) como para poner algo en una línea similar al country.

Cadornex dijo...

Sí, es tremendo. Ojo, no intento caer en la pelotudez del "existiendo tal cosa, no entiendo por qué escuchan tal otra". Pero sí creo que deberían prestarle atención a otras cosas similares.

actemin dijo...

te agrego otro comentario: si la renga es el oasis de argentina, los redondos son los smiths argentinos....es increible la cantidad de paralelismos entre ambas bandas..