(Foto: David Lescano, Facebook Guauchos)
No son tantas las bandas que transmitan identidad desde todos los frentes. Guauchos es una. Su rock folclórico progresivo psicodélico (por poner una etiqueta larguísima e innecesaria) los posiciona en un lugar destacado dentro del mapa emergente nacional. El origen formoseño de sus integrantes no pasa desapercibido. Se nota en los tererés en loop que consumen 24x7 y en su tonada transparente. También en los pequeños detalles que hacen a la obra. Por ejemplo, las tapas, realizadas por Marcos Ramírez, líder de la banda Nde Ramírez y hermano de Juan Manuel, baterista guaucho. Las portadas de Guauchos (2011) y Pago (2013) transmiten lo mismo que se escucha: una obra parida desde un lugar concreto, con sus características.
“A Pago lo preproducimos en una quinta allá, en Formosa. Y llevamos un sistema de microfoneo que no es trascendental en el disco, pero hay unos detalles. Y estábamos en la preproducción y nos metíamos por el monte. Una mañana estaban todos fisurados y yo estaba totalmente al pedo. Me puse los auriculares y me metí a caminar por el monte. Terminé grabando una familia de monos carayá, que andan por los árboles, arriba, se mueven en familia. Y eso está presente a full y es al toque de la ciudad. Después pasa eso de la música formoseña que suena. Hay compositores muy fuertes”, cuenta Juan Manuel, hablando sobre el componente local que existe en la banda.
Esa identidad no nace por casualidad ni en poco tiempo. Se trata de años de música mamada inconscientemente. “En mi casa había un disco que sonaba siempre. Mi viejo para hacer el asado ponía ese disco, cosas así. Era Transmisión Huaucke, de Jacinto y Peteco, que es un discazo, para mí es el Álbum Blanco del folclore. Lo escuchaba y ni sabía quién tocaba. Después, cuando fui más consciente de las cosas que me gustaban, empecé a rastrear el disco. Y ahora lo tengo en mi computadora, lo escucho. Es un disco tremendazo, que como terminás descubriendo después de quién es, primero entra por la música en sí”, dice Lucas Caballero, guitarrista y uno de los propietarios de la porteña disquería Mercurio, lugar clave para entender el rock independiente de estos años.
“A mí me pasó una cosa muy loca con Juanmi, el violero. Estábamos viajando y puso de su celu un disco de Ozzy de los noventa. Y automáticamente flasheé, porque mi hermano lo tenía en mi casa, en vinilo. Nunca supe que era de Ozzy, ni nada, pero de vez en cuando sonaba. Y lo sabía de memoria. Eso con el folclore nos pasa mucho. En casa había un disco de Domingo Cura muy bueno. Toda una sesión de temas súper percusivos. Y hay un tema que lo tengo re presente. Eso está a full. Después vino todo el grunge y aprender la historia del rock. Por eso, cuando pasó de irnos y volver a Formosa, y armamos la banda, la sinceridad musical gestó la identidad”, completa Juan Manuel.