martes, 14 de diciembre de 2021

La libertrap avanza

(Duki en el Movistar Fri Music 2021. Foto: Prensa Movistar)

“Si alguien entiende a través de lo nuestro que aceptar el cuerpo es una manera muy inteligente de empezar a enfrentar la vida, tenemos una misión cumplida”. La frase podría ser de Nathy Peluso, que con “Este culo es natural, no plastic” hizo mucho para ayudar a popularizar la aceptación y el disfrute del cuerpo no hegemónico. Incluso en el combo de palabras “entiende”/“inteligente”, “nuestro”/“cuerpo” y “vida”/“cumplida” hay una sonoridad, un ritmo involuntario que la asemeja a los textos rapeados del trap. 

Pero a la frase la dijo Federico Moura en 1985. Lo hizo en una nota incluida en Sin disfraz, de Damián Carcacha, un trabajo que reúne “entrevistas esenciales” del líder de Virus. El libro se publicó a través de Colección Vademécum en octubre de este año, pocas semanas antes de que CA7RIEL lanzara EL DISKO, su nuevo álbum, que empieza con un sampleo de “Una luna de miel en la mano”, la canción que podría haber sido usada para resumir el momento dulce de Javier Milei en la política argentina. Pero todo indica que los libertarios no escuchan pop y que los medios progresistas no quieren titular sus páginas con “Luna de Milei en la mano”. Probablemente para no alimentar a una derecha que se mueve sin inconvenientes en una época en la que el individualismo es prioridad. Una postura que se nota, por ejemplo, en la necesidad de lujo que tiene el trap, con su doble cara de pertenencia al barrio y a la vez con el deseo explícito de no formar parte de esas calles, sino de recibir las mieles que brillan en los reels de Instagram que postean los millonarios y los famosos que viven de canje. Una tendencia que se percibe en las letras y los videos de L-Gante, la última marioneta corporativa, como decía Bill Hicks, pero también en Trueno, que rapea con la actitud emprendedora de Marcos Galperín, y en Duki, que hace una obra conceptual egomaníaca, la versión sonora de la selfie. Nunca mira hacia los costados. A veces parecería más coherente que algunos artistas del trap musicalizaran los actos de La Libertad Avanza, que de manera increíble se apropió del rock de los 90 que se oponía a las ideas que difunden.

            

             

CA7RIEL, que según él mismo reconoció, se arroja a la pileta del trap cuando necesita ganar plata, hizo en EL DISKO algo que buena parte del trap todavía no consigue copiarle a la cultura rock: el riesgo y la creatividad artística como mandatos. CA7RIEL siempre los tuvo porque forma parte de la misma columna vertebral que empieza con Los Beatniks. Por eso, el comienzo con “Una de miel en la mano” no suena como un homenaje ni una provocación, sino como una declaración de principios. La locura, el baile, aceptar el cuerpo y enfrentar la vida, sí, pero también reconocer inseguridades y saber que el mundo es un lugar oscuro donde hace falta encontrarse, algo que el rock argentino sabe desde que Litto Nebbia y Tanguito se encerraron en un baño. 

CA7RIEL es menos directo que “La balsa”. Su disco no es para gente que todavía canta sin ironía eso del pseudo punkito que toma un trago y vuelve a Belgrano. Es incomprensible para un fan de Pappo’s Blues que se emociona si ve a Alejandro Medina en una pizzería. El ricotero que se enojó con Último bondi a Finisterre y hoy va a un tributo a La Beriso tampoco lo entenderá. CA7RIEL juega con las palabras, tiene humor, experimenta. Es lujurioso como Prince. Si el trap vuelve música al sexting, si se estanca en el deseo y en el placer personal, CA7RIEL se aleja de la fiesta y dice que no se puede quedar a dormir. “Tengo tantas cosas que vivir”, canta, deforma, rapea, siempre atravesado por los efectos, que en este caso no funcionan como corrector de voces limitadas sino como herramienta y finalmente como estilo. 

              

EL DISKO se forma con juegos de palabras. CA7RIEL se ríe de todos nosotros y se divierte como nunca en su vida. Mezcla texturas de teclados y programaciones con riffs y grooves irresistibles. Todo con una onda que no se escuchaba en el rock argentino desde IKV, a quienes les debe mucho. Cuando se acerca al trap puro, al r&b autotuneado, tanto en las letras como en lo musical ("Chanel Maconha") pierde. Pero gana en marketing. Porque CA7RIEL, además, tiene sus pasos medidos. Sabe cuándo tiene que liberarse y cuándo caer en el molde para conformar a la mayoría que le va a dar el dinero necesario para hacer lo que más le gusta, que hoy es este disco que por momentos parecería ser de culto y por otros el anticipo de un artista que está a punto de explotar y atravesar prejuicios y estéticas. 

EL DISKO tiene momentos diferentes. Es un álbum experimental en la coda (preciosa) de "Nunca me atiende :(", que dura segundos, como un tema extra que se interrumpe de golpe. Dialoga con sus contemporáneos más obvios y con los inesperados ("Donde tai" empieza igual que "Mi postura" de Los Besos), tiene hits  (“U.U”) y canciones hermosas de raíz spinetteana, pero ya no solo de Dante sino de Luis Alberto ("Souvenir"). También consigue resumir un concepto general. De alguna manera logra conectar con un aire abstracto que lo empareja con álbumes diferentes e importantes del rock local. Obras con el peso intangible pero indisimulable de los artistas guiados por sus propias ambiciones artísticas y no por las estadísticas. 

“No leo muchos mensajes en Instagram, pero hay gente muy agradecida todo el tiempo. Porque es un viaje hacer música, es una entrega y es amor. Y por ahí ese amor le llegó a alguien y le sirvió. Es un mimo a gente que por ahí no tiene caricias, y escucha eso y las flashea”, dijo CA7RIEL hace unos días en una entrevista en Silencio, coincidiendo con Moura 36 años después. No es casualidad. CA7RIEL (y Wos) pareciera tener más en común con el rock argentino clásico que otras opciones sosas de la actualidad que no lograrán conmover jamás. 

               

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