(Ricoteros en su salsa. A la foto la saqué de acá)
Una noche de 2013 partí a Mendoza para ver al Indio Solari. Viajé en un colectivo repleto de ricoteros desconocidos que seguían a rajatabla el manual de la misa: escabio, faso, agite y cantos. Al mediodía, cuando llevábamos unas doce o trece horas en la ruta, me calcé los auriculares para escuchar la música que llevaba en el teléfono. Lo primero que puse, de puro contrera, fue Cerati. Amo a Patricio Rey pero en momentos así me gusta correrme de lo que se supone que hay que hacer. Por ejemplo, el año pasado, cuando se estrenó la película del Indio en los cines de todo el país, fui a verla vestido con camisa blanca sólo porque sabía que casi todos iban a lookearse con remeras de PR.
No es de hinchapelotas. Es que nunca está bueno parecer uniformado. Entonces, estaba en el colectivo, callado, casi sin escabiar (cada tanto aceptaba un solidario trago de fernet que llegaba en una hielera de metal) y escuchaba los temas de Fuerza Natural: “Cactus”, “Convoy”, “Tracción a sangre”, “He visto a Lucy”. El último Cerati, el más elegante de todos. Cuando me sacaba los auriculares me encontraba con la realidad: un parlante que saturaba y pasaba sin interrupciones la discografía de Los Redondos.
El momento que más recuerdo llegó cuando terminó Cerati y empezó “'81”, una canción extraordinaria: arpa, voz y una hermosa letra, como todas las de Joanna Newsom, que es una genia absoluta porque además de ser una gran compositora es una poeta del carajo.
Mientras miraba la geografía cuyana a través del vidrio de ese Plusmar rentado y escuchaba a Joanna cantar con voz de gata que reclama más Whiskas, un grupo de cinco ricoteros hacía pogo en el pasillo del bondi y gritaba “canten, putos, para qué vinieron”. En pleno descontrol me vaciaron media hielera encima.