miércoles, 29 de diciembre de 2021

Sonoridades cotidianas, crujidos humanos

(Foto: gentileza Julieta Laso)

Julieta Laso llegó apurada y se va a ir apurada. La cantante citó a Rock Salta en un bar cercano a su casa temporal, la que usa cuando viene a Buenos Aires para cumplir con sus obligaciones laborales, que son variadas, apretadas, y suceden y sucederán en poco tiempo. Música, teatro, grabaciones, ensayos, shows como invitada, presentaciones en vivo. En estos últimos meses del año a Julieta se le juntó de todo, así que no solamente anda de acá para allá sino que encima no puede estar demasiado en su verdadero hogar, que, como se ha dicho, no es el de esta zona del barrio de Villa Crespo, sino el que está ubicado en las afueras de Salta. Allí vive desde el año pasado con su pareja, la cineasta Lucrecia Martel.

“Siempre tuve una conexión muy fuerte con el norte. Mucho antes de conocer a Lucrecia. De hecho, no conozco casi el sur porque todos los años me terminaba yendo al norte. Al encuentro de copleros, al carnaval, a Jujuy, a Salta. Nunca pensé que iba a terminar viviendo ahí, pero toda mi vida tuve un amor por toda esa parte del país”, cuenta. Su nueva casa es la materialización de la necesidad de irse de la gran ciudad, algo que también se percibe en su último disco, La Caldera.

El álbum, de nueve canciones, saca a Julieta de Buenos Aires y la deposita en las rutas del país. Su música ya no se identifica por completo con las calles porteñas. Empieza a juntar el polvo de otros caminos. Así, su voz, que alguna vez ella misma definió como una fonola con tierra, sigue sucia pero se amplifica hacia otros paisajes. Se confunde en los campos oscuros y en las veredas angostas de ciudades pequeñas. Es, por supuesto, un disco nocturno, de tertulia, como las que ella misma protagoniza en Terminal Norte, el corto que Martel estrenó este año.

El nombre del disco remite obviamente a la localidad salteña, muy cercana a la casa que comparten Julieta y Lucrecia. También es una referencia a “la olla de las brujas”. El álbum está conformado por clásicos de la música popular argentina, por canciones antiguas que ya nadie recordaba y por temas nuevos compuestos especialmente para el disco. Pero costó reunir el material. La grabación había comenzado antes de la cuarentena. En marzo de 2020, cuando Alberto Fernández anunció el aislamiento obligatorio, el álbum, como el resto de la vida que conocíamos, entró en una pausa indefinida.

“Tenía todo el repertorio armado y ya habíamos grabado la mitad del disco”, dice Julieta, que aprovechó el parate y se mudó a Salta con Lucrecia. Desde allí, mientras conocía su nuevo espacio, aprendió a convivir con el encierro.

“Creo que todavía ni siquiera caemos de todo lo que nos pasó emocionalmente. Yo nunca había parado tanto en la vida ni había tenido la posibilidad de estar en familia, que parara también mi pareja. Pasé por todos los estados, como le debe haber pasado a todo el mundo: felicidad, bastante angustia por momentos. Por suerte estábamos en el campo, no teníamos internet. Me dediqué a machetear y hacer trabajo de campo como para dormirme a la noche y no angustiarme. Porque también pasaba eso: costaba dormir. Las noticias permanentes eran un desastre atrás de otro. Era un desastre contar los muertos día a día. Un espanto. Creo que no tenemos noción ni salimos de la situación. Debe haber unas consecuencias psicológicas tremendas a nivel sociedad. Ni hablar de la pobreza”, dice Julieta.

La Caldera tiene huellas del paréntesis. “El tiempo que se va ya no vuelve más”, canta Julieta en “Desatanudos”. El tema no se grabó con la intención de reflejar la pandemia, pero las canciones tienen la capacidad de musicalizar lo cotidiano. La música siempre encuentra la forma de amoldarse a la época o esperar a que llegue su momento, que fue lo que sucedió con el disco durante 2020. De a poco, mientras inventaba actividades para pasar el día, Julieta empezó a publicar algunas canciones que ya estaban grabadas. Esos adelantos online sirvieron para que la pausa no pareciera tan larga. “Este año lo completamos. Es un disco que continúa Martingala, que fue mi primer disco solista”, cuenta.

Martingala, publicado en 2018, es en realidad el segundo disco solista de Julieta. Su debut fue Tango Rante, publicado en 2010, un álbum donde todavía luchaba por descubrir su voz. Hoy, la cantante no está muy conforme con aquella grabación. Ni siquiera la subió a Spotify.

“Si bien en ese momento tuve la suerte de cantar con tres guitarristas increíbles del Cuarteto La Púa (Germán Montaldo, Juan Otero y Leandro Ángeli), que ejecutaron la música excelente, yo encuentro mi voz muy distinta. Por eso no lo subí. Quisiera grabar ese disco otra vez. En algún momento lo voy a hacer”, dice Julieta, que aclara: “Si lo buscás con muchas ganas lo encontrás, pero yo recién empezaba. De hecho, ya no canto esos temas en esos tonos. Subieron todos”.

En los más de diez años que pasaron desde ese no-disco inicial, Julieta siguió. Encontró la técnica necesaria, entre otras cosas, gracias a Beatriz Muñoz (“gran maestra”), que la acompaña desde entonces como antes acompañó a Mercedes Sosa. Además, fue la voz de la Orquesta Típica Fernández Fierro durante cuatro años. Con ellos publicó los discos En Vivo (2014) y Ahora y siempre (2018). Entonces, Martingala no es el primer disco sino un eslabón más de una carrera artística que hasta ahora no ha parado de expandirse.

El nuevo paso es La Caldera, que Julieta describe como “un disco de música popular argentina”. “En este caso hay más versiones de viejos temas de autores bastante emblemáticos y emblemáticas de nuestro país -dice-. En Martingala eran todas canciones nuevas. Creo que son dos discos que se unen, que hacen como un ciclo”.

La Caldera también se despega y logra un recorrido propio. Es heterogéneo en su repertorio y unificado en su sonido. Julieta revisa clásicos como “Cara de gitana”, “Canción del adiós” o “Por qué te obstinas en amar a otro si hoy es lunes” con el peso de su voz profunda y expresiva que va del cabaret al empedrado, de la potencia de las luces de teatro a los focos humildes de los festivales de barrio. Hay, también, canciones nuevas de Diego Baiardi y Lucio Mantel compuestas para el disco. Julieta volvió a trabajar con el productor Pelu Romero y se rodeó de músicos y músicas que logran estar en sintonía, como Noelia Sinkunas en piano y Alexey Musatov, que toca el violín en “Trapito”, el tema que Néstor D’Alessandro escribió para la película de García Ferré de 1975, una de las piezas más curiosas de este nuevo repertorio.

“Una noche surgió. Estábamos con mi pareja y empezamos a cantar. Yo me identifico mucho con Trapito muchos días de mi vida, supongo que no debo ser la única. También con el tiempo me fui enterando que hay toda una generación que con Trapito fue al cine por primera vez. La canción me parece genial, fabulosa, así que hacer una versión me pareció una gran idea”, dice Julieta, que nació en 1982, de su versión de este clásico de la depresión infantil. “A la melodía y la letra sumales los violines que metió Alex. Demoledores. Es una canción para esos momentos, para exorcizarlos”, agrega.

Quizás lo más destacado y sorprendente del disco sea “Hoy es nunca”. Aunque la sorpresa no venga solamente de la versión de Julieta sino de la original de Leda Valladares. Un lamento de amor que se perdió en el tiempo y quedó relegado por las prioridades de las discográficas. Julieta la quería grabar hace años, desde que la escuchó de casualidad en YouTube. “Un montón de gente me dijo ‘nunca me imaginé que era una composición de Leda Valladares’. La canción estuvo en YouTube y después desapareció, no había un registro. Por suerte la había descargado. Recién reapareció un mes antes de que yo sacara el tema”, cuenta.

“Hoy es nunca” fue grabada en 1964. En 1992, el sello Melopea, de Litto Nebbia, la reeditó en un disco llamado Canciones-1964. Esa grabación era “otro de los tantos trabajos de artistas argentinos que desaparecen al ser descatalogados por no considerarlos un hecho comercial”, tal como se lee en la reedición, un texto probablemente redactado por el propio Nebbia. Al lado hay otro escrito. Está firmado por Leda y es una definición poética y precisa del oficio de los y las cantantes populares.

“La música de las cosas y los rumores de la tierra me han enseñado a oír la vida, a entrar en profundidades audibles. Un quejido de puerta, una bocina o un volido de pájaro pueden herirme como una melodía desgarrante. Y esa avalancha me vuelve una oyente encarnizada -escribió Leda-. Y como si fuera poco este mar, el mundo gutural me ha sometido a todos sus misterios. Oír la voz de los seres queridos, gustarla y traducirla en sentimientos me ha llevado parte de la vida. Reverso de la piel, la voz humana exhala las concavidades del ser. Esa columna de intimidad se alía a maravillas con el viento, con la gota de agua, con el fragor de las cosas. Y por esta alianza hoy surge este disco hecho de sonoridades cotidianas y crujidos humanos. En este surco audible he sembrado una semilla con raíz y todo. Debe volar por el aire, pero también debe clavarse. Va en esa dirección, buscando a mis cómplices, todos ellos sedientos de oír y de hacer oír”.

Julieta se vuelve cómplice de Leda y toma “Hoy es nunca”, una canción desgarradora, el reverso del “siempre es hoy” que pregonaba el Cerati enamorado de principios de siglo. En la versión de La Caldera, “Hoy es nunca” se mezcla con la oscuridad seductora que recorre casi todo el disco. Julieta podría haber grabado más canciones de aquella época de Leda, como “Paisaje de elegía” o “El amor sale a morir”, todas tristes, puertas de entrada al sufrimiento personal que por suerte ahora están en Spotify.

En Martingala y La Caldera Julieta se abrió del tango que la identificó: “Me he dado el gusto de agarrar un montón de géneros que no pensaba que podía, así que en los dos se ve una búsqueda de mayor apertura”. Ahí está “La sombra”, que Lucio Mantel compuso para ella. También la “Canción del adiós”, de Horacio Guarany.

“La verdad es que descubrí las composiciones de Guarany no hace mucho. Lo digo con vergüenza. No sé si es algo de mi generación, que no accedimos tanto a su obra como compositor, que es increíble. Así que últimamente ando cantando bastantes temas de Guarany”, dice. “No sé si también el folclore apareció ahora más fuerte en mi vida. De hecho he grabado otros temas de Guarany que más adelante van a salir. Estoy muy fan de las canciones que compuso”, sigue.

Heredera de las cancionistas, destacada en la actualidad por personalidad propia, Julieta Laso también se pasa al rock cuando forma parte de las fechas de la Kermesse Redonda o a la cumbia con Chico Trujillo. Además volvió a hacer teatro, una actividad que forma parte de su formación pero que había abandonado desde que se había convertido en una cantante profesional. De la mano de Toto Castiñeiras, su profesor durante la adolescencia, empezó a formar parte de la obra Ojo de Pombero, que continuará el año que viene.

Para 2022, Julieta tiene, además, otros dos discos planeados. Quizás como una manera de recuperar el tiempo perdido durante la pandemia. Seguirá adaptándose a la vida salteña (“Tengo muchísimos amigues, tengo mi equipo de fútbol”) y buscará continuar ampliando su música y su alcance: “Muchos de los trabajos pasan por acá, esta cosa porteña que tiene nuestro país, horrible. Con la Fernández Fierro viajábamos más por el mundo que por el país, nunca entendí por qué. No puede ser que todo pase en Buenos Aires. Lo que voy a tratar de hacer es salir un poco. Me cansé. Yo amo Buenos Aires pero necesito salir. Hay que salir”.

Publicado en Rock Salta

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