lunes, 2 de mayo de 2022

Tenía ganas de ir al Quilmes Rock porque ya había pensado el inicio de la crónica del festival. Iba a ser algo así como “Para empezar, Gorillaz me chupa la pija”. Pero no fui. No me acreditaron. De hecho, no acreditaron a nadie del medio al que pertenezco (Rock Salta). Un clásico ninguneo a medios “del interior” al que ya estamos acostumbrados. Una vez, en Santiago del Estero, nuestra región, nos acreditaron para el Salamanca Rock, pero nos dieron un trato a la altura de lo que los organizadores pensaban de nosotros: mientras los y las periodistas que habían llegado de Buenos Aires, que paraban en hoteles cercanos con todo pago, circulaban entre las estrellas de rock con comida, bebida y posibilidad de notas mano a mano, los periodistas y las bandas de Salta, Tucumán, Santiago, Jujuy y otras localidades de baja repercusión estábamos afuera, cagados de frío (era julio) a la espera de una conferencia de prensa cada dos o tres horas que no siempre se cumplía. Pero bueno, así son las cosas. Lo cierto es que mi fin de semana no tuvo una nueva experiencia periodística sino que consistió en estar en casa viendo redes sociales y Flow desde la cama, tomando mates, café y vino según avanzaban las horas. Pude ver a Marina Fages de telonera de Metallica, algo que me pareció extraordinario, un poco porque ella se merecía un escenario de tal magnitud y otro porque sirvió para ver cómo se enojaban muchos metaleros y no metaleros que no comprendieron que si nos vamos a indignar por las mezcolanzas en las que el rock se ve envuelto este no era el caso. Marina Fages es rock y por ende puede telonear a una banda como Metallica aunque no suene como ella, aunque no pertenezca al mundo del metal pesado. A mí me produce mayor indignación ver cómo el rock se fue transformando en un género más, vaciado de ideología, que hoy en día puede compartir grilla con cualquiera en todos los festivales, en los medios y en las radios, en los podcast y en las redes sociales. En las coberturas periodísticas y en los featurings. Pero bueno, decía que quería comenzar la crónica con un Gorillaz me chupa la pija porque es algo que puedo decir de manera personal y general. Lo primero no le importa a nadie y es que Damon Albarn y sus consecuencias nunca me parecieron demasiado interesantes. Lo segundo es que Gorillaz no tenía nada que hacer en un festival que miraba para adentro. Yo, si hubiera ido, lo habría hecho por Divididos y Los Besos. Por la vuelta efímera de Catupecu. Por Pels. Por Melanie Williams. Por Fito, que al final no fue. Jamás por Trueno. Yo no le termino de creer, qué quieren que les diga. Y mucho menos me conmoví con la invitación a rapear en “Clint Eastwood”. Es lo mismo que me pasa con el cover de “De música ligera” que hizo Coldplay. O “Sólo le pido a dios” de U2 con León Gieco. Son la camiseta de la selección de estos días. Me voy a conmover cuando Bob Dylan haga una de Calamaro en un recital en Suecia. O cuando los Stones versionen a los Ratones en Londres. Ahí vemos. Mientras tanto, estos episodios me parecen tan intrascendentes como lo es un medio de provincia para productoras que cuando piensan en prensa se imaginan más los likes que las coberturas. 

2 comentarios:

Guile dijo...

qué hartante el porteñocentrismo

Fede dijo...

Yo creo que no es porteñocentrismo sino prioridad al like. Pero bueno, una cosa no quita la otra. Saludos!