lunes, 29 de julio de 2013

El golpetear del salvaje

(Me gustaría incluir los créditos de la foto, pero no encontré ninguna referencia)

El mismo tipo que escribe clásicos del rock proletario y denuncia las injusticias de la sociedad, reclamando una mayor igualdad (“El pibe tigre”, “Sentir indiano”); en treinta segundos de entrevista derrapa con las cuatro ruedas, vuelca y se lleva todo puesto (“Si vos sos judío no me vengas a cantar el Himno”). Es capaz de escribir canciones que pintan paisajes de manera perfecta (“Río Paraná”), que invitan al viaje con todos los sentidos, aunque sólo se pueda escuchar (“Convide rutero”). Su pluma es un pincel nítido que absorbe los lugares y los devuelve hechos poesía. Posee una voz de tierra adentro que transmite una emoción y un disfrute equivalente a un asado con amigos, un domingo al mediodía, lejos de la ciudad. El mismo rudo bonachón de modales toscos que desprecia el dinero y cultiva la amistad deviene en demonio temible ante el menor suspiro. A diferencia del Pappo más etílico, él no te tira dos pesos (“Para que te comprés una cara nueva”) antes de cagarte a trompadas; sino que insulta y dice frases incoherentes de manera admirable. Es un AK 47 de la puteada y la declaración bestial. Dos caras de la moneda. El Harvey Dent del metal pesado argentino: Ricardo Horacio Iorio, argentino, 50 años, prócer.

miércoles, 24 de julio de 2013

Llévame lejos


Son dos chicas jóvenes sentadas juntas sobre un escenario. Cantan y tocan. Leticia compone canciones hermosas, es dueña de una personalidad enorme que dentro de poco le permitirá escaparse para siempre de su talento musical. Abandonará Buenos Aires y se liberará definitivamente. Jimena es tímida, tiene vergüenza. Preferiría estar sola, dibujando o cantando sin público. De todas maneras, el orgullo que siente por lo que hace con Leticia la motiva y la empuja, le hace erguir el pecho y elevar su voz con cada estrofa. Le da fuerza a sus manos para tocar la guitarra. Ninguna nota saldrá con pudor, porque esos temas folk no tienen nada que esconder.

viernes, 19 de julio de 2013

El poder de los detalles


En 2006, cuando laburaba de lavador en una agencia de turismo, siempre recordaba dos canciones: “Crimen”, de Cerati, y “Homero”, de Viejas Locas. La primera me venía a la mente por la parte que dice “¿Cuánto falta? No lo sé. Si es muy tarde, no lo sé”. Cantar eso mientras cepillaba los pisos mugrosos que dejaban los turistas me hacía reír. Trabajaba de noche, hasta la madrugada. En épocas de temporada alta la cosa se ponía densa y no sabía muy bien hasta qué hora podía quedarme. Las combis y los bondis no paraban de llegar. Éramos dos: César, un pibe de Tartagal, que creo que estudiaba Hotelería, y yo. Llegábamos a las cinco o seis de la tarde y nunca nos íbamos antes de las tres de la mañana. Una vez nos fuimos a las seis y media, en pleno invierno. Nuestra jefa, la dueña de la agencia, vivía en el mismo lugar, así que ese día la vimos trabajar, cenar, irse a dormir y despertarse. Todo en una misma jornada. Al llegar a mi casa comí una milanesa con papas fritas que le había pedido a mi novia de ese entonces. La compró la noche anterior, entró con la copia de la llave que tenía casi desde el comienzo de nuestra relación, dejó el menú servido y se fue. Cuando me senté a cenar a las siete de la mañana la comida estaba fría, las papas estaban todas pegadas y la Coca Cola había perdido su baja temperatura. No tenía heladera.

martes, 16 de julio de 2013

Sigur Giran


Ciertas canciones y músicos del rock argentino no gozan del respeto de su entorno, de personas que son capaces de escuchar carpetas de bandas europeas, yanquis, africanas o asiáticas en un súper copado reproductor de mp3, pero no te descargan un disco hecho acá ni en sueños. También pasa mucho con los grupos de las provincias. Los habitantes de las ciudades a las que pertenecen esos músicos no dan pelota. “Qué va a ser bueno, si es mi vecino”, suelen comentar. A esta frase la dijo una vez el cantante de Humahuaca Trío, hablando precisamente del “nadie es profeta en su tierra”. Hay muchos grupos que no llevan más de cuarenta personas. Probablemente, si tuvieran un poco de difusión, podrían llenar estadios, gozar del prestigio de la crítica especializada y tener algunas descargas más en Bandcamp, además del reconocimiento de los que viven en la misma cuadra. En la Argentina domina el “si no sale en Buenos Aires no sirve”. Y en la CABA es igual, pero con Europa y Estados Unidos como referentes.

domingo, 14 de julio de 2013

La feliz sonrisa de tu rostro



El viernes fui con mi amigo Diego a ver El Siempreterno al Club Tucumán, de Quilmes. Nos tomamos el 159 hasta Baranda al 900. El nombre de la avenida no podía ser más apropiado: apenas bajamos nos invadió un olor a faso inconfundible que confirmó que estábamos en el lugar correcto.

Pasa que a la gente, sobre todo en el rock, no les gusta que tomes posición... ¡porque vivimos los ’90! Entonces hay muchos que todavía no salieron de ahí, y otros que están empezando a despertar. Una forma de que eso pase, por ejemplo, es que yo integre una lista. Así, los pibes piensan "qué hijo de puta", pero después van, leen y discuten con los amigos.

Cristian Aldana, hablando sobre su flamante candidatura a diputado nacional por el FPV.
Fuente: Radar.

sábado, 13 de julio de 2013

"El rock se convirtió en una industria"


Ricardo Mollo y Diego Arnedo se caracterizaron siempre por su capacidad de reinvención y saber adaptarse a las circunstancias, empezando por la muerte de Luca Prodan, el big bang que dio origen a Divididos y a Las Pelotas. Luego, el trío formado por los ex Sumo y el baterista de turno atravesó todas las situaciones imaginables para un grupo de rock: sufrieron el fracaso comercial con su primer trabajo (40 dibujos ahí en el piso, de 1989); el éxito abrumador con el tercero (La era de la boludez, de 1993); el caos heredado del estrellato inesperado (que provocó la salida de Federico Gil Solá); grabaron en Abbey Road el disco que marcó su volantazo más notorio (Narigón del siglo, yo te dejo perfumado en la esquina para siempre, de 2000); perdieron a otro baterista (Jorge Araujo) y se llamaron a un silencio discográfico de ocho años en el que profundizaron la madurez que comenzó en Gol de Mujer (1998), el álbum grabado tras la pancreatitis que acosó a Arnedo y casi lo deja fuera de juego. El cambio de vida radical de Mollo dos años después de la operación de Diego fue otra señal, que musicalmente se empezó a notar con experimentos aislados durante toda la década pasada.
Ahora, con el baterista Catriel Ciavarella asentado y catalogado por muchos como el mejor de todos los que pasaron por el grupo; Divididos salió del ostracismo de la sala de ensayo y encontró un equilibrio justo entre popularidad, respeto y libertad. La impresionante performance en vivo de la banda, la calidad de Amapola del 66 y especialmente su búsqueda interior hacen pensar que a Divididos todavía le queda mucho para dar.
Antes de regresar a Salta, Ricardo Mollo habló sobre el presente del grupo, sus raíces y el futuro.

viernes, 12 de julio de 2013

Bruno Solari, el John Connor de Ricota - II

Mar del Plata, viernes 25 de junio de 1999

Tengo miedo. No tendría que haber visitado esta época. Mamá ya me había contado los peligros que implicaba ir a ver los recitales de la banda de papá. En River vi algunas cosas pero esto fue demasiado. Realmente fue (y es, porque sigo acá) terrible cruzarse con esta gente horrible, que no sabe hacer otra cosa que provocar quilombo. De ahora en más, cada vez que me encuentre con un policía voy a ser muy precavido.
En River le erré. Los videos con los que estaban trabajando esa noche eran sólo los de ese recital. Al menos, eso es lo que pude ver antes de que me sacaran de la cabina de edición. Los tipos que cuidaban a papá siempre fueron jodidos pero a mí nunca me decían nada porque sabían que eso significaba encerrarlos durante dos horas en la jaula de los ovejeros. Esta vez no me reconocieron (claro, yo todavía no nací) y tuve que salir sin chances de quedarme a espiar demasiado.
Estuve revisando mis planes. Los videos están casi todos grabados, pero no puedo dar con ellos tan fácilmente como pensaba. La banda ya es muy conocida y se mueve de una manera inaccesible para mí. Necesito conocerlos y hacerme su amigo. Al menos de la Mujer Maldita. Otra opción es viajar un poco más al futuro e intentar robar todos los videos de la caja de seguridad del banco, pero es muy arriesgado hacer algo así y no puedo traer a los compañeros conmigo desde nuestra era.
Mientras tanto, estoy en Mar del Plata, que todavía no sufrió el tsunami del 18 y está como en las postales. Aunque un poco destruida después de lo que pasó el fin de semana pasado. Según el Sí de hoy (que todavía es en blanco y negro y hasta parece interesante)  la policía disparó 3500 veces a los seguidores de la banda, hubo catorce vagones de tren destruidos y ochenta comercios dañados. Una locura. Aunque no se puede comparar con el festival “Las bengalas no eran tan malas”, que organizó la agrupación El Rocanrol No Morirá Jamás y que fue una de las últimas cosas que papá apoyó en su vida, en el peor momento de la enfermedad. “La verdad que eran todas unas grandes veladas iluminadas como nunca por mis desangelados. Es hora de que vuelvan y qué mejor que las musicalicen los chicos de bandas como La Beriso, grandes exponentes de la cultura rock”, dijo en una de sus tantas y lamentables conferencias de prensa de los últimos años.
Es hora de recorrer esta ciudad para despejarme un poco. Después de todo, estoy en el pasado y mi vida no tiene horarios, y al tiempo perdido lo puedo recuperar. Quizás hasta podría pegar un viajecito a los sesenta y explorar el amor libre; pero eso ya sería aprovecharme demasiado de mi condición de viajero temporal. Los compañeros de la Post Ricota están esperando en algún punto del futuro mis resultados y no puedo defraudarlos. Eso sí, alfajores me compro seguro.

miércoles, 10 de julio de 2013

Una reflexión (?)

Actualicé el blog con un par de cosas que escribí en estos meses y me colgué mirando posteos viejos, de hace cinco o seis años atrás. No me sorprenden, pero sí me dan un poco de vergüenza algunos comentarios que hacía por aquellas épocas.
Está bueno darse cuenta de que uno ya no está tan pelotudo. 

Algunas noches no es fácil

Era un escenario gigantesco, pero a los Boom Boom Kid les alcanzó con instalarse en un par de metros cuadrados. Siempre con actitud under, la banda se despachó con quince temas en media hora y demostró que ya tienen muchas canciones que pueden formar parte de un compilado de lados B del rock argentino más popular (“Kitty”, “Tomar helado”, “She Runaway”, “I Do”, “Okey Dokey”).

Enciende en sueños la vigilia


Si no es el grupo con los integrantes más losers del país, le pega en el palo. La Perla Irregular es una banda de pibes que no tienen carisma escénico, que arrancan el show pifiándola, disparando una pista que nada que ver. Con un tecladista (Nacho Zucal) que pide ver “esas palmas” casi sin éxito, con su instrumento colgando, dejando a Pablito Lescano como un conmovedor de masas. Pablo Vidal, su fundador, cantante, compositor y guitarrista, tiene un aspecto anti estrella de rock. Su look Paul McCartney 67, con bigote y flequillo, está más cerca de un oficinista setentoso congelado por el miedo al Proceso que de un hipster con onda; de esos que abundan en Buenos Aires y se mueven en bicicletas. Físicamente se parece al papá del nerd de mi colegio que no quiso ir a Bariloche y que a los 17 años escuchaba Lerner. Pablo Vidal parece eso, el que le da vida a lo gris y anodino.

Si no te gusta el punk, no tuviste infancia


Cada vez que un poco de guita ingresa a mi vida me pongo a cantar el principio de “Todo lo miro”, la canción de Dos Minutos. La frase que me gusta es la del primer verso: “Hoy es 5 del mes y ya cobré”. La canto desde hace años, desde el final de la escuela primaria, cuando la repetía junto a mis amigos. Era una fija cada vez que andábamos con algunos pesos encima. Ese tema fue uno de los que iluminó nuestra salida de la niñez. Nos abandonó cuando ya estábamos en una preadultez sin rumbo que no nos tiraba ni un solo centro.

“Todo lo miro” hablaba de bares, cervezas, putas y policías. Nos divertía pero no nos identificaba. Estábamos muy verdes. En ese momento, con doce y trece años, ninguno laburaba y recién empezábamos a entrarle al escabio. No teníamos ninguna idea armada sobre los efectos del alcohol, no disfrutábamos su ingesta y tomábamos sólo para cumplir (de hecho, dejé de tomar al poco tiempo y volví a hacerlo a los 25). Por supuesto, para coronarlo todo, ninguno de nosotros había debutado.